Altos mandos del ejército tailandés participa en la ceremonia por el Día de las Fuerzas Armadas, Bangkok, 2017. Lillian Suwanrumpha/AFP/Getty Images

El país asiático acaba de aprobar una nueva Constitución que erosiona las instituciones democráticas mientras que el Ejército asegura su control político y económico en el futuro.

Cuando en 2003 Birmania, un país que llevaba cuatro décadas bajo una férrea dictadura militar, anunció una hoja de ruta hacia una “democracia disciplinada” controlada por el régimen castrense, muchos miraban hacia la entonces liberal Tailandia, el país vecino, como el ejemplo de democracia en la región del Sureste asiático que los birmanos tendrían que haber seguido. Pocos imaginaban que, tres lustros después y con dos golpes de Estado de por medio, sería Tailandia la que seguiría el modelo de Birmania y que reformaría su Constitución, recién aprobada el pasado mes de abril, para asegurar el control militar de un régimen de apariencia democrática.

Aunque los militares tailandeses, en el poder desde el golpe de Estado de mayo de 2014, nunca han utilizado el adjetivo “disciplinada” para el régimen político que están apuntalando, varios analistas políticos coinciden en que la legislación aprobada recientemente por la junta castrense pone las bases de un régimen en el que el poder civil estará supeditado al militar. “Se están preparando para prolongar su poder durante 10 años o más”, asegura Kan Yuenyong, director del Siam Intelligence Unit (SIU).

Así, la recién aprobada Constitución, la vigésima desde que Tailandia aboliera la monarquía absoluta en 1932, establece un periodo transitorio de cinco años tras las próximas elecciones, ahora previstas para 2018, aunque han sido pospuestas en varias ocasiones. Durante ese periodo, las principales instituciones políticas serán supervisadas por el Consejo Nacional para la Paz y el Orden (NCPO en sus siglas en inglés), el nombre oficial de la junta militar, y sus funciones estarán limitadas por el veto de sus miembros. “Es una democracia diluida”, asegura Paul Chambers, investigador sobre política tailandesa de la Universidad Naresuan. “Que haya comicios o no en realidad no importa, porque los militares están transformando el sistema democrático. Lo están erosionando”, asegura el académico.

Así, según la Carta Magna, el Senado será elegido a dedo por los militares, mientras que el primer ministro podrá ser alguien que no se haya presentado a las elecciones, lo que deja las puertas abiertas al general golpista que hoy dirige la junta militar. “Es probable que el próximo primer ministro sea [de nuevo] Prayuth [Chan-ocha]”, asegura Kan Yuenyong. Por otra parte, los miembros de la Asamblea Nacional podrán presentar peticiones para que alguno de los diputados o senadores sea destituido, mientras que el primer ministro y sus ministros podrán ser también depuestos por falta de “estándares éticos” o de “honestidad aparente”.

La “vaga terminología”, y que sólo se requiera un 10% de los diputados o de los senadores para deponer a los miembros del gobierno, hace que el proceso sea “susceptible a abusos”, según un informe publicado por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH en sus ...