Una niña india musulmana ofrece sus plegarias junto a otros fieles en Bangalore, India, agosto de 2013. Manjunath  Kiran/AFP/Getty Images
Una niña india musulmana ofrece sus plegarias junto a otros fieles en Bangalore, India, agosto de 2013. Manjunath Kiran/AFP/Getty Images

Las razones que explican por qué el yihadismo no seduce a los seguidores del islam en India.  

Ni la llamada realizada por el líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, el pasado 3 de septiembre para crear una nueva rama de la organización terrorista en el subcontinente indio ni la fulgurante atracción ejercida por el Estado Islámico (EI) a la hora de reclutar militantes de todo el mundo en su yihad desde el territorio que ocupa entre la frontera de Siria e Irak han hallado respuesta entre los musulmanes indios. Con una minoría del 15%, India cuenta con 180 millones de musulmanes, casi los mismos habitantes que su vecino Pakistán, y el tercer país en el mundo con mayor número de seguidores del islam.

Pero no ha sido ésta la primera ocasión que Al Qaeda ha realizado un llamamiento a esta minoría religiosa india. Ya resultó significativo que en un vídeo de junio de 2013 la agrupación se dirigiera a éstos con la cuestión de “por qué no había tormenta en sus aguas”. Como explica Ajai Sahni, director del Instituto para la Gestión del Conflicto y el Terrorismo en el Sur de Asia, Al Qaeda ha tratado durante los últimos 18 años, desde la primera vez que Osama bin Laden denunciara las “atrocidades” cometidas contra los musulmanes indios, de convencerles para unirse a la yihad global sin éxito.

Por otro lado, hasta el momento sólo se ha confirmado la presencia de siete musulmanes indios en Irak y Siria alistados en el Estado Islámico, aunque probablemente existan más casos todavía sin detectar. Como señala Sahni: “Los musulmanes indios han permanecido en gran medida intactos ante el islamismo extremista a pesar de 25 años de esfuerzos constantes por parte del pleno aparato estatal de Pakistán por radicalizar a la población”.

Estos pocos radicales islamistas indios alistados en el EI contrastan con los centenares de musulmanes procedentes de países como Gran Bretaña, Bélgica o Estados Unidos o los miles de Turquía, Arabia Saudí o Túnez que se han sumado a las filas de la agrupación liderada por el autoproclamado califa iraquí, Abu Bkr al Baghdadi.

La CIA calcula que el EI cuenta entre 25.000 y 30.000 combatientes en Irak y Siria, de los cuales alrededor de 15.000 serían extranjeros. La llamada al califato pansuní proclamada por el Estado Islámico ha agrupado a musulmanes procedentes de 74 países. Parte de su éxito lo debe al atractivo ejercido globalmente por sus sofisticados productos visuales, como los vídeos de decapitación de los periodistas estadounidenses James Foley y Steven Sotloff, o el reciente tráiler de amenaza lanzado en la Red a Estados Unidos por su intervención militar aérea en Irak titulado “Flames of War” (Llamas de guerra) y la constante presencia en redes sociales como Twitter o Tumblr.

Este último aspecto podría convertirse en motivo de alarma. El director de Seguridad Internacional de la Fundación Asia-Pacífico, Sajjan M. Gohel, advierte: “El acceso a Internet a través de los móviles es relativamente barato, así que la capacidad del EI para extender su propaganda a través de las redes sociales y nuevos media en India es muy posible y motivo de preocupación”.

Pero Gohel recuerda que la noción secular de la democracia india ha sido esencial a la hora de que su población islámica no se radicalizara. A diferencia de cómo se comprende este concepto en Occidente, el secularismo indio acepta la presencia de todas religión en la sociedad por igual, de modo que las niñas musulmanas pueden asistir al colegio con velo o los sijs con su turbante con la más absoluta normalidad. Los musulmanes, de hecho, tienen su propio código civil que rige sus costumbres a la hora de matrimonio, divorcio o herencia. “El secularismo es el elemento principal que explica por qué los musulmanes permanecen moderados en India junto con el hecho de que las otras religiones como el hinduismo, sijismo, budismo y cristianismo han aportado también sus dinámicas culturales que los musulmanes indios comparten. Esto convierte India en un país único”, señala el director del think tank.

El islam tiene una presencia muy orgánica en el subcontinente desde la llegada en el siglo XI de los primeros místicos sufíes, quienes todavía ejercen una poderosa influencia entre los musulmanes de hoy con su sincretismo religioso y su visión liberal de la religión. Antes de la colonización británica diferentes dinastías mogolas musulmanas gobernaron la región durante unos 500 años y dejaron una profunda huella en la cultura y en la convivencia de las distintas religiones.

Además, los musulmanes pueblan toda la geografía del país, de modo que se relacionan necesariamente en el día a día con la mayoría hindú y otras minorías religiosas. “Deben de existir muy pocos casos de musulmanes que no tengan amigos o interacciones sociales o profesionales con no musulmanes. En esta situación se vuelve muy difícil, si no imposible, deshumanizar al otro, o condenar a los miembros de otras religiones a la muerte y la condena eterna”, explica Sahni. De una manera crucial, esta forma de entender la fe se ha mostrado refractaria a las influencias wahabíes y otras corrientes más conservadoras, inclusive entre los musulmanes de la zona meridional de Kerala que han ido a trabajar frecuentemente a la región del Golfo, pero no han traído de vuelta esta visión del islam, al contrario de lo ocurrido con los emigrantes que han retornado a Pakistán. Incluso las instituciones musulmanas en India más conservadoras, como Dar Ul Ulom Deoband, entre otras, han condenado de forma explícita el extremismo yihadista y lo han rechazado como un abuso y una distorsión de las creencias islámicas.

A pesar de la integración en el país y su participación en la esfera política, informe tras informe demuestran que los miembros de la comunidad musulmana viven menos, con peor salud, peores índices de alfabetización y trabajos peor remunerados. Y, aunque la violencia ha desaparecido prácticamente en la región india de Cachemira disputada por Pakistán, no se puede olvidar que es la zona más militarizada del planeta con medio millón de tropas frente a los siete millones de habitantes y cuya población está sometida a leyes que permiten una total impunidad para arrestar y matar a cualquier sospechoso.

Con el apoyo del grupo terrorista pakistaní Lashkar e Taiba, la facción india llamada los Muyahidines Indios también sembró el terror en las principales metrópolis del país a finales de la década pasada, con la culminación del asedio que sufrió Bombay durante tres días en noviembre de 2008 y que resultó en la muerte de 173 personas. El último atentado se cometió en Hyderabad en enero de 2013 en el que murieron 13 personas. Pero estos ataques han ido declinando en los últimos años, posiblemente, por la falta de apoyo desde Pakistán.

Existen recelos sobre el equilibrio existente en relación con la moderación de los musulmanes indios dada la historia de nacionalismo hindú, conocido como Hindutva, del partido recientemente llegado al poder, el Bharatiya Janata Party (BJP). En particular, las reticencias que despierta su actual primer ministro, Narendra Modi, por las revueltas de 2002 en el estado de Gujarat, donde entonces gobernaba, y en las que 2.000 musulmanes resultaron asesinados por la turbamulta durante tres días sin que las fuerzas del orden intervinieran. Consciente de la fama que le precede y debido a sus ambiciones presidenciales y de desarrollo económico del país, Modi ha pedido una “moratoria” a la violencia de casta y comunal –como se denomina en India a la violencia religiosa–. Pero cómo advierte Sahni: “Hay elementos en el partido y organizaciones adjuntas Hindutva que no están dispuestas a abandonar su agenda extremista y esto ya ha creado tensiones en los últimos meses. Está por ver si el primer ministro es capaz de suprimir o contener estos elementos”. Y con ello la posible participación de los musulmanes indios en el terrorismo global.