De acuerdo con Sageman (‘La nueva generación de terroristas’, abril/ mayo, 2008), el movimiento islamista radical mundial tendría escaso empuje si no fuera por la ocupación de Irak, que, según él, enardece a los “aspirantes locales” a yihadistas. Si EEUU se retira de allí y trata el terrorismo como un “delito común”, esta nueva generación de terroristas acabará por “desvanecerse”. El empeño de centrarse en Irak es un error. En realidad, si se observan con más amplitud de miras, los casos que plantea llevan a una conclusión contraria a la que él propone: que nos enfrentamos a un reto existencial e ideológico que va más allá de cualquier política exterior concreta del momento, incluida la guerra de Irak. Por ejemplo, declara que la radicalización de Mohamed Buyeri, el musulmán holandés que asesinó brutalmente al cineasta Theo van Gogh en 2004, tiene sus raíces en su “indignación por la guerra de Irak”. Pero en ninguna parte de los escritos públicos de Buyeri hay una sola mención a ese conflicto. En cambio, mostró su indignación por la película que habían producido Van Gogh y la ex parlamentaria holandesa Ayaan HirsiAli sobre el trato que reciben las mujeres en el islam. Atribuye el atentado en Madrid al hecho de que el jefe de la banda estaba “cada vez más obsesionado con la guerra en Irak”. Pero siete meses después del 11-M –cuando ya se habían retirado todas las tropas españolas–, las autoridades descubrieron otro plan para hacer volar al menos seis edificios de la capital española, el estadio de fútbol del Real Madrid y la estación de Atocha (una vez más). España sigue en el punto de mira no porque al principio apoyara la guerra de Irak, sino porque históricamente ha sido considerada territorio musulmán ocupado. Por último, no explica por qué estos nuevos yihadistas, radicalizados a través de Internet, son menos peligrosos que los que lo hacían en los campos de entrenamiento. Sus objetivos son los mismos: atentados contra Occidente y sus aliados en el mundo musulmán. Hasta que eso varíe, debemos seguir pendientes de impedir el siguiente atentado y desconfiar de las recomendaciones mágicas y políticamente convenientes.

  • Stuart Gottlieb
    Director de Estudios Políticos, Centro de Estudios Internacionales,
    Universidad de Yale, EE UU

 

Con frecuencia se menciona el 11-M como ejemplo prototípico de labor de una célula local autónoma. Sus autores, escribe Sageman, son un ejemplo de “yihad [guerra santa] sin jefe y con sus propios métodos de captación”. Sin embargo, varios datos revelados por las investigaciones de la policía española, con la colaboración de servicios de seguridad extranjeros, parecen contradecir esta opinión, muy extendida. La mayoría de los que cometieron el atentado de Madrid en 2004 o se suicidaron semanas después en la localidad madrileña de Leganés eran inmigrantes jóvenes, varones, de origen magrebí, que se radicalizaron y fueron captados con el fin de llevar a cabo dicha acción. Pero otros no pertenecían a esa categoría.

La mayoría de los que cometieron el atentado de Madrid en 2004 o se suicidaron semanas después en la localidad madrileña de Leganés eran inmigrantes jóvenes, varones, de origen magrebí, que se radicalizaron y fueron captados con el fin de llevar a cabo dicha acción. Pero otros no pertenecían a esa categoría. Por ejemplo, algunos de los que desempeñaron papeles fundamentales en la planificación y ejecución tenían vínculos con la célula de Al Qaeda fundada en España por AbuMusab al Suri a principios de los 90.

Además, entre los otros individuos implicados había miembros destacados del Grupo Combatiente Islámico Marroquí (GCIM), que trabajó con los autores materiales y sus colaboradores en los meses anteriores al atentado, como deja claro el veredicto del tribunal. Un miembro importante del GCIM, Yusef Belhadj, decidió la fecha del atentado mientras estaba en Bruselas justo un día después de que Bin Laden apareciera en Al Yazira, el 18 de octubre de 2003, y amenazara a España por su apoyo a EE UU en Irak. También viajó varias veces a Madrid, aunque se fue de España tres días antes del 11-M, que –dato significativo– ocurrió 911 días después del 11-S de 2001. Asimismo, conoció el atentado de antemano un antiguo miembro de la Yihad Islámica egipcia, Rabei Osman Sayed Ahmed, que residía en Italia y había dedicado los 10 años anteriores a promover la yihad por toda Europa. Además, miembros prominentes de al menos tres grupos norteafricanos relacionados con AlQaeda, entre ellos el GCIM y el Grupo de Combate Islámico de
Libia, se reunieron en Estambul en febrero de 2002 para debatir futuras acciones fuera de las zonas de conflicto. El primer blanco fue Casablanca,y después llegó Madrid.

La red internacional de Al Qaeda en Europa y Oriente Medio facilitó la huida de España de varios sospechosos tras el atentado. Dos participantes especialmente conocidos, que hicieron las veces de jefes de operaciones, estuvieron en contacto por correo electrónico durante 2003 con Amer Azizi, que seguramente se encontraba en Afganistán o en las regiones tribales de Pakistán. Azizi había estado relacionado con Jalid Sheij Mohamed –uno de los cerebros del 11-S– antes de su detención y, por tanto, se le consideraba cercano al núcleo de dirección de Al Qaeda. ¿Tiene esto aspecto de ser un atentado atribuible a una célula local autónoma y un ejemplo convincente de yihad sin jefe y con sus propios métodos de captación? Las pruebas indican que no.

  • Fernando Reinares
    Catedrático y director del Programa sobre Terrorismo Mundial, Real Instituto Elcano,
    Madrid, España

 

Marc Sageman responde:

La simplificación y la distorsión que hace Stuart Gottlieb de mis argumentos no merecen una respuesta.

El 11-M se ha visto sometido a grandiosas teorías de la conspiración que enlazan erróneamente con ETA o Al Qaeda. Todas las afirmaciones de Fernando Reinares han quedado rechazadas por la decisión del tribunal español, que falló que el atentado fue cometido por un grupo militante islamista local inspirado por Al Qaeda pero sin lazos directos con la organización. Debido a estas alegaciones, mi equipo y yo revisamos más de 100.000 páginas de materiales relacionados con lo descubierto, asistimos al juicio, investigamos los barrios españoles y marroquíes en los que vivían los autores y revisamos toda la información relevante sobre los posibles vínculos entre Al Qaeda y el 11-M. Concluimos que no era posible sustanciar ninguna de las alegaciones. Ni los informadores de la policía que se habían introducido en el grupo ni las comunicaciones telefónicas interceptadas revelaron ninguna conexión directa con Al Qaeda.