Una chica se ríe en un mercado de Benín. Dan Kitwood/Getty Images
Una chica se ríe en un mercado de Benín. Dan Kitwood/Getty Images

En un mundo cada vez más interconectado, los Objetivos de Desarrollo Sostenible apuestan por una visión que tiene en cuenta las complejas interrelaciones entre los factores que afectan la calidad de vida de las personas. La cooperación frente a retos comunes es la clave.

La comunidad internacional llega a este momento en condiciones muy distintas a las que acompañaron la adopción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). El mundo es hoy más interconectado y más complejo; más plural y más definido por matices. Hace dos décadas, la inmensa mayoría de los pobres del planeta vivían en países de renta baja. Hoy, en cambio, viven en Estados de renta media, en gran parte debido al crecimiento económico en lugares sumamente populosos como China, India, Pakistán, Nigeria e Indonesia. En los últimos 20 años, la población urbana creció en 1.600 millones de personas y hoy más de la mitad de la humanidad vive en ciudades, una gran proporción en condiciones de precariedad. Cada año más personas abandonan sus países en busca de mejores oportunidades, a la vez que somos testigos de un dramático incremento en las cifras de desplazados por conflictos armados. Tenemos la mayor generación de jóvenes de la historia, pero también el reto de una población que envejece a paso acelerado. Nuevas fuerzas y nuevas voces han irrumpido en el debate público y demandan un espacio en la definición de la agenda común.

Los ODS ilustran este nuevo entorno global. Son producto de un esfuerzo de negociación inter-gubernamental, mucho más consensuado, en donde los países han alcanzado acuerdos después de un proceso más complejo, pero también más inclusivo. Asimismo, se trata de una agenda universal, que ya no solo se enfoca en las responsabilidades que atañen a los países en desarrollo, sino que genera compromisos para todos los gobiernos. Finalmente, se trata de una agenda mucho más preocupada con la sostenibilidad, tanto ambiental como social, económica y política. Es una agenda que le ha dado un papel más central al ambiente –sin agotar ni sustituir la agenda de cambio climático–, así como a los temas de género, juventud, ciudades sostenibles, trabajo, paz y justicia.

Los ODS incorporan, entonces, una visión más integral del desarrollo; una visión que comprende las complejas interrelaciones entre los factores que afectan la calidad de vida de los seres humanos. Así, reflejan la preocupación por las desigualdades horizontales, por los efectos del conflicto armado y de la degradación ambiental, por la capacidad institucional con que cuentan los gobiernos para hacer frente a los desafíos, entre otros elementos. Aunque se establece que la erradicación de la pobreza es un imperativo central de la agenda global de desarrollo, la nueva agenda también reconoce que un mundo sin pobreza requiere de la confluencia de los demás objetivos que, de no ser abordados, impedirían su consecución: no es posible progresar de manera fragmentada. Se requieren avances en todos los objetivos, en todos los países y para ...