Hace más de tres décadas, antes de que hubiera una República Islámica, Occidente intentó desesperadamente impedir que el gobernante de Irán pusiera sus manos sobre la bomba. Nuevas revelaciones muestran la gravedad que tuvo la crisis y por qué la iniciativa de desnuclearización de Estados Unidos no está funcionando.
De los muchos errores y confusiones surgidos de las negociaciones con Teherán sobre cuestiones nucleares, uno de los más persistentes ha sido la afirmación de que, al cuestionar los objetivos finales del programa nuclear de la República Islámica, Occidente está tratando de imponer un hipócrita doble rasero. Según esta línea de retórica, Mohamed Reza Pahlevi, el último sha de Irán, fue un aliado de Occidente -o, en el lenguaje del régimen, un “lacayo”- y por tanto Estados Unidos y Europa estaban dispuestos, e incluso ansiosos, por ayudarle a obtener, no uno, sino muchos, reactores. Pero desde la creación de la República Islámica en 1979, según alegan estos críticos, el país persa está siendo discriminado y perseguido. En 2006, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, declaró al sumario alemán Der Spiegel: “Es interesante señalar que las naciones europeas querían permitir a la dictadura del sha el uso de tecnología nuclear […]. Esas naciones estaban dispuestas a proporcionarle tecnología nuclear. Desde que comenzara a existir la República Islámica, sin embargo, estas potencias se han opuesto a ello”.
Incluso algunos intelectuales progresistas de Occidente se han dejado convencer por esta historia, ya sea apoyando el programa del régimen o al menos criticando la postura estadounidense, calificándola de hipócrita dada su pasada indulgencia hacia el sha. El propio gobierno de EE UU, en lo que debe ser considerado como un inexplicable fallo de diplomacia pública, no ha cuestionado nunca esta argumentación -aunque tiene acceso a cientos de páginas de documentos que desmienten las alegaciones del régimen de los ayatolás.
De hecho, Washington estuvo implicado en una pelea diplomática -prolongada, y que se desarrolló frecuentemente entre bambalinas- con el sha sobre el propósito de su programa nuclear. Documentos recientemente desclasificados de las bibliotecas presidenciales de Carter y Ford, los Departamentos de Defensa, Energía y Estado, y el Consejo de Seguridad Nacional de EE UU muestran que cada uno de los elementos del actual punto muerto entre el gobierno de Estados Unidos y la República Islámica estuvieron también presentes en las negociaciones con Reza Pahlevi. Y estos van desde la insistencia de Irán en su derecho dentro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) a un “ciclo completo de combustible”, a sus quejas de que EE UU le estaba discriminando al pedir garantías que no se exigían a ningún otro país, y finalmente, a la oferta estadounidense para hacer formar parte al país persa de un consorcio internacional para enriquecer uranio fuera del país, la llamada “solución rusa”. El sha insistió repetidamente en que al menos no quería una bomba nuclear, aunque se mantuvo inflexible en su exigencia ...
De los muchos errores y confusiones surgidos de las negociaciones con Teherán sobre cuestiones nucleares, uno de los más persistentes ha sido la afirmación de que, al cuestionar los objetivos finales del programa nuclear de la República Islámica, Occidente está tratando de imponer un hipócrita doble rasero. Según esta línea de retórica, Mohamed Reza Pahlevi, el último sha de Irán, fue un aliado de Occidente -o, en el lenguaje del régimen, un “lacayo”- y por tanto Estados Unidos y Europa estaban dispuestos, e incluso ansiosos, por ayudarle a obtener, no uno, sino muchos, reactores. Pero desde la creación de la República Islámica en 1979, según alegan estos críticos, el país persa está siendo discriminado y perseguido. En 2006, el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, declaró al sumario alemán Der Spiegel: “Es interesante señalar que las naciones europeas querían permitir a la dictadura del sha el uso de tecnología nuclear […]. Esas naciones estaban dispuestas a proporcionarle tecnología nuclear. Desde que comenzara a existir la República Islámica, sin embargo, estas potencias se han opuesto a ello”.
Incluso algunos intelectuales progresistas de Occidente se han dejado convencer por esta historia, ya sea apoyando el programa del régimen o al menos criticando la postura estadounidense, calificándola de hipócrita dada su pasada indulgencia hacia el sha. El propio gobierno de EE UU, en lo que debe ser considerado como un inexplicable fallo de diplomacia pública, no ha cuestionado nunca esta argumentación -aunque tiene acceso a cientos de páginas de documentos que desmienten las alegaciones del régimen de los ayatolás.
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AFP/Getty Images |
De hecho, Washington estuvo implicado en una pelea diplomática -prolongada, y que se desarrolló frecuentemente entre bambalinas- con el sha sobre el propósito de su programa nuclear. Documentos recientemente desclasificados de las bibliotecas presidenciales de Carter y Ford, los Departamentos de Defensa, Energía y Estado, y el Consejo de Seguridad Nacional de EE UU muestran que cada uno de los elementos del actual punto muerto entre el gobierno de Estados Unidos y la República Islámica estuvieron también presentes en las negociaciones con Reza Pahlevi. Y estos van desde la insistencia de Irán en su derecho dentro del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) a un “ciclo completo de combustible”, a sus quejas de que EE UU le estaba discriminando al pedir garantías que no se exigían a ningún otro país, y finalmente, a la oferta estadounidense para hacer formar parte al país persa de un consorcio internacional para enriquecer uranio fuera del país, la llamada “solución rusa”. El sha insistió repetidamente en que al menos no quería una bomba nuclear, aunque se mantuvo inflexible en su exigencia ...
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