El papel, la influencia y el poder del sector ultraortodoxo en Israel están experimentando un cambio histórico. Con la derogación de la Ley Tal en la Corte Suprema y la iniciativa del Gobierno de Unidad para proponer una alternativa en el Parlamento, se abre una nueva era que va a cambiar al Israel que hemos conocido hasta nuestros días. Pero, no es la única razón que muestra este cambio de tendencia política y social en el país.

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Lior Mizrah/GettyImages
Jóvenes ultraortodoxos protestan por la derogación de la Ley Tal en Jerusalén.

 

El radicalismo de muchos de los ultraortodoxos ha sido siempre razón de desconfianza por parte de los israelíes y de los judíos de la diáspora que no comulgaban con su modo de vida. Es cierto que ha sido un grupo que, en su mayoría, ha recibido muchas prestaciones y ayudas del Estado y si no se ha dedicado a criticar sus instituciones, ha intentado vivir totalmente aparte. A pesar de lo incrédulo que pueda resultar, Israel ha seguido apoyando a la mayoría de estas comunidades, básicamente porque en la psique judía y en el mainstream israelí, se la considera necesaria para la supervivencia del pueblo judío y del Estado. La existencia de guardianes de las tradiciones y de la religión.

La última gran polémica entre el sector ultraortodoxo y la sociedad israelí se vivió durante el pasado mes de diciembre. Dos hechos fueron los detonantes: el primero, que una mujer se negara a sentarse en la parte de atrás de un autobús porque, como uso social y no como norma, en algunas rutas en las que viajan ultraortodoxos, estos suelen pedir a las mujeres que se sienten detrás; y el segundo, el que más impacto tuvo, incluso levantando condenas del líder del partido religioso por excelencia, el Shas, fue cuando un ultraortodoxo de la secta de los Sikrikim, escupió a una niña de ocho años aduciendo que iba vestida de forma indecorosa.

En respuesta a ello, tanto el presidente, Simón Peres, como el primer ministro, Benjamín Netanyahu, convocaron una manifestación masiva en contra de estos hechos y a favor de la democracia. A la muestra acudieron 100 importantes rabinos ultraortodoxos para manifestar su repulsa y una de las escuelas de Torah más importantes en el mundo, Aish HaTorá, condenó sin paliativos el suceso.

En los últimos meses, han salido a colación varias iniciativas y hechos que muestran que el mundo ultraortodoxo está abriéndose a la modernidad y está luchando dentro de sus propias fronteras contra el radicalismo.

En primer lugar, la Corte Suprema israelí ha derogado la Ley Tal, que eximía del servicio militar (obligatorio para todos los israelíes) a los jóvenes ultraortodoxos que acreditaran estar estudiando en las yeshivot -escuelas de estudio de Torah. Según propuso la nueva estrella política en Israel, Yair Lapid, ex periodista e hijo del mítico líder sionista Tommy Lapid, “el servicio social se haría obligatorio para todos aquellos que no quisieran ir al Ejército, incluyendo a los árabes israelíes que también han sido eximidos del servicio militar desde la creación del Estado”. Es probable que el Gobierno no se aleje mucho de esta alternativa.

En este sentido, el periodista Marc Goldberg postulaba que las comunidades ultraortodoxas no podrán continuar con su modo de vida ante la reforma de la ley, ya que, inevitablemente, todos los jóvenes que presten servicios sociales descubrirán el mundo que existe más allá de sus barrios cuasicerrados.
En segundo lugar, los críticos dentro del mundo ultraortodoxo están resurgiendo aprovechando las nuevas controversias. El movimiento político Am Shalem, formado por ultraortodoxos, apoya firmemente la estructura democrática del Estado de Israel, el ideario fundacional del país y se muestra en contra de los postulados antisionistas de muchos líderes ultraortodoxos.

En tercer lugar, el Consejo Nacional Económico, dependiente de la Oficina del Primer Ministro, ha publicado un informe sobre las condiciones económicas y laborales de los ciudadanos israelíes ultraortodoxos. El director de Comunicación de la agencia judía, Haviv Gur, se hizo eco de los resultados esperanzadores para la integración de las comunidades ultraortodoxas más cerradas. Por ejemplo, el porcentaje de varones que trabajan subió de un 33% en 2002 a un 42% en 2010 y entre las mujeres de un 48% a un 55% en los mismos períodos. El informe también refleja que actualmente un 74% de jóvenes ultraortodoxos están interesados en estudiar materias no exclusivamente bíblicas y talmúdicas.

Respecto al Ejército, desde 1999 existe el batallón Netzah Yehuda, integrado por jóvenes ultraortodoxos exclusivamente y acomodado a sus observancias religiosas, formado por 1.000 soldados. Además, unos 1.200 ultraortodoxos, según el estudio, se unen a otras unidades militares cada año.

Nathan Sharansky, antiguo opositor al régimen soviético, una de las figuras más importantes de Israel y director de la Agencia Judía, comentaba hace poco en una de sus asiduas comparecencias públicas, que las comunidades ultraortodoxas están abriéndose a la modernidad y a la democracia israelí.

Aún así,  y pese a los cambios en este importante segmento de población en la sociedad israelí –los ciudadanos que viven según el modo de vida ultraortodoxo representan en torno a un 20 % de la población-, el papel de la  religión siempre será trascendental en el país.

La religión mantuvo al pueblo judío durante 2.000 años como nación sin tierra. Por ello, el padre fundador del Estado de Israel, David Ben Gurion –que por un lado era laico y por otro pronunció la famosa frase: En Israel, para ser realista, hay que creer en los milagros– no se podía permitir perder el apoyo del sector religioso en la creación del nuevo Israel. Es una opinión y un miedo que reside en cualquier ciudadano judío del mundo: para que el pueblo no desaparezca la religión tiene que tener una posición fuerte.

Es necesaria la revisión del status quo para el progreso de la democracia israelí y para ampliar sus límites de tolerancia y respeto entre todas sus comunidades

La Rabanut (autoridad rabínica) está controlada por la ortodoxia. Sus competencias las estableció el primer gabinete de David Ben Gurion: matrimonio, cashrut –expedición del certificado de los alimentos permitidos según la ley religiosa- y definición de judío. Como concesiones adicionales al sector religioso, se estableció que en shabbat no funcionaría ningún servicio público que no fuera considerado mínimo: el Ejército, la policía y los hospitales funcionan, pero no el transporte público– a excepción de Haifa. Y, lo que ha sido más controvertido durante la historia de Israel,  se libraba a los jóvenes ultraortodoxos de hacer el servicio militar si acreditaban que estaban estudiando en yeshivot mediante, la ahora derogada, Ley Tal.

Uno de los líderes de Am Shalem, el rabino Yehuda Zaha, escribió en The Times of Israel un duro artículo después de los sucesos de Bet Shemesh en el que llamaba abiertamente a marginar a los zelotes -comparaba a los radicales ultraortodoxos con dicha secta religiosa-y pedía reformas urgentes en la Rabanut y revisar sus competencias.

Por parte de la opinión laica, el famoso historiador Gadi Taub lleva años afirmando que la mayoría de los problemas sociales en Israel son consecuencia de las poderosas competencias de la Rabanut. Así como el joven líder laico, Ariel Veery, que publicó un famoso artículo titulado “Estado de Israel vs Rabanut” en el que exponía, entre otras cosas, que si la democracia israelí quiere prosperar, sólo los tribunales civiles y seculares deben tener competencias públicas.

Para Israel y todo el pueblo judío, la religión es un tema central. De hecho, según la reciente encuesta del Guttman Center of the Israel Democracy Institute un 84% de los ciudadanos judíos en el país creen en Dios y un 76% guardan la alimentación kosher en sus casas.

El concepto de Estado Judío no es religioso, es nacional. La religión es la fuente de los valores, tradiciones, liturgias y erudición judíos. Una nación con una religión común. Una cultura, una historia, unos valores y un idioma comunes formados por la religión. Israel fue concebido para que todo tipo de judío tuviera su sitio.

La religión seguirá siendo muy importante en el moderno Israel, y el proceso de integración de las comunidades ultraortodoxas parece lento y progresivo, pero el rechazo de las actitudes retrógradas, incluso por parte de los mismos ultraortodoxos, está acelerandolo. Es necesaria la revisión del status quo para el progreso de la democracia israelí y para ampliar sus límites de tolerancia y respeto entre todas sus comunidades.

 

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