
El protagonismo que ha adquirido el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko, en su apoyo a Putin en la guerra de Ucrania contiene claves geopolíticas que pueden definir esferas de influencia tanto en el espacio euroasiático como en la dinámica de las tensas relaciones con Occidente.
En el poder en Bielorrusia desde 1994, Aleksandr Lukashenko siempre ha mantenido una relación de cercanía pero también de hábiles (y no siempre fáciles) equilibrios con su vecino ruso. La llegada de Vladímir Putin al poder en 1999 fortaleció esta perspectiva a tal punto que, tras la invasión militar rusa a Ucrania en febrero de 2022, el mandatario bielorruso se ha erigido prácticamente como el más firme aliado internacional de su homólogo ruso, sin menoscabar obviamente a China, Irán o Venezuela, entre otros.
Esta sintonía entre Putin y Lukashenko se ha exhibido con escasas ambigüedades en las últimas décadas. No obstante, desde el exterior se ha llegado a calificar al líder bielorruso como "el último dictador de Europa", un presidente que viola sistemáticamente los derechos humanos. La Unión Europea ejerce presiones y sanciones orientadas a aislar al régimen de Minsk, incluso implicándolo judicialmente en su presunto papel en la deportación de niños ucranianos, acusación similar que también fue anteriormente vertida contra el presidente Putin por parte del Tribunal Internacional de La Haya.
Una óptica muy diferente hacia Lukashenko se observa en Rusia. El presidente bielorruso ha recibido públicos apoyos por parte de Putin y las elites de poder en el Kremlin, en gran medida también condicionados por la realpolitik de los intereses rusos en Bielorrusia, así como en la necesidad de mantener alianzas estratégicas en el actual contexto de tensiones con Occidente.
La guerra de Ucrania no ha hecho otra cosa que fortalecer aún más este estrecho vínculo entre Moscú y Minsk, pero vale la pena intentar descifrar qué claves pueden estar operando dentro de esta relación que cada vez más adquiere un cariz geopolítico para ambos países.
El escudo de protección ante la expansión de la OTAN
A priori, la crisis en Ucrania pareciera estar definiendo una nueva posición geopolítica para Bielorrusia: convertirse en una especie de escudo de Rusia frente a la expansión de la OTAN hacia sus fronteras. Una ampliación que en los últimos meses se ha confirmado con la admisión a la Alianza Atlántica de Suecia y Finlandia, muy próximas a las fronteras ruso-bielorrusas, tal y como se concretó en las cumbres de Madrid (2022) y ahora en la de Vilna (2023). Por otra parte, la OTAN ya anunció que no tiene estipulada la inclusión de Ucrania en su seno, al menos a corto plazo.

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