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En diciembre de 2009, los ministros de Asuntos Exteriores de la UE decidieron posponer la asignación de una fecha para el comienzo de las negociaciones de adhesión con Macedonia. Justo antes, sin embargo, el proceso de integración del país balcánico cobraba nuevo ímpetu: por primera vez, en reconocimiento de las reformas alcanzadas, la Comisión Europea recomendaba el inicio de negociaciones. No obstante, mientras Bruselas daba luz verde, los países de la Unión frenaron el proceso. De estas actitudes contrapuestas se desprende una tendencia creciente en el ámbito de la ampliación: el proceso de integración de futuros miembros ya no parece estar supeditado a criterios objetivos de cumplimiento, sino a razones políticas internas de los Estados integrantes de la UE. Mientras continúe sin resolverse la disputa entre Grecia y Macedonia por el nombre de esta última, la oportunidad de iniciar las negociaciones no parece muy cercana. Esta situación ha inmerso a la población en un sentimiento de profunda decepción y recelo entre los macedonios. Ya en 2008, el veto virtual de Grecia retrasó la adhesión del país a la OTAN, calando en el ánimo de los ciudadanos y de la élite política, que ha ido desarrollando una victimización creciente.
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Sin embargo, a diferencia de la tendencia manifiesta en Croacia y Turquía, donde el número de los que consideran beneficiosa la adhesión continúa...
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