En diciembre de 2009, los ministros de Asuntos Exteriores de la UE decidieron posponer la asignación de una fecha para el comienzo de las negociaciones de adhesión con Macedonia. Justo antes, sin embargo, el proceso de integración del país balcánico cobraba nuevo ímpetu: por primera vez, en reconocimiento de las reformas alcanzadas, la Comisión Europea recomendaba el inicio de negociaciones. No obstante, mientras Bruselas daba luz verde, los países de la Unión frenaron el proceso. De estas actitudes contrapuestas se desprende una tendencia creciente en el ámbito de la ampliación: el proceso de integración de futuros miembros ya no parece estar supeditado a criterios objetivos de cumplimiento, sino a razones políticas internas de los Estados integrantes de la UE. Mientras continúe sin resolverse la disputa entre Grecia y Macedonia por el nombre de esta última, la oportunidad de iniciar las negociaciones no parece muy cercana. Esta situación ha inmerso a la población en un sentimiento de profunda decepción y recelo entre los macedonios. Ya en 2008, el veto virtual de Grecia retrasó la adhesión del país a la OTAN, calando en el ánimo de los ciudadanos y de la élite política, que ha ido desarrollando una victimización creciente.

Sin embargo, a diferencia de la tendencia manifiesta en Croacia y Turquía, donde el número de los que consideran beneficiosa la adhesión continúa descendiendo, en Macedonia esta cifra sigue manteniéndose al alza, con un 76% favorable. Éste es un poderoso motivo para empujar a la UE a apoyar esta actitud positiva de los macedonios. Así, Bruselas prometió considerar de nuevo la apertura de negociaciones durante la Presidencia española. Por lo tanto, son ahora los Estados miembros, sobre todo desde España, los que deberían insistir más en la importancia de emprender las negociaciones.

Y es que este país, en el que se ha realizado un importante progreso hacia la convivencia interétnica, representa un ejemplo para la estabilidad en los Balcanes. Un nuevo retraso en la apertura de las negociaciones puede generar consecuencias negativas no sólo para las relaciones entre distintas comunidades en Macedonia, sino también para Kosovo y Bosnia-Herzegovina, donde los antagonismos entre las comunidades son considerablemente mayores. Si bien los esfuerzos de la UE no siempre han sido fructíferos en contextos de divisiones étnicas, el compromiso internacional en el país ha cosechado logros en la integración de los albaneses en la vida política desde que pusieron fin a las acciones insurgentes en 2001.

Skopje ha alcanzado un acuerdo de reparto de poder interétnico que ha demostrado ser mucho más funcional que el acuerdo de Dayton adoptado para Bosnia-Herzegovina. Sin embargo, si la integración euroatlántica se retrasara de manera indefinida, la división entre las dos comunidades podría aumentar en un futuro. El conflicto originado en torno al nombre de Macedonia, tan relevante para los macedonios eslavos, importa bien poco a los macedonios albaneses, y esto ha sido fuente de tensiones entre ambos. A pesar de que los dos grupos étnicos compartan su objetivo de integración euroatlántica, existe una diferencia sustancial en cuanto al porcentaje de apoyo y los sacrificios que están dispuestos a hacer. Según el Gallup Balkan Monitor (2009), el 84% de los macedonios albaneses apoyan la integración del país en la UE, mientras que el porcentaje decrece en el caso de los eslavos, con un 57% a favor. En aras de lograr su entrada en la UE, el 67% de la población albanesa renunciaría al nombre del país, algo que rechazaría un 95% de los macedonios eslavos. Las declaraciones de un político albanés, que en noviembre de 2009 amenazaba con la entrada de los albaneses macedonios en la UE sin sus compatriotas eslavos, pueden parecer exageradas e irrealistas, pero son señal de una tendencia preocupante. Si se produjeran nuevos retrasos en la integración europea, la construcción de la nación basada en la ciudadanía podría socavarse en la república balcánica. Es importante que la Unión mantenga su promesa de retomar el asunto durante la presidencia española y España debería insistir ante la UE para que no pierda de vista Macedonia.