Los recortes en el presupuesto de Defensa de Estados Unidos no están exentos de polémica dentro del país, pero tampoco de efectos sobre la política exterior de la superpotencia.

 












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El secretario de Defensa, Leon Panetta, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Martin E. Dempsey, en una rueda de prensa.

 

La crisis económica que sufren Estados Unidos, en gran parte motivada por un déficit presupuestario completamente desbocado, motivó la formación a mediados de agosto de 2011 en el Congreso de un comité ad-hoc (oficialmente denominado Joint Select Committee on Deficit Reduction) con doce miembros, cuya misión era la de formular un plan de reducción del déficit por una cantidad total de 1,2 billones de dólares, que debía ser aprobado por mayoría simple de sus miembros no más tarde del 23 de noviembre. El comité llevó a cabo una serie de audiencias públicas con, entre otros, los responsables de la gestión económica de los distintos departamentos, incluyendo por supuesto el de Defensa, con objeto de identificar las áreas en las que se podían focalizar los recortes, pero finalmente se ha llegado a la fecha límite sin alcanzar a un acuerdo entre republicanos y demócratas.

Ese fracaso ha abierto un encendido debate sobre el futuro del presupuesto de Defensa de EE UU, ya que según el “Acta de Control del Presupuesto”, aprobada con rango de ley el pasado mes de agosto, la falta de acuerdo del apodado supercomité conlleva un recorte automático de 600.000 millones de dólares en un periodo de diez años, comenzando en enero de 2013, bastante superior a los 450.000 millones que el Departamento dirigido por León Panetta habían estimado como el máximo ahorro posible sin poner en riesgo la seguridad nacional. Sin duda, esta cuestión será uno de los temas más candentes en la campaña para las elecciones presidenciales de 2012, y está íntimamente ligada con el modelo de actuación estadounidense en el mundo, y la cantidad de poder global que quiera ser capaz de proyectar.

Aunque esta cuestión ha alcanzado ahora una mayor relevancia, cuando el antecesor de Panetta en el cargo, Robert Gates, llegó al Pentágono en diciembre de 2006, pudo de inmediato constatar como el cheque en blanco que el país había entregado para conducir la Guerra Global contra el Terrorismo tras los atentados del 11-S, aumentando el presupuesto de Defensa desde los 295.000 millones de 2000 a los 520.000 millones de 2006 (a los que se sumaban 111.000 millones para las campañas en el exterior), había tenido como consecuencia la pérdida de la disciplina presupuestaria. En palabras del Almirante Mike Mullen, entonces Jefe de Estado Mayor de la Defensa, los militares estadounidenses habían olvidado cómo establecer prioridades y elegir entre opciones, ante los casi ilimitados recursos disponibles.

Por ello, y tras ser ratificado en su puesto por el nuevo Presidente Barack Obama, Gates anunció en 2009 ...