Ejercicios navales de marines estadounidenses en el Mar del Sur de China (Ted Aljibe/AFP/Getty Images)
Ejercicios navales de marines estadounidenses en el Mar del Sur de China (Ted Aljibe/AFP/Getty Images)

El Mar del Sur de China puede convertirse en un escenario de la rivalidad entre grandes potencias, en la medida en que Estados Unidos se opone a las reivindicaciones territoriales de China y las construcciones que lleva a cabo en varios arrecifes en disputa. El tono agresivo de Pekín a la hora de reclamar estos territorios le enfrenta con varios países del Sureste Asiático que tienen sus propias reivindicaciones de soberanía en una de las vías navegables más ajetreadas del mundo, de gran riqueza pesquera y con posibles reservas de gas y petróleo. Las tensiones estallaron en mayo, cuando un avión espía estadounidense voló cerca del Arrecife de Fiery Cross, en el archipiélago de Spratly, en el que China está construyendo un aeródromo. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Ashton Carter, exigió la interrupción inmediata y permanente de las reivindicaciones territoriales en la zona en disputa y anunció que su país "volará, navegará y actuará en cualquier sitio autorizado por las leyes internacionales". En octubre, un buque de la armada estadounidense se aproximó a otro arrecife en disputa en las Spratly, y Pekín se apresuró a protestar y a decir que se trataba de una acción ilegal y una amenaza contra su seguridad nacional. En noviembre, Obama anunció un paquete de ayuda de 259 millones de dólares (unos 238 millones de euros) durante dos años para reforzar la seguridad marítima de Vietnam, Indonesia, Filipinas y Malasia, todos ellos, con reivindicaciones que rivalizan con las de China.

En un caso que puede llegar a ser histórico, un tribunal de La Haya está estudiando una petición de arbitraje presentada por Filipinas, que acusa a China de violar el derecho internacional en el Mar del Sur de China. Pekín se niega a participar y aceptar la jurisdicción del tribunal, pero el caso puede ayudar a unir a la opinión pública internacional y a obligar a China a una mayor cooperación. Se prevé que haya una decisión en 2016.

China debe comprender que su agresividad disminuye la confianza en el autogobierno regional y anima a sus vecinos a pedir protección a Estados Unidos. A su vez, Washington debe emplear sus palabras y sus actos para defender el bien común del mundo entero y respaldar la diplomacia multilateral y no sólo para reafirmar su supremacía militar. La Asociación de Naciones del Sureste Asiático debe dirigir las negociaciones con Pekín y comprometer a todas las partes con un código de conducta que permita gestionar las disputas marítimas antes de que las ondas más pequeñas se transformen en grandes olas.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.