Uno de sus más destacados militantes del Movimiento del 20 de Febrero, Omar Radi, joven periodista del semanario de actualidad TelQuel –la publicación más crítica con la élite del poder marroquí–, advierte de que el proceso reformista impulsado por un régimen inquieto ante la creciente contestación social no conducirá a una auténtica democracia si continúa en la senda actual. El activismo marroquí, formado esencialmente por jóvenes de ideas liberales y sectores del islam político más conservador, ha llamado al boicot de los comicios legislativos del viernes.

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Abdelhak Senna/AFP/Getty Images

 

Foreign Policy en español. ¿Por qué el Movimiento del 20 de Febrero ha llamado a boicotear los comicios del 25 de noviembre?

Omar Radi: Estas elecciones son, desde el punto de vista del régimen político marroquí, una etapa más en el proceso de la llamada “transición democrática”. Proceso que comenzó con el discurso del rey Mohamed VI el pasado 9 de marzo anunciando el inicio de una reforma constitucional. La Constitución propuesta y adoptada en referéndum el 1 de julio fue preparada en condiciones opacas; la campaña del referéndum se desarrolló como en tiempos de Hassan II; los resultados y las cifras fueron falsificados; números inflados con el propósito de darle credibilidad al proceso. Los comicios del 25 de noviembre se inscriben en esta óptica: en el marco de una Constitución otorgada que no establece la separación de poderes, se organizan unas elecciones para que nada cambie. La vieja guardia sigue en su sitio. Las mafias electorales siguen haciendo estragos y la corrupción corroe la campaña electoral, reprimiendo las voces más críticas: detención y prisión, ataques físicos y amenazas hacia los militantes. Un proceso que no admite la diversidad y es antidemocrático. Y que no desembocará jamás en la democracia, se tome el tiempo que se tome.

 

FP. ¿Qué balance hacéis de la trayectoria del Movimiento 20-F?

O. R. El Movimiento nació hace 8 meses. Ha sabido asemejarse mucho al de los “indignados”, que antes carecían de voz. Las manifestaciones masivas han permitido romper este muro del miedo. Ésta ha sido una conquista del Movimiento. Después, ha sufrido las consecuencias de tres frentes abiertos por el majzén [la élite dirigente de Marruecos radicada en torno a Palacio] para combatirlo. Para empezar, la represión y la liquidación de sus militantes. El movimiento ya cuenta con ocho mártires y cerca de 70 prisioneros. Además de centenares de amenazas y de personas heridas en el curso de manifestaciones. Asimismo, el régimen ha abierto fuego en el marco de una guerra mediática. Los militantes del Movimiento 20-F se han convertido en impíos, homosexuales, espías de Argelia y del Frente Polisario o republicanos extremistas. Al ver que tales métodos sólo buscaban hacer morir al movimiento, el régimen ha enviado a sus “baltagias”, unas especies de brigadas fascistas que se benefician de una impunidad total e incluso de protección para atacar a los militantes del Movimiento. A pesar de todo ello, el Movimiento, que ha perdido a parte de sus simpatizantes, sigue avanzando con fuerza. En las últimas manifestaciones celebradas para pedir el boicot a las elecciones de este viernes se ha visto a mucha gente nueva. Y las marchas recuperan fuerza y poderío. Soy optimista en cuanto al peso que puede adquirir el Movimiento en relación a las fuerzas despóticas y mafiosas que mandan en este país.

 

FP. ¿Creéis que Mohamed VI tiene miedo de la situación actual, entre un movimiento democrático emergente y un islamismo conservador que aumenta la presión de la calle?

O. R. Creo que ese tipo de análisis no encaja con la naturaleza del régimen político marroquí, o sea, el majzén. A éste lo constituye una red de poder y de influencia, que asfixia lo político para aprovecharse de lo económico. Su funcionamiento se acerca más a un sistema mafioso. La ocasión que se le presentó al rey con las protestas pacíficas del Movimiento fue de oro. Una separación verdadera de poderes, una democracia real, la justicia social y la libertad: Marruecos podía lograr todo eso. Pero los intereses fundamentalmente económicos de aquellos que dirigen los negocios de este país son demasiado importantes como para ser comprometidos por la posibilidad de una democracia real. Además, el rey es el primer actor político y también económico del país. Relacionar responsabilidad con el principio anglosajón de accountability [rendir cuentas] en relación con sus negocios económicos es, sencillamente, inconcebible para la monarquía.

 

FP. ¿En qué medida el Movimiento 20-F ha cambiado el escenario político de Marruecos?

O. R. La política marroquí estaba bien trazada para los próximos diez años. El entorno del rey, principalmente su amigo de la infancia Fouad Alí El Himma, creador del Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), tenía previsto haber ganado las elecciones legislativas de 2012 y gobernar. El Himma formaba parte de los símbolos de la corrupción denunciados por el Movimiento. En muy breve espacio de tiempo, el PAM ha perdido credibilidad y se ha quedado obsoleto como útil para que la monarquía pudiera seguir controlando los hilos y los resortes del poder. Pero fuera de este proceso, el hecho de que, al acercarse las elecciones, el número de manifestantes en las calles haya aumentado es una muestra creciente de indignación y de toma de consciencia de que el cambio que se les propone a los marroquíes no va más allá de la televisión y los discursos reales. Y que no se está materializando, porque tal vez no lo vaya a hacer nunca. La tasa de participación será efectivamente baja, pero, a diferencia de las elecciones de 2007 (37,5% de participación), la no participación consciente habrá ganado terreno relativo.

 

FP. ¿Por qué las manifestaciones en las principales ciudades del país no han sido tan masivas como en Egipto o Túnez, a pesar de que las circunstancias sociales y económicas de Marruecos son muy similares?

O. R. En esos países el margen de libertad de expresión y organización era muy débil, al contrario que en el caso de Marruecos, donde se guardaba un cierto equilibrio. Cuando se produjo la explosión social y política en ellos, la consigna era la caída del régimen; algo también contrario al caso de Marruecos. Pero es necesario decir también que el Marruecos de 2011 se parece mucho a la Túnez o al Egipto de 2008, año en el que comenzó una dinámica, cierto que lenta, de manifestaciones y protestas sociales. Aquel año el número de concentraciones aumentó, como los actos de denuncia; de la misma forma la represión también se incrementó. En Marruecos las reivindicaciones de orden político que, generalmente no suelen atraer a mucha gente, no han sido tajantes. Lo que se pedía era una Constitución democrática y la dimisión del Gobierno.

 

FP. ¿Quién será, a tu juicio, la primera fuerza del Parlamento a partir del 25 de noviembre?

O. R. Creo que el PJD [Partido Justicia y Desarrollo, islamistas moderados, que fue la primera fuerza de la oposición durante la pasada legislatura] seguirá en la oposición y el G8, formado por ocho partidos alrededor del PAM, formará gobierno. Esta es la posibilidad que parte como favorita y cuenta con el respaldo de los medios de comunicación oficiales.

 

FP. ¿Hay razones para tener miedo al crecimiento del islamismo en Marruecos?

O. R. El islamismo es la ideología más numerosa en términos de efectivos y de simpatizantes en Marruecos. En cuanto a las instituciones que consagra la nueva Constitución, el PJD, componente majzeniano del islamismo, no puede ir demasiado lejos en su proyecto de sociedad. Abdelilah Benkirán, su secretario general, anunció hace algunos días que “no contradiría nunca al rey”. El PJD, como cualquier otro partido que estuviera en el Gobierno, será mera comparsa y esperará que las decisiones se tomen en otra parte. Fuera de este circuito, Al Adl wal Ihssane [Justicia y Caridad], el más importante componente islamista, prohibido, permanece en la protesta a través del Movimiento del 20-F defendiendo las reivindicaciones democráticas planteadas por éste. Miedo no es, en mi opinión, la palabra, porque las fuerzas progresistas pueden tener la misma fuerza si corrigen los errores del pasado y acaban con un sectarismo que las ha atomizado. De darse el caso, habrá una auténtica diversidad y un equilibrio.