Una mujer celebra la victoria del PJD en Rabat, Marruecos. (Fadel Senna/AFP/Getty Images)
Una mujer celebra la victoria del PJD en Rabat, Marruecos. (Fadel Senna/AFP/Getty Images)

Claves para entender las razones por las que el PJD se refuerza en las instituciones en Marruecos.

La segunda victoria de los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) muestra que su ingreso en las instituciones ha dejado de ser una excepcionalidad histórica y el Estado se siente obligado a normalizarlos como un actor más del juego democrático. Pero, ¿qué otras realidades rebela el triunfo del partido islamista? La consolidación de los islamistas en el aparato del Estado; la dinamización inédita de la vida política; una crisis profunda de partidos políticos, porque salvo el PJD el resto de formaciones sufre un interno desgaste que llama a su inmediata refundación; la desafección de la población marroquí hacia un sistema que no ha logrado acercar las clases sociales y la polarización ideológica del pueblo marroquí, entre liberales y conservadores. Esta convocatoria electoral ha sido descrita por todos los actores, en general, como un nuevo ejercicio de democracia. Después de los comicios de 2011 que, en un contexto de revueltas árabes, los islamistas lograban por vez primera en la historia del país, formar parte del Gobierno.

En estos últimos comicios, celebrados el viernes pasado, los resultados electorales han dado un nuevo y claro triunfo al partido del islamista, Abdelilá Benkirán con 125 escaños, seguido de su rival, el laico y liberal, Partido Autenticidad y Modernidad (PAM), que se ha llevado 102. Los dos partidos han conseguido crecer en escaños respecto a las últimas elecciones, 18 los islamistas, y prácticamente el doble, 55, el PAM.

Con esta reválida, el islam político se consolida y hace temblar a una parte de la administración y a una oposición que viene denunciado desde hace semanas el “proyecto de islamización progresiva” en manos del PJD y clama una dinamización de la economía y la creación de riqueza para Marruecos. Los modernistas de PAM, acérrimos enemigos de los islamistas, responsabilizan al PJD de no haber superado durante la última legislatura que encabezaban, los retos de mejorar la tasa de crecimiento, que se sitúa en 1,5 %, cuando se prometió un 3%, pero la mala campaña agrícola de este último año, que representa la principal fuente de ingresos para el mundo rural marroquí, no ha permitido el cumplimiento de tales aspiraciones. El paro tampoco es alentador, con un total de 1,2 millones de personas desempleadas. Sin embargo, los islamistas defienden que han conseguido que el déficit público pasara de un 7,4% en 2012 al 3,5% en 2016 y se jacta de la política de reformas en el sistema de pensiones en beneficio de las clases sociales más golpeadas, así como la retirada de la subvención del gasoil y de la gasolina que favorecía a las clases más altas. No obstante, la capacidad de maniobra para reformar de manera más amplia el campo social y económico -una prioridad en su programa político- y por lo que los islamistas fueron aupados al Gobierno tras los últimos comicios de 2011, no depende sólo de ellos sino del resto de partidos con los que forman una coalición de Gobierno. También de Palacio, en donde reposan las grandes decisiones y estrategias.

En este sentido, el país se caracteriza por esa particularidad en la que el rey, además de reinar, gobierna y sirve de árbitro en la escena política y vigila los principales resortes de Marruecos. Por ello, los sentimientos de alivio entre las filas opositoras al islam político, en especial, en el seno del partido PAM, se depositan en la institución monárquica capaz de preservar la estabilidad y la pluralidad de un sistema de valores que incluyen a liberales y conservadores. Ese mismo sentimiento de tranquilidad es compartido por las fuerzas islamistas ya que el monarca como jefe político y comendador de los creyentes tiene la obligación de conservar la identidad árabe-musulmana y los islamistas lo que buscan, desde dentro de las instituciones, es “preservar la identidad musulmana frente a una imperante laicización”, cuentan fuentes de las filas pejotadeístas. 

Así las cosas, en una sociedad ideológicamente dividida, la intervención del rey parece que se hace imprescindible, en especial en un momento de la historia en la que la institución monárquica está obligada a buscar un espacio de convivencia con una parte del islamismo marroquí. Así lo ha votado el pueblo. Y en este sentido, el PJD ha tenido que realizar una serie de concesiones que, aunque en algunos sectores se llegó a pensar que esto podría pasarles factura en las últimas elecciones legislativas, ha sido bien lo contrario: “desde su formación como partido político y sobre todo desde los atentados de 2003, el PJD ha mostrado su voluntad de colaborar con la corona. Sólo así, según ellos, pueden continuar con su proceso de reformas”, asevera Beatriz Tome, profesora de la Universidad Loyola Andalucía y especialista en Marruecos y el PJD. “El PJD ha dejado aparcada la demanda de la monarquía parlamentaria y hace suyo el eslogan de una constitucional. De hecho, se esfuerzan por conservar y profundizar en la relación con la monarquía, sin la que entienden no pueden llevar a cabo las reformas de su programa electoral”, afirmó Tome. Esta relación de subordinación del PJD frente a la institución monárquica desató una crisis interna de partido que se resolvió con la aceptación general de que “ la contrariedad de los islamistas no tiene nada que ver con el rey, con quien trabajamos, y en cuya dirección también vamos nosotros, sino con el Majzén (estructuras de poder central en el entorno real), que no quiere salir del inmovilismo”.

Por su parte, los modernistas de PAM creyeron que podían justificar su presencia en el paisaje político por sus contactos con el poder y que apoyados por la administración y, por ende por actores muy influyentes de Marruecos, el vuelco de su rival PJD se conseguiría. Un error estratégico que ha llevado al partido laico a una reconocida derrota y eso, a pesar de todos los mecanismos que fueron puestos al servicio de la ciudadanía para debilitar el islamismo político, así como la repartición de promesas económicas a familias de barrios periféricos de las principales ciudades del país; la entrega puntual de medicamentos, productos de primera necesidad y dinero a personas en situación precaria a cambio de un ‘voto útil’. Este llamado ‘voto útil’ en favor de los modernistas de PAM no emana, por tanto, de la convicción ideológica, sino de la necesidad del votante, y ésta representa una de las principales diferencias con respecto a los islamistas que si han contado con un votante entregado, sacrificado y militante. En los mítines y carruseles de los pejotadeístas se sentía el ambiente electoral.  “Ninguno de los que estamos aquí, recibimos dinero. Lo hacemos por nuestro partido, en favor de nuestra formación”, afirmaron desde las filas del PJD.

El catedrático de Derecho Económico, Larbi Benothmane, ve una transformación en el ejercicio electoral y en el pueblo porque se ha demostrado que “ahora el voto es influyente”, y eso ha estimulado el campo político. De la misma manera, esta nueva victoria islamista deja ver la “cohesión del PJD. Un partido disciplinado que además de contar con la maquinaria electoral, ha contado con la ideológica”, comentó Benothmane. No así el opositor PAM, que desde que nació en 2009 ha fallado en discurso, imagen y aparato electoral.

¿Cómo quedan el resto de partidos políticos? Pues, las formaciones históricas como los nacionalistas del Istiqlal, bajo el liderazgo de Abdelhamid Chabat, los socialistas de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) encabezados por Driss Lachgar o el Movimiento Popular, cuyo secretario general es Mohand Laenser, han perdido de manera notable representación parlamentaria. Su próximo rol a jugar en las negociaciones de coalición gubernamental  es fundamental porque sus escaños son necesarios para la creación de un Gobierno, ya que el PJD no puede gobernar solo, al no disponer de la mayoría parlamentaria. El secretario general del partido islamista, Abdelilá Benkirán, ya ha dejado claro su disposición a pactar con cualquier formación política salvo con el PAM. Game over. 

 

 

 

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