Martin Schulz durante un mitin en Essen, Alemania. (Maja Hitij/Getty Images)

He aquí un perfil del candidato del SPD a las elecciones en Alemania, ¿qué posibilidades tiene de ganar y qué su pone este político para el país y para el resto de Europa?

Cuando en abril de 2012 el entonces recién elegido presidente del Parlamento Europeo (PE), Martin Schulz, visitó Madrid las autoridades españolas se sorprendieron de una insólita petición del dirigente socialdemócrata alemán. Schulz quiso reunirse con 26 jóvenes españoles (trabajadores, estudiantes y parados) para conocer su situación y debatir sus problemas. Esta peculiar iniciativa, excluida en principio de la agenda oficial, brinda la medida del perfil del candidato del Partido Socialdemócrata Alemán a las elecciones federales del próximo 24 de septiembre. Nacido en 1955 cerca de Aquisgrán, en una zona fronteriza con Francia y los países del Benelux; sin titulación universitaria porque solamente pudo cursar el Bachillerato; ex alcohólico rehabilitado, Schulz se aleja bastante de los políticos profesionales al uso, pese a sus más de 20 años de permanencia como diputado en el PE. Fue librero durante más de una década antes de su entrada en la política que llegó por la vía municipal al ser elegido alcalde de la pequeña ciudad de Würselen, de apenas 40.000 habitantes.

Aclamado como la gran esperanza blanca de los socialdemócratas, no sólo alemanes sino del resto de Europa, a comienzos de este año, con el paso del tiempo se han esfumado las posibilidades de Schulz de vencer electoralmente a la hasta ahora imbatible Angela Merkel, canciller por la democristiana CDU desde 2005. Sus mensajes de justicia social, lucha contra la desigualdad y fomento de los servicios sociales no han calado en los comicios celebrados a lo largo de este año en varios länder (estados federados), incluido el feudo socialdemócrata de Renania del Norte-Westfalia. Así, el estilo franco y directo de Schulz, a pesar de las críticas que lo tachan de euroburócrata; y su empeño por demostrar que representa a una Alemania más justa y solidaria se han estrellado contra el enorme obstáculo de desmarcarse de una conservadora CDU con la que el SPD gobierna en coalición desde hace ocho años. Este hándicap a la hora de ofrecer políticas económicas y sociales diferentes de la derecha, sobre todo a partir del estallido de la crisis en 2008, ha lastrado a todos los socialdemócratas europeos y les ha pasado factura en las urnas, desde los países nórdicos hasta los mediterráneos.

En el caso germano, además, Schulz debe desenmascarar la increíble habilidad de Merkel para apropiarse de las buenas propuestas de otros partidos y exhibirlas como propias, bien se trate del salario mínimo (SPD), el fin de la energía nuclear (Los Verdes) o la acogida de los refugiados de Oriente Medio (una reivindicación de las formaciones más a la izquierda). En cualquier caso, la hipoteca de la grosse Koalition (gran coalición) se ha revelado demasiado pesada para los anchos hombros de este hombre, con barba y aire del librero que fue llamado Martin Schulz. Sin embargo, no ceja en su ambición de renovar la socialdemocracia, apostar por políticas más progresistas y, en esa línea, resulta curioso que Schulz entronque con otros veteranos líderes de la izquierda como el británico Jeremy Corbin o el francés Jean Luc Melénchon, por citar dos ejemplos. Pero en una sociedad tan preocupada por la estabilidad política y económica y tan obsesionada por mantener sus cuotas de bienestar como la alemana, la figura de Merkel, heredera política de Helmut Kohl que llegó del Este comunista, emerge como invencible. Así las cosas, los fiables sondeos alemanes otorgan una clara victoria a Merkel con un 37% de los votos frente al 21% del SPD y porcentajes que rondan el 10% para los ultras de Alternativa para Alemania (que entrarían por primera vez en el Bundestag), los liberales del FDP, los izquierdistas de Die Linke o los ecologistas de Los Verdes.

Todo apunta, pues, a que la CDU pueda formar después de los comicios un gabinete de coalición con sus tradicionales aliados liberales y, por tanto, pueda prescindir del SPD. En esa hipótesis bastante probable, Martin Schulz debería conducir, desde la oposición, a los socialdemócratas a una travesía por el desierto en busca de nuevas alianzas escoradas a la izquierda de cara al futuro. Está claro que Alemania, pese a su férrea estabilidad en todos los sentidos, no ha escapado en los últimos años al descrédito de los partidos tradicionales y a una identificación, a los ojos de amplios sectores sociales, entre conservadores y socialistas, entre la vieja derecha y la vieja izquierda. Por todo ello, Martin Schulz simboliza la encrucijada de todos los socialdemócratas europeos, acuciados por el auge de otras opciones progresistas más alternativas y obligados a reinventarse sin perder sus esencias de lucha por la igualdad, la solidaridad y la defensa de un Estado del bienestar que ellos contribuyeron a edificar desde la Segunda Guerra Mundial. Es posible que el antiguo librero, a sus 61 años, esté dispuesto a dar esa batalla hasta derrotar a Merkel en las urnas en 2021. Cabe recordar que pocas veces en la historia del SPD un líder ha tenido tanto respaldo de las bases, incluida el ala más radical que representa la actual ministra de Trabajo, Andrea Nahles, como Martin Schulz, un hombre hecho a sí mismo y acostumbrado desde joven a superar dificultades. De todas las maneras, el futuro de la socialdemocracia europea depende una vez más del SPD, un gigante político incluso en tiempos de crisis, que marcará la pauta para sus colegas del continente.