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El parque eólico GE-Alstom Block Island, que se encuentra a 3 millas de Block Island, se ve desde un barco en New Shoreham, Rhode Island. (Scott Eisen/Getty Images)

El mundo está en medio de una transición energética global y los países americanos, incluido Estados Unidos, son parte fundamental de esa transición. La innovación, la competencia creciente y el respaldo político están haciendo que las energías renovables y las medidas de ahorro energético sean cada vez más importantes.

El 1 de junio fue una fecha importante por dos motivos. Uno, porque fue el aniversario del anuncio del presidente Donald Trump de que Estados Unidos se retiraría del Acuerdo de París. Y dos, porque comenzó la temporada de huracanes de 2018 en el Atlántico. Salvo EE UU, todos los países de América —junto con todos los demás países de la Tierra— respaldan el Acuerdo de París. Y, aparte de esta gran discrepancia política, hay dos cosas que unen al continente: su tremenda vulnerabilidad a los fenómenos meteorológicos extremos y los impresionantes avances de las energías renovables.

En 2017, los ciudadanos de toda América —desde California hasta Colombia y desde Puerto Rico hasta Perú— se vieron golpeados por inundaciones, incendios forestales y una temporada de huracanes sin precedentes. Solo en Estados Unidos, los daños sobrepasaron los 300.000 millones de dólares. Una cifra anual nunca vista. Un nuevo estudio de la Universidad de Harvard estima que, como consecuencia del huracán María, en Puerto Rico han muerto 4.645 personas, 70 veces más que el cálculo inicial de 64 víctimas hecho por el Gobierno.

Estos fenómenos meteorológicos extremos están seguramente siendo más frecuentes e intensos debido al cambio climático, un tema que preocupa a los ciudadanos del continente americano. Un informe reciente de la Universidad de Yale llegó a la conclusión de que en Estados Unidos el  88% de los demócratas progresistas y el 58% de los republicanos progresistas y moderados están preocupados por el calentamiento global —en el caso de los republicanos conservadores, solo el 30%—. Un sondeo realizado en 2017 por el Latinobarómetro mostró que el 69% de los latinoamericanos piensan que el cambio climático es un problema urgente que debe abordarse de forma inmediata. Y sólo el 4% afirma que no es un problema.

Los votantes estadounidenses apoyan firmemente una serie de políticas que promueven las energías renovables. El 94% de los demócratas y el 79% de los republicanos están a favor de que haya más dinero para la investigación de la energía solar y la energía eólica. No son porcentajes extraños dados los grandes avances de las energías renovables.

El mundo está en medio de una transición energética global. La innovación, la competencia creciente y el respaldo político están haciendo que las energías renovables y las medidas de ahorro energético sean cada vez más importantes. Los países americanos, incluido Estados Unidos, son parte fundamental de esa transición.

En 2017, el Departamento de Energía estadounidense informó de que el país cuenta con 374.000 puestos de trabajo en el sector solar, 102.000 en el eólico y más de 2,2 millones relacionados con la eficiencia energética. Mientras que en el sector del carbón solo trabajan 160.000 estadounidenses. La energía solar y eólica da trabajo a más de 30.000 personas en Texas, 9.000 en Colorado y 5.000 en Pennsylvania. El Departamento de Trabajo prevé que los dos empleos que más van a crecer de aquí a 2026 sean el de instalador de paneles solares y el de técnico de servicio de turbinas de viento.

En 2016, la energía eólica generó el 6,3% de la electricidad total de Estados Unidos, una cifra sin precedentes, y cuatro estados —Iowa, Kansas, Oklahoma y Dakota del Sur— produjeron más del 30% de su electricidad de este tipo de energía. De la capacidad total instalada actualmente, Texas lleva la delantera con 22.799 megavatios, seguido de Oklahoma y Iowa.

Las energías renovables también están progresando rápidamente en América Latina, a medida que los costes de las tecnologías se reducen y el marco reglamentario mejora. El precio medio de la energía solar en las subastas energéticas de la región descendió un 87% entre 2009 y 2017, mientras que el precio de la energía eólica cayó un 37% entre 2008 y 2016. En 2017, México obtuvo inversiones en energías renovables por valor de nada menos que 6.000 millones de dólares. Un 810% más que el año anterior.

Durante la presidencia de Obama, la cooperación en materia de energías alternativas fue un elemento clave de la relación de Estados Unidos con Latinoamérica. En junio de 2016, Estados Unidos, Canadá y México fijaron el objetivo del 50% de producción de energías limpias antes de 2025. Una de las iniciativas emblemáticas del presidente Obama, la Alianza de Energía y Clima de las Américas (ECPA), se centró en iniciativas de cooperación técnica para promover las energías limpias. Aunque los resultados han sido modestos, la colaboración ha continuado con el nuevo presidente de EE UU.

Además de retirarse del Acuerdo de París, el Gobierno de Trump está presionando para eliminar el legado de Obama en materia de cambio climático. Estados Unidos no va a entregar otros 2.000 millones de dólares prometidos por el Ejecutivo anterior al Fondo Verde del Clima para ayudar a los países en desarrollo a abordar el cambio climático. Y en el ámbito nacional, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) está tratando de debilitar el Plan de Energías Limpias —pensado para limitar las emisiones de las centrales eléctricas— y los requisitos sobre eficiencia energética y reducción de emisiones de los coches y camiones.

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Las ruinas de una casa que fue destruida por Thomas Fire se ven el 10 de diciembre de 2017 cerca de Carpinteria, California (David McNew / Getty Images)

A pesar de estos retrocesos, 10 estados —entre ellos California, Nueva York y Carolina del Norte—, 1.886 empresas e inversores, 260 ciudades y condados y 345 escuelas y universidades han firmado la declaración We Are Still In (Seguimos comprometidos) para demostrar su compromiso de lucha contra el cambio climático.

Nueva York y California ya han anunciado sus respectivos planes de impulsar los vehículos eléctricos, con una inversión total de 1.000 millones de dólares entre los dos estados. Varios alcaldes republicanos, entre ellos Kevin Faulconer de San Diego, también están promoviendo en sus ciudades estrategias para avanzar hacia el cumplimiento de los objetivos climáticos. Grandes empresas como Apple, Google, Walmart y General Motors están invirtiendo voluntariamente miles de millones de dólares en nuevos proyectos eólicos y solares para abastecer de energía a sus actividades o compensar su uso de la energía convencional.

En América Latina, más allá de los planes para reducir las emisiones y crear una resiliencia que permita a los países resistir frente al cambio climático, las ciudades también están poniendo de su parte. Veinticinco alcaldes, incluidos los de Buenos Aires, Caracas, Ciudad de México, Quito, Río de Janeiro y Santiago, han prometido llegar a cero emisiones antes de 2050. Además, con una decisión que es una firme señal al sector privado, varios países latinoamericanos han adoptado o se han comprometido a adoptar medidas de fijación de precios del carbono, incluidos los impuestos y los sistemas de comercio de derechos de emisión, como forma de empujar a los sectores eléctrico y del transporte a abandonar los combustibles fósiles y pasar a alternativas bajas en emisiones de carbono.

La colaboración entre países y estados está en aumento. En diciembre de 2017, los gobiernos de Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile y México, junto a los gobernadores de California y Washington y los primeros ministros de Alberta, Columbia Británica, Nueva Escocia, Ontario y Quebec, firmaron la Declaración de París sobre el precio del carbono en las Américas, con el fin de instaurar políticas de tarificación del carbono.

El próximo mes de septiembre, la Cumbre Mundial de Acción sobre el Clima, hospedada por el gobernador de California, Jerry Brown, será el espacio ideal para que entidades subestatales de todo el mundo muestren las actuaciones que están llevando a cabo a propósito del cambio climático y encuentren formas de hacer más. Una mayor cooperación entre Estados Unidos y América Latina, a escala nacional y entre las ciudades, los estados, el sector privado y la sociedad civil, puede desempeñar un papel crucial a la hora de lograr que el hemisferio sea más resistente a los efectos del clima y, por tanto, más seguro. Además, la cooperación reforzará la competitividad, al adoptar los avances en energías renovables, vehículos eléctricos y almacenamiento de baterías.

La decisión de Donald Trump de abandonar el Acuerdo de París es verdaderamente desafortunada, pero los esfuerzos crecientes en todo el continente americano para construir un futuro más resiliente y sostenible siguen avanzando, incluso en Estados Unidos, sin contar con el liderazgo del Gobierno.

Este artículo ha sido publicado originalmente en inglés en Global Americans

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia