¿Qué aspecto tendrá el mundo del mañana? El mismo que hoy.

Nunca hay que subestimar el poder profético de la inercia. A saber: es evidente que las relaciones entre israelíes y palestinos seguirán degenerando, Pakistán seguirá siendo el polvorín del futuro, y Estados Unidos seguirá muy endeudado, pero seguirá siendo uno de los países más prósperos del mundo.

El planeta, por supuesto, está lleno de tumultos, convulsiones y cambios repentinos, pero son muy difíciles de predecir. Si señalar cuándo y dónde va a producirse la próxima revolución es una tarea propia de sabios, separar a los sabios de los tontos es en sí una insensatez: en un mar de predicciones, es difícil saber realmente quién sabe realmente lo que está a la vuelta de la esquina. Desde luego, algunos, a veces, aciertan. ¿Significa eso que hay que confiar en su próxima predicción? En este sentido, escoger a un profeta es similar a tratar de encontrar a un gestor de fondos mutuos capaz de acertar. Todos los años, uno de cada 100 gestores de fondos está, por definición, en el 1% mejor. Se les elogia y se les llama sabios de las inversiones; sus fondos se multiplican. Pero existen pocas pruebas de que los rendimientos de los fondos se mantengan; al año siguiente, esos grandes gestores vuelven a ser del montón. Los gestores de fondos extraordinarios son, en general, más afortunados que listos. Resulta igualmente difícil separar el trigo de la paja en el mercado de las profecías. A posteriori, los afortunados parecen genios, y sus predicciones parecen obvias; todos nos rascamos la cabeza y nos preguntamos por qué no vimos cómo se venían encima la burbuja inmobiliaria o la crisis financiera mundial.

Una forma de asegurarse de acertar por lo menos algunas veces es hacer la misma predicción año tras año; al fin y al cabo, un reloj parado da bien la hora dos veces al día. El propio Mr. Agorero –el economista de la Universidad de Nueva York Nouriel Roubini– llevaba años esperando una catástrofe financiera en EE UU. Como declaró Anirvan Banerji, del Economic Cycle Research Institute a The New York Times Magazine el año pasado, las explicaciones de Roubini –unos déficit comerciales cada vez mayores, unos déficit de cuenta corriente elevadísimos, el huracán Katrina, el aumento increíble de los precios del petróleo– han evolucionado con el tiempo. Pero, como sabemos hoy, acertó cuando habló de la burbuja inmobiliaria en 2006. ¿Listo o afortunado? Habrá que esperar a ver si se cumplen sus próximas predicciones.

¿Qué ocurre con las predicciones y los planes para el futuro? Muchos cambios son resultado de lentas variaciones en ámbitos como la demografía, la tecnología e incluso las pautas climáticas mundiales, que son más o menos –aunque sea de manera imperfecta– previsibles. ¿Cuál es mi predicción sobre el aspecto que tendrá el mundo en el futuro? Miren a su alrededor.