No es habitual que el azar haga coincidir dos citas electorales de tanta trascendencia como el referéndum sobre el Brexit en Reino Unido y las elecciones generales en España. Sin embargo, de la combinación de lo que ocurra de aquí al fin de la semana dependerá en buena medida cómo se configure nuestro futuro más cercano.

Fotolia. Autor: jpgon
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Incluso la opinión pública española, tan poco dada por lo general a seguir de cerca los acontecimientos internacionales, está volcada en este último tramo de la campaña británica. Y con razón. De ganar el Leave, España podría ser uno de los países más afectados, para empezar, en su economía, pero también en el cuestionamiento del proyecto europeo en una sociedad cada vez más desencantada con él.

Más allá de las implicaciones directas para nuestro país, desde este medio estamos convencidos de que el escenario de salida es malo para todos, para el Reino Unido y para el resto de la UE. Nos sumamos a todos aquellos que han apelado a los británicos a tratar de mejorar la Unión desde dentro, como parte integral que son de ella, y a alejar los fantasmas de recesión, aislamiento e incluso descomposición que el Brexit ha suscitado.

Pero también nos sumamos a todos los que demandan trabajar en firme por revisar aquellos aspectos de la UE que están logrando la desafección de un buen número de ciudadanos europeos, desde el monopolio absoluto de la austeridad como principio único en política económica hasta la ineficacia y la hipocresía como elementos rectores en la gestión de los refugiados, pasando por el exceso de burocratización o la incapacidad para poner en marcha una auténtica política exterior común, entre otros muchos.

Por ello, pase lo que pase en el Reino Unido el jueves, y en España el domingo, el próximo Gobierno español debería asumir desde el primer momento un papel más decidido en la definición de esa Europa que viene, o que debería venir; es más, que impulse ese proceso de revisión tan necesario sin esperar a la siguiente gran crisis existencial. Porque sería más que preocupante que ante una –deseable– victoria del Remain, la UE volviera a caer en la complacencia y en la inercia sin haber escuchado lo que algo tan dramático como el referéndum ha puesto sobre la mesa.

España tiene el potencial, la capacidad, la historia y la geografía adecuados para participar de un modo más activo en el debate global, y, sobre todo, para ocupar un lugar más determinante en el plano internacional. Es más, en este entorno tan globalizado y, sobre todo, tan europeizado, muchas soluciones a problemas nacionales proceden necesariamente de una mejor gestión de lo exterior. Lo que ha faltado en los últimos años es la voluntad política, tal vez incluso la convicción, de poder ejercer dicha capacidad.

No se trata de una reclamación nueva, si bien en la campaña y los debates electorales la cuestión exterior ha vuelto a ser prácticamente inexistente. Seguiremos deseando un Gobierno español, sea del color que sea, más activo e involucrado en la defensa de una, realmente, mejor Europa, esperando además que esta siga incluyendo al Reino Unido.