El Índice anual de la globalización de A.T. Kearney/
Foreign Policy
revela que, pese a la desaceleración económica, la
expansión de Internet en los países pobres y el aumento de los viajes
profundizaron las relaciones mundiales. Dos países europeos, Irlanda y
Suiza,
encabezan nuestra clasificación de la globalización política, económica
y tecnológica, mientras España queda en el puesto 24. Descubra quién es
más global y quién menos.

Cuarto Indice de Globalización Anual


Los titulares de prensa del año pasado arrojaron comentarios sombríos
sobre las perspectivas de la integración mundial. La reunión de la Organización
Mundial de Comercio (OMC) en Cancún (México) fracasó al rebelarse los
países en vías de desarrollo contra la negativa de los Estados industrializados
a reducir sus subsidios agrícolas. Los ministros de Comercio tuvieron
que rebajar sus planes con vistas al proyecto del Área de Libre Comercio
de América del Norte (ALCA) y esquivar las controversias sobre propiedad
intelectual e inversiones. Estados Unidos y la Unión Europea (UE) se dieron
bofetadas diplomáticas por cuestiones como el libre mercado y la guerra
contra el terrorismo. Dentro de la UE, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento
que limita los déficit públicos en la zona euro, voló por los aires y
la integración política empezó a renquear tras el fracaso de los dirigentes
europeos en conseguir un acuerdo sobre el borrador de Constitución europea.
Y Naciones Unidas, posiblemente el símbolo más patente de la cooperación
multilateral, pareció paralizarse, cuando se puso sobre la mesa el espinoso
debate en torno a la intervención militar en Irak.

Antes de dar la extremaunción a la globalización, hay que señalar
que eso ya lo hemos oído antes. Tras los ataques terroristas del 11-S,
los expertos predijeron el final de la globalización como tal. Las fronteras
porosas que hicieron posible la circulación mundial sin precedentes de
dinero, bienes, personas e ideas se llenaron de alambradas y puestos de control,
paralizando el comercio y los viajes. Ciertos agoreros vislumbraron incluso
un caos político y económico parecido a los prolegómenos
de la Primera Guerra Mundial.

Pero esta edición del Índice de la globalización de A.T.
Kearney/Foreign Policy muestra que la globalización resistió en
2002. Fue un año difícil para las relaciones económicas
mundiales, ya que la caída de la inversión directa extranjera
(IDE) y el fuerte recorte de los flujos de inversión de cartera supusieron
que la integración económica descendiera a su punto más
bajo desde 1998. Pero la globalización abarca mucho más que las
subidas y las bajadas de los ciclos económicos. Por eso, este Índice
usa varios indicadores, que incluyen el comercio, las finanzas, el compromiso
político, la tecnología de la información y el contacto
personal para determinar la clasificación de 62 países. Nos dimos
cuenta de que varios indicadores no económicos de la integración
mundial, desde los viajes al tráfico telefónico, se mantuvieron
fuertes en 2002, mientras que el acceso a Internet en el mundo entero siguió
aumentando.

La globalización superó un periodo de desafíos considerables
en 2002: nuevas y rigurosas medidas de seguridad en los aeropuertos, una larga
lista de escándalos de empresas de primera fila en los países
desarrollados, caída del mercado financiero tras el embrollo económico
de Argentina y espectaculares atentados terroristas en países como Indonesia
y Kenia. A pesar de todos estos inconvenientes, el mundo estaba más –y
no menos– integrado que nunca a finales de 2002.

ANGUSTIA ECONÓMICA
En 2001, la economía mundial estaba en recesión y los principales
indicadores de la integración perdían terreno en plena ralentización
mundial, exagerada por los atentados terroristas. En su conjunto, las relaciones
económicas que unen a los países se debilitaron aún más
en 2002, lo que redujo los beneficios del boom de finales de los años
90 que se situaron por debajo de los niveles registrados en 1998 (en relación
con el tamaño de la economía mundial). La caída continua
de flujos de capital en el mundo, sobre todo de las economías más
desarrolladas, fue una de las principales razones de esta decadencia. Después
de bajar un 40% en 2001, la IDE descendió otro 21% en 2002, hasta llegar
a los 651.000 millones de dólares (unos 500.000 millones de euros), el
nivel más bajo en cinco años.

Aunque fue en Estados Unidos y el Reino Unido donde se produjo la mitad de
esta caída, la tendencia afectó a todo el mundo y los flujos de
IDE disminuyeron en 108 países. En un acto reflejo, éstos se esforzaron
al máximo para atraer a inversores extranjeros: 70 gobiernos adoptaron
la cifra récord de 248 cambios reguladores y legales para favorecer la
inversión, por encima de las 208 medidas similares tomadas en 2001 y
las 150 de 2000. En 2002, los mercados emergentes sacaron a Bolsa menos valores
que nunca desde 1995, y eso que China representó ella sola un tercio
de las salidas a Bolsa fuera de Norteamérica, Europa y Japón.
Pero no todos los aspectos de la economía mundial fueron tan sombríos.

En 2002, el crecimiento empezó a recuperarse por fin tras la crisis
del año anterior. A pesar de que las cifras totales no alcanzaron las
de los felices 90 (cuando el crecimiento medio mundial fue del 4,8% anual),
el crecimiento real general subió hasta el 1,9 % desde el 1,3% de 2001.
Las naciones en desarrollo recibieron un fuerte empuje y su crecimiento pasó
del 2,4% al 3,3%, mientras las economías más ricas conseguían
una mejora inferior al 1%. En general, las cifras de los intercambios comerciales
también subieron tímidamente (sólo el 2,5%) y el crecimiento
fue mayor en las economías en transición de Europa central y del
Este y en los países emergentes de Asia.

Los 25 más globales

Irlanda está a la cabeza de los países más globales de
nuestro informe, gracias a sus profundas relaciones y sus importantes contactos
con el resto del mundo. Seis de los primeros puestos entre los países
más integrados son para Europa occidental en el estudio de este año.
EE UU aparece entre los diez primeros y se sitúa, además, en el
primer lugar en número de servidores seguros de Internet por habitante.
Algunos países de Europa central y del Este, Oceanía y el sureste
asiático también se cuelan en los primeros puestos, por delante
de España.

INTEGRACIÓN ECONÓMICA: Comercio, inversión
directa extranjera (IDE), flujos de inversión de cartera, pagos y rentas
de inversión.

CONEXIÓN TECNOLÓGICA: Número de usuarios
de la Red, portales y servidores de Internet y servidores seguros para transacciones
cifradas.

CONTACTOS PERSONALES: Viajes y turismo internacionales, tráfico
telefónico, remesas transfronterizas y transferencias personales.

COMPROMISO POLÍTICO: Pertenencia a organizaciones internacionales,
contribuciones humanas y financieras a las misiones de la ONU, número
de tratados internacionales ratificados e importe de las transferencias de ingresos
y pagos públicos.

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INERCIA POLÍTICA

Las relaciones políticas globales sufrieron pocos cambios en 2002, un
año en el que se plasmaron las dificultades para llegar a acuerdos internacionales
sobre problemas de primera magnitud. El aumento de la tensión en torno
a Irak selló una nueva ruptura tras la apuesta decidida por la invasión
del presidente de EE UU, George W. Bush, lo que dañó las relaciones
transatlánticas, ya resentidas por los aranceles sobre el acero y los
subsidios agrícolas. Al mismo tiempo, EE UU, Chile, China e Israel rechazaron
la ratificación del Tratado de la Corte Penal Internacional (CPI), a
pesar de la adhesión de 38 nuevos miembros.

Sin embargo, los países consiguieron establecer bases comunes sobre una
amplia gama de medidas antiterroristas, como compartir datos bancarios para
luchar contra el blanqueo de dinero. Y los países industrializados se
tomaron un breve respiro en su disputa sobre Irak para centrarse en la pobreza
mundial durante la Conferencia Internacional de Financiación para el
Desarrollo en Monterrey (México). Los participantes se comprometieron
a aumentar en un tercio la ayuda a los países más pobres del mundo
en los próximos cinco años y consiguieron aumentar la ayuda real
el 4,9% sólo en 2002. Entre las mejoras más importantes estuvo
el aumento del 11,6% de la ayuda de Estados Unidos, cuyo programa Cuenta del
Reto del Milenio tiene por objetivo aumentar esta partida más del 50%
hasta 2005.

Además, a pesar de varios enfrentamientos sobre importantes problemas
comerciales, los principios de la apertura mundial de los mercados se afianzaron
en 2002. Asimismo, los gobiernos siguieron aportando recursos para los esfuerzos
de mantenimiento de la paz mundial. Aunque las contribuciones financieras y
de personal a las misiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas bajaron
ligeramente en 2002, la suma fue, sin embargo, cuatro veces mayor que en 1998.
En total, 89 países aportaron más de 39.000 efectivos a 15 operaciones
en todo el mundo, contando las misiones de paz en Timor Oriental y Afganistán.

Clasificaciones

El Índice de la globalización de A.T Kearney/Foreign Policy clasifica
62 países en 14 variables agrupadas en cuatro indicadores: integración
política, contactos personales, conexión tecnológica y
compromiso político. En la tabla, los diez primeros países de
cada categoría están sombreados en naranja y los diez últimos
en azul.

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Mientras la economía y la política echaban el freno en 2002,
la conexión a Internet fue uno de los aceleradores más poderosos
de la integración. A pesar de una coyuntura económica difícil,
el uso de la Red en todo el mundo se expandió rápidamente. Más
de 130 millones de nuevos usuarios se engancharon al ciberespacio en 2002, lo
que elevó el total a más de 620 millones de internautas, el equivalente
al 9,9% de la población total mundial y con una subida del 8,1% frente
al año anterior. Según cálculos aproximados, la Red contiene
ahora un volumen de información 17 veces mayor que los fondos impresos
de la biblioteca del Congreso de Estados Unidos, y los nuevos datos que se añaden
a diario equivalen al contenido de una biblioteca académica media de
investigación de un país desarrollado.

 


Cómo se calcula el Índice.

El Índice de la globalización de A.T. Kearney/ Foreign
Policy investiga y considera los cambios en cuatro componentes clave de
la integración mundial e incorpora medidas tales como los flujos
comerciales y financieros, movimiento de personas fuera de las fronteras,
tráfico telefónico internacional, uso de Internet y participación
en los tratados internacionales y operaciones de manteni- miento de paz.
Los 62 países clasificados en el Índice de la globalización
de 2002 representan el 96% del PIB y el 84% de la población mundial.
Comprende, asimismo, los países desarrollados y los que están
en vías de desarrollo para ofrecer una visión completa de
la integración mundial.

La integración económica combina datos sobre comercio,
inversión directa extranjera (IDE) y flujos de inversión
de cartera, así como pagos e ingresos de rentas de inversión.
El contacto personal estudia los viajes y el turismo internacionales,
y las remesas transfronterizas y transferencias personales (incluidas
las remesas de emigrantes, dietas a los empleados y otras transferencias
personales no gubernamentales). La capacidad de conexión tecnológica
cuenta el número de usuarios de la Red, los servidores de Internet
y los servidores seguros mediante los cuales se llevan a cabo transacciones
cifradas. Finalmente, el compromiso político tiene en cuenta la
pertenencia de cada país a organizaciones internacionales, contribuciones
en personal y financieras a las misiones de la ONU, ratificación
de determinados tratados internacionales multilaterales y el importe de
las transferencias de ingresos y pagos públicos.

Para la mayoría de las variables se añaden los flujos
entrantes y salientes de cada año y se divide la suma por el crecimiento
económico nominal (medido por el PIB) o por la población,
si es apropiado. Dos de los indicadores de compromiso político
siguen siendo cifras absolutas: pertenencia a organizaciones internacionales
y número de ratificaciones de determinados tratados, variable para
medir la participación en los acuerdos multilaterales. Otra modificación
es que las contribuciones de cada país a la ONU se miden con una
media ponderada de la contribución financiera dividida por el PIB
del país y la contribución personal del país partida
por su población. De esta forma, el indicador calcula las contribuciones
de cada país según su capacidad de contribuir, en vez de
la cifra absoluta de la contribución. Este proceso produce datos
para cada año, lo que permite las comparaciones entre países
de cualquier tamaño. Los datos resultantes de cada variable se
normalizan entonces mediante un procedimiento que asigna valores a los
puntos de los datos para cada año en relación con el punto
de datos máximo ese año. El punto de valor máximo
de los datos es uno y todos los demás son, pues, inferiores a la
unidad. La lista de resultados normalizados para cada variable de cada
año se multiplica entonces por un "factor de escala".
El año base (1998 en este caso) tiene asignado valor 100 para simplificar.
El factor de escala de las variables aportadas para cada año siguiente
es el porcentaje de alza o baja en el resultado normalizado del punto
máximo de los datos, frente a 100. Con este factor de escala, se
mantienen las comparaciones entre países en el mismo año,
mientras que se hacen posibles las comparaciones en el tiempo entre los
cambios de las variables individuales. Los resultados de los índices
del país se suman entonces, con una ponderación doble para
IDE debido a su importancia particular en el flujo y reflujo de la globalización.
Las variables tecnológicas y políticas se aglutinan luego
en indicadores únicos, con igual peso para las variables que lo
componen.

Los resultados del Índice de la globalización para cada
país y año se calculan con la suma de los resultados de
todos los indicadores. Los países con poco peso comercial tienden
a ocupar los primeros puestos del Índice, lo que lleva a algunos
observadores a concluir que el tamaño tiene un papel indebido en
la determinación del Índice de la globalización.
Un examen más atento, sin embargo, sugiere otra cosa. Los países
pequeños tienden a tener una ventaja sobre los más grandes
en niveles similares de renta por habitante.

 

 

UNA RED MUNDIAL
Sin embargo, y al contrario que en años anteriores, el crecimiento de
los países en desarrollo fue el impulso clave para la expansión
de Internet. Mientras algunos mercados desarrollados rozaban la saturación,
los usuarios de Internet en estas naciones crecieron tres veces más deprisa
que en el resto. El descenso de las cuotas de conexión y del precio de
los ordenadores personales, añadido a un fuerte aumento de la población
y a una creciente proporción de jóvenes expertos, animó
a una rápida adopción de tecnología y a una mayor demanda,
sobre todo en las zonas más pobladas. En China, el número de internautas
subió el 75% en 2002; en Brasil, el 78,5%, y en India el 136%.

Oriente Medio siguió siendo una de las regiones menos conectadas del
mundo, aunque registró un aumento del 116%, debido al interés
de sus habitantes por acceder a fuentes de información alternativas sobre
los acontecimientos ocurridos en su entorno geopolítico. La Conferencia
de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo calcula que, de continuar ese
ritmo, los usuarios de Internet en los países en vías de desarrollo
podrían equivaler a más de la mitad del total mundial dentro de
cinco años.

La proliferación de otras formas de comunicación permitió
también todo tipo de relaciones interpersonales. El tráfico telefónico
internacional siguió creciendo, con 9.000 millones de minutos más,
hasta sumar 135.000 millones en 2002 (más de 21 minutos por persona en
el planeta). Las naciones en vías de desarrollo como Botsuana, Hungría,
Indonesia y Suráfrica estuvieron más comunicadas que nunca, mientras
el rápido desarrollo de redes inalámbricas permitió a los
consumidores saltarse la etapa de la obsoleta telefonía fija para pasar
directamente a la móvil. En 2002, por primera vez, el número de
teléfonos móviles por cabeza (móvil-densidad) en el mundo
superó al de las líneas telefónicas normales, con 18,98
clientes de móviles por cien habitantes, frente a 17,95 clientes de líneas
fijas.

Contra lo que pudiera parecer, en 2002, el número de viajeros se incrementó
en 22 millones de personas con respecto a 2001. Asia registró un crecimiento
espectacular, y China, en concreto, atrajo a 36,8 millones de visitantes y se
situó entre los cinco destinos turísticos mundiales más
populares. Sorprendentemente, el mayor aumento fue en Oriente Medio, donde los
viajes crecieron más del 15%, al tiempo que muchos países realizaban
importantes inversiones en hoteles de lujo, aeropuertos y otras infraestructuras
en un intento de diversificar los ingresos obtenidos con el petróleo.

EE UU fue la única zona donde bajó el turismo porque la ralentización
económica y la crisis internacional disuadieron a los visitantes. Los
inmigrantes de todo el mundo enviaron cerca de 80.000 millones de dólares
a sus países de origen: una fuente de renta casi tan importante como
los 100.000 millones de dólares que reciben a través de IDE. Filipinas,
con cerca de una décima parte de su población en el exterior,
se situó como la primera beneficiaria mundial de remesas, que superaron
el 8% de su PIB.

Y LOS GANADORES SON…
Por tercer año consecutivo, Irlanda se sitúa como el país
más globalizado del mundo. En 2002, desafió la tendencia bajista
generalizada de las inversiones en Europa occidental y registró el mayor
flujo de IDE de su historia, con 24.700 millones de dólares, lo que incluye
nuevas inversiones en los sectores de rápido crecimiento, como el informático
y el farmacéutico. Intel, por ejemplo, anunció que invertirá
otros 2.000 millones de dólares en Irlanda en los próximos años
para fabricar placas de semiconductores de última generación.
Sin embargo, la distancia de Irlanda sobre otros países se aminoró
en 2002, al caer una cuarta parte la inversión de cartera con respecto
a 2001. A pesar de todo, una sólida muestra de facetas no económicas
de integración mundial le ayudó a mantener el primer puesto. Por
ejemplo, demostró una vez más su liderazgo en conexiones tecnológicas
y se clasificó en séptima posición en cuanto al número
de servidores seguros por habitante.

Los países más integrados
globalmente son Irlanda, Suiza, Austria, Finlandia, Países Bajos
y Dinamarca, que, además, son los más comprometidos con el
sistema internacional

Singapur se situó como el segundo país más globalizado,
avanzando así dos puestos frente al año anterior. A pesar de la
difícil situación económica, encabezó las clasificaciones
en comercio, ya que las exportaciones e importaciones totales supusieron el
340% de su actividad económica total. Tras una caída en los dos
años anteriores, las exportaciones se recuperaron ligeramente gracias
a la fuerte demanda de productos electrónicos, que sumaron cerca del
60% de las exportaciones de Singapur. La decisión de hacer público
el acuerdo bilateral de libre comercio con Estados Unidos (finalmente firmado
en 2003) ayudó a impulsar la confianza mundial en su economía.
Singapur también se situó como el país más parlanchín
del Índice, con una media de al menos 13 horas de llamadas telefónicas
por habitante en 2002.

 


Un mundo hobbesiano.
Grados de globalización contra esperanza de vida
Algunos críticos denuncian que la globalización empobrece
a los gobiernos, reduce las ayudas sociales y priva a los trabajadores
de una vida saludable. Si eso fuera cierto, los habitantes de las sociedades
más globales del mundo llevarían unas vidas que, en palabras
del filósofo británico Thomas Hobbes, son "feas, brutas
y cortas". Para comprobar esta hipótesis, hemos comparado
las clasificaciones del Índice de la globalización de este
año con los últimos datos de Naciones Unidas sobre la esperanza
de vida en cada país: hemos dado a cada uno de los 61 países
representados en este gráfico una "clasificación de
esperanza de vida". Como muestra el gráfico inferior, la
tendencia en los países más globales es que sus habitantes
sean los que más edad alcanzan. También se mantiene esta
conclusión si se refiere sólo a países en desarrollo.

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Fuente: Programa de Desarrollo de
Naciones Unidas.
Nota: Taiwan no está incluido.
 

 

Europa occidental
Seis de los primeros puestos entre los países más integrados globalmente
son para Europa occidental: Irlanda, Suiza, Austria, Finlandia, Países
Bajos y Dinamarca. En el frente político, el Viejo Continente fue el
más comprometido con el sistema internacional. Los diez principales donantes
de ayuda en 2002 (en porcentaje del PIB) fueron todos países de Europa
occidental. La introducción oficial de la divisa común, el euro,
en enero de 2002 fue una prueba de la profunda integración regional y
garantizó beneficios económicos a largo plazo al aumentar la estabilidad,
reducir los tipos de interés y eliminar el riesgo del tipo de cambio.
Grecia tuvo el peor comportamiento de la zona y bajó del puesto 26 al
28 al aumentar el déficit comercial y atascarse el flujo de IDE tras
dos años de cifras excepcionalmente elevadas, a pesar de los Juegos Olímpicos
de 2004. Sin embargo, Atenas mantuvo un resultado relativamente bueno en integración
política, debido en parte a su compromiso activo en los esfuerzos de
mantenimiento de la paz en los Balcanes.
América del Norte
Estados Unidos entró en los diez primeros puestos por primera vez y ganó
cuatro, hasta quedar séptimo. Este salto se debe a la tecnología,
ya que EE UU encabezó de nuevo las listas de servidores seguros de Internet
por habitante. En cambio, permaneció ausente de forma notable de la mayoría
de los principales tratados internacionales firmados durante la última
década, como la CPI y el Tratado de Ottawa contra las minas antipersonas.
Como resultado, Estados Unidos se situó en el puesto 60 en términos
de firma de acuerdos internacionales, sólo un paso por delante de Taiwan,
cuyo estatuto ambiguo no le permite firmar la mayoría de los tratados
multilaterales. México subió seis puntos, pero su puesto 45 sigue
estando muy por debajo de sus socios en el Tratado de Libre Comercio de América
del Norte. Las remesas de los inmigrantes mexicanos llegaron a 9.800 millones
de dólares en 2002, el doble del valor de sus exportaciones agrarias
anuales.


Cuestión de
Fe
Grados de globalización contra niveles de participación
religiosa
A lgunos sacerdotes y teólogos sostienen que la globalización
es equivalente a un ataque a la fe religiosa, porque socava las morales
tradicionales y suplanta los valores locales con la cultura del materialismo
y el exceso típico del mundo occidental. ¿Lleva la integración
mundial a la secularización? Para explorar esta cuestión,
hemos comparado la clasificación de 50 países del Índice
de la globalización de este año con una lista de países
clasificada según la importancia de la participación religiosa.
Esta lista está tomada de los resultados de la Encuesta Mundial
de Valores de 1981 a 2001, que preguntaba a los encuestados: "Aparte
de bodas, funerales y bautizos, ¿cada cuánto tiempo aproximado
asiste a los servicios religiosos actualmente?"

Como indica el gráfico, varios países agrupados cerca de
la parte baja del Índice de la globalización muestran elevados
grados de participación religiosa. Es cierto que hay una cifra
significativa de excepciones. Por ejemplo, Irlanda y Estados Unidos, ambos
situados entre los diez primeros en el Índice de la globalización
de este año, están entre las sociedades más religiosas
del mundo. Al contrario, Grecia (en el puesto 28) y Ucrania (en el 43)
muestran bajos niveles de participación religiosa. Irán,
el último clasificado en nuestro Índice, es, en realidad,
menos religioso que países fuertemente globalizados como Canadá
(6) y Portugal (16).

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Fuente: Sacred and Secular: Religion and
Politics Worldwide,
de Ronald Inglehart y Pippa Norris (Cambridge University Press,
de próxima aparición).

 

Oceanía
El nivel de integración aumentó en Oceanía al afianzarse
las relaciones económicas y tecnológicas de la zona con el resto
del mundo. Nueva Zelanda entró por primera vez en los puestos de cabeza
y subió del puesto 16 al 8. El comercio electrónico creció
con fuerza después de la promulgación de sólidas protecciones
legales para las transacciones en la Red, lo que permitió llevar a Nueva
Zelanda al segundo puesto en cuanto a servidores seguros por cabeza, por detrás
de Estados Unidos. Además, Nueva Zelanda se situó en primer lugar
en ayuda financiera y humana a las operaciones de mantenimiento de paz de Naciones
Unidas (teniendo en cuenta el tamaño de su población y el PIB),
al contribuir con el envío de tropas a Timor Oriental, Kosovo, Sierra
Leona y Oriente Medio. La vecina Australia entró entre los 20 primeros
del Índice y pasó del puesto 21 al 13 al duplicar los flujos de
IDE, que alcanzaron los 15.700 millones de dólares, lo que multiplicó
por cuatro la cuota de Australia en IDE mundial. Empresas de automóviles
como Ford y Mitsubishi Motors eligieron el continente australiano para sus operaciones
en la zona y sus centros de investigación y desarrollo, un reflejo de
la atractiva combinación que ofrece este país de elevada productividad
y bajos costes operativos.

Sureste asiático
Entre los países en desarrollo, el sureste asiático se mantuvo
como la zona más integrada globalmente, a pesar de haber sido golpeada
por la ralentización de la economía mundial y un duro ataque terrorista.
Junto a Singapur, Malaisia también consiguió colarse en la zona
superior del Índice de este año hasta situarse en el puesto 20.
En contraste, Indonesia fue el país menos integrado. La ocupación
hotelera cayó por debajo del 10% tras el atentado de Bali, el destino
más turístico, en octubre de 2002. Dado que el sector turístico
emplea a más de siete millones de personas y equivale a cerca del 5%
del PIB, los efectos de la acción terrorista repercutieron en todo el
país.

Europa central y del Este
Europa central y del Este destacó también como una de las escasas
zonas con fuerte crecimiento de los intercambios económicos con el resto
del mundo. Frente a la coyuntura bajista mundial, los flujos de IDE subieron
un vertiginoso 19%, coincidiendo con su inminente entrada en la UE en 2004.
Eslovenia y Eslovaquia registraron los aumentos más destacados, impulsados,
en parte, por la privatización de empresas estatales. Se trató,
sobre todo, de inversión europea, pero también otras empresas
entraron en acción, como la surcoreana Hyundai Motor, que anunció
proyectos para construir su primera planta industrial en la zona.

Además, Eslovaquia, Eslovenia, República Checa y Hungría
también superaron la media mundial con crecimientos de los intercambios
comerciales superiores al 10%, mientras Polonia quedó sólo ligeramente
por detrás. Al subir el turismo y las transacciones empresariales, Europa
del Este adelantó al sureste asiático, ya que registró
el crecimiento interanual más rápido del tráfico telefónico
internacional. La mejor clasificada de Europa central y del Este es Eslovenia,
que, con su puesto 19, se sitúa entre los 25 mejores de la lista por
primera vez.

LOS PUESTOS INFERIORES

Extremo Oriente
Ningún país de Extremo Oriente está entre los 20 primeros
este año. Peor aún, el único país que mejoró
fue Japón, que pasó del puesto 35 al 29. Junto a Corea del Sur
y Taiwan, sufrió un retroceso en los flujos de inversión de cartera
y de IDE. Ni siquiera la Copa del Mundo de fútbol de 2002 pudo impulsar
la economía de la zona, ya que los aficionados que se quedaron en casa
para apoyar a sus equipos favoritos dejaron los estadios nipones y surcoreanos
medio vacíos y millones de dólares de ingresos por turismo sin
percibir.

Sin embargo, los avances tecnológicos ayudaron a aumentar la conexión
del este de Asia con el mundo. Corea del Sur ocupó el segundo puesto
entre los 62 países en el Índice de la globalización en
cuanto a número de usuarios de la Red y ha realizado rápidas innovaciones
en Internet en banda ancha y en tecnología inalámbrica, mientras
Japón siguió ideando sistemas de telecomunicaciones cada vez más
pequeños, más rápidos y más inteligentes. Las razones
políticas también influyeron en que Japón fuera el país
más globalizado del este de Asia en el índice de este año.
En 2002, Tokio se situó entre los primeros donantes financieros a misiones
de mantenimiento de paz de Naciones Unidas y envió a 600 personas a Timor
Oriental.

En otro punto, China se benefició de su ingreso en la OMC y sus exportaciones
en relación con el PIB subieron el 20%. También fue el segundo
receptor en importancia de IDE, por encima de Estados Unidos, pero el gigante
asiático siguió siendo el país menos integrado de su zona
y perdió cuatro puestos en el Índice de este año.

América Latina gana puestos en
el Índice de la globalización, pero lo que parece un aumento
de la integración con el resto del mundo es más bien la consecuencia
de circunstancias desgraciadas

Asia central
Asia central siguió siendo la zona menos abierta del mundo, debido en
gran parte al tamaño imponente de su población, y Pakistán
se situó en el puesto 46, mientras India quedó cerca del último,
en el 61. Sin embargo, mejoró más rápidamente que cualquier
otra región, debido, sobre todo, a la expansión de las relaciones
económicas con el resto del planeta. El régimen del general Pervez
Musharraf convirtió la posición central de Pakistán como
frontera en la guerra contra el terrorismo en un activo económico, y
consiguió influir en la retirada de las sanciones económicas impuestas
por EE UU tras las pruebas nucleares de 1998.

India tuvo un año económico difícil, ya que la débil
coyuntura mundial y la violencia étnica en el Estado de Gujarat (donde
resultaron muertas más de mil personas, en su mayoría musulmanes)
frenaron el comercio, la inversión y el crecimiento. El descubrimiento
de un fraude bancario de 200 millones de dólares tampoco ayudó
precisamente a animar la confianza de los inversores. Sin embargo, el país
consiguió protagonismo al ser el principal destino de deslocalización
de la industria informática. Mientras tanto, el crecimiento de Internet
dentro de la sociedad india fue explosivo, con un aumento de la población
que navega en la Red del 136% (aunque en cifras es menos del 2% de la población).

América Latina
América Latina ganó puestos en el Índice de la globalización
de este año, pero lo que parecía un aumento de la integración
con el resto del mundo fue más bien la consecuencia de circunstancias
desgraciadas. Una de las claves fue la fuerte devaluación de las divisas
en países como Brasil o Argentina, que vieron cómo sus economías
(por lo menos en dólares) se retraían en fuertes proporciones
(el PIB de Argentina, por ejemplo, se contrajo más del 50%). Panamá,
en el puesto 27 del Índice, se colocó en primer lugar de la región
por tercer año consecutivo, debido en parte a la Zona Libre de Colón
en la salida del Canal de Panamá. Venezuela, de nuevo el país
menos integrado de Latinoamérica, sufrió duramente la caída
de los precios del petróleo. Las manifestaciones a escala nacional (con
una huelga de dos meses de los sectores empresarial y de empleados que empezó
a finales de 2002 contra el Gobierno del presidente Hugo Chávez) frenaron
aún más el comercio y la inversión extranjera en Venezuela.

Oriente Medio y Magreb
A Oriente Medio y al Magreb no les fue muy bien, porque todos los países,
con la excepción de Túnez, o bien bajaron en las clasificaciones
o se mantuvieron igual. La zona sufre numerosas restricciones en cuanto a comercio
e inversión, ya que cuenta con las segundas barreras arancelarias y de
otros tipos más altas del mundo y una elevada intervención pública
en la economía.

Tras los atentados terroristas de septiembre de 2001, el comercio entre Estados
Unidos y Oriente Medio cayó de forma considerable, con descensos por
parte de Estados Unidos del 30%. Las exportaciones del área han caído
de forma continuada durante la última década, en particular en
los países más dependientes de las exportaciones de petróleo.
La percepción de inestabilidad política y el terrorismo sigue
frenando el interés inversor, por lo que esta región recibe sólo
un tercio de la IDE que cabría esperar para una zona en desarrollo de
tamaño comparable, según el Fondo Monetario Internacional. Israel
y Egipto sacan buenas notas en las transferencias de fondos públicos,
debido en su mayor parte a un importante flujo de ayuda estatal de EE UU, pero
la participación de Oriente Medio en los apartados de tratados internacionales
y organizaciones internacionales se sitúa en los últimos puestos
de toda la clasificación.

África
Traer a África al redil ha sido uno de los desafíos más
desalentadores del proceso de globalización. Las desgracias económicas
mundiales de 2002 no aportaron ningún alivio a la zona. Los flujos financieros
se agotaron en consonancia con el descenso mundial de la inversión. En
contraste total con el rápido crecimiento de otras zonas, las conexiones
tecnológicas sufrieron un descenso en África.

Aunque el número de usuarios
de Internet siguió creciendo, el número de servidores de Internet
bajó en países clave como Suráfrica, donde las nuevas medidas
de seguridad y la legislación del Gobierno expulsaron del mercado a muchos
pequeños proveedores.

Al no materializarse en 2002 las peores previsiones acerca del futuro de la
globalización, el discurso público empezó a cambiar de
forma sutil. El tema de discusión ya no era si la globalización
se iba a frenar en seco, sino si los aspectos positivos de la integración
mundial podrían aprovecharse para compensar los negativos.
El Índice de la globalización de A.T. Kearney/Foreign Policy favorece
este diálogo con una exposición cada vez más detallada
de los beneficios y costes que aporta la integración. Los resultados
de años anteriores han puesto en duda las ideas establecidas sobre problemas
tales como la desigualdad de rentas, los salarios, la protección medioambiental,
la corrupción o la libertad política al mostrar que, en paridad
de datos, los países más globales son también los que tienen
mayores cifras de igualdad, protección más sólida de los
recursos naturales, sistemas políticos más integrados y menor
corrupción.
Además, resulta que hay pocas pruebas de que los países globales
hayan recortado los beneficios sociales o rebajado los salarios de los trabajadores
en su esfuerzo por destacar. Si lo añadimos al cuadro anterior, el resultado
de este año demuestra también que los países más
globales son aquellos en los que sus habitantes viven más tiempo y con
más salud y donde las mujeres disfrutan del mayor progreso social, educativo
y económico. Sin embargo, un vistazo al Índice de este año
sugiere que los que buscan aumentar los beneficios de la globalización
tienen que trabajar duro para conseguirlo.

 


Los
últimos de la lista
Ningún país de África, Oriente Medio, el sureste
asiático o Latinoamérica apareció entre los 25 mejores
del Índice de la globalización. Extremo Oriente es la zona
menos integrada, aunque su fortuna empezó a variar en 2002. Aunque
están situados en zonas distintas, varios países de entre
los diez últimos comparten problemas comunes que los hacen vulnerables
a las crisis exteriores. Por ejemplo, los países exportadores de
petróleo (como Irán y Venezuela) son más susceptibles
a los caprichos del mercado internacional de la energía. La inestabilidad
política y la persistente corrupción (como en Bangladesh
y en Indonesia) desaniman la inversión exterior y el turismo.

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Los últimos diez países de la lista (Irán, India, Egipto,
Indonesia, Venezuela, China, Bangladesh, Turquía, Kenia y Brasil) representaron
más del 50% de la población mundial en 2002. Aunque están
situados en zonas distintas, varios países de este grupo comparten problemas
que los hacen más vulnerables a las crisis exteriores. Las naciones fuertemente
dependientes de las exportaciones de petróleo (como Irán y Venezuela)
están sujetas a los caprichos del errático mercado internacional
de la energía. De igual forma, los Estados con importantes sectores agrarios
(como Brasil, India y China) deben luchar no sólo con la volatilidad
de los precios en el mercado mundial de materias primas, sino enfrentarse a
las barreras comerciales como los aranceles y subsidios agrícolas en
los países desarrollados. Los conflictos políticos crónicos
y la persistente corrupción (como en Venezuela, Bangladesh e Indonesia)
desaniman la inversión extranjera y el turismo.

Están apareciendo nuevas señales de esperanza, por lo menos en
la forma en que se aborda la cuestión de la globalización. En
efecto, dos importantes políticos con puntos de vista diametralmente
opuestos sobre la guerra en Irak (el ministro alemán de Asuntos Exteriores,
Joschka Fischer, y el senador demócrata de EE UU Joseph Lieberman) coinciden
en el fondo de la cuestión de la globalización.

Para Lieberman, la causa fundamental del terrorismo y de la pobreza no es "demasiada
globalización", sino "demasiado poca". Y, al observar
que la fuerza militar por sí sola no ganaría la guerra contra
el terrorismo, Fischer ha resumido de forma sucinta el verdadero desafío
para los países occidentales en los próximos años: "Necesitamos
una capacidad más amplia de seguridad, que moldee la globalización
de manera equitativa…".

 

 


España retrocede.
Emilio Ontiveros
Existe la presunción de que la economía española
es una de las más abiertas al exterior. Y es cierto. Ello no significa,
sin embargo, que defina un grado similar de integración internacional,
de completa inserción en el proceso de globalización. Esto
último es lo que trata de medir el Índice de A.T. Kearney/Foreign
Policy, sobre la base de cuatro conjuntos de criterios (integración
económica, contactos personales, tecnología e inserción
política), a su vez determinados por un total de 19 indicadores.
Sin menoscabo de las peculiaridades metodológicas de este tipo
de evaluaciones o de las objeciones académicas que puedan hacerse
a este tipo de clasificaciones ordinales, la elaborada por la consultora
A.T. Kearney dispone de las ventajas de la consistencia temporal y de
la amplitud de los factores en los que se basa la clasificación
de los países.
En comparación con la clasificación publicada el año
pasado, en la actual (con datos relativos a 2002) España pierde
cuatro posiciones, pasa al puesto 24 de los 62 países integrantes
del ranking, representativos del 96% del PIB mundial y del 84% de la población.
Entre los diez países con un mayor grado de integración
global, seis son europeos (Irlanda, Suiza, Austria, Finlandia, Holanda
y Dinamarca), y llegan a 14 cuando consideramos a los 20 primeros, destacando
la inclusión entre ellos de la República Checa y Eslovenia,
dos de los diez que en mayo serán miembros de la UE. También
Eslovaquia está tres lugares por encima de España. Es algo
que difícilmente puede pasarse por alto, especialmente cuando observamos
que estos mismos países aparecen en las recientes evaluaciones
de la agenda de Lisboa, realizadas por la Comisión Europea (Delivering
Lisbon, 21 de enero 2004) en posiciones igualmente superiores a las de
nuestro país en aspectos tan esenciales para la competitividad
internacional como el número de ciudadanos con estudios medios
e incluso en la relación entre la inversión en I+D y sus
respectivos PIB.

Sobre tales bases, es razonable la inquietud acerca de la competencia
que pueden llegar a ejercer esas economías en la localización
de inversiones extranjeras, no sólo aquellas determinadas por un
factor trabajo más barato, sino igualmente las que se orientan
por la combinación de esos costes con un mayor grado de adecuación
de la formación y habilidades del capital humano.

El criterio en el que España se presenta en la mejor posición
relativa es el de inserción política (16), que computa el
número de organizaciones internacionales de las que es miembro,
las contribuciones financieras y a las operaciones de mantenimiento de
la paz de la ONU, el número de tratados internacionales ratificados
(en el noveno lugar) y las transferencias gubernamentales. Los criterios
directamente expresivos del grado de integración económica
(comercio, inversiones directas, inversiones de cartera y rentas por inversiones)
sitúan a España en el lugar 19, por debajo de la mayoría
de las economías europeas y de algunas menos desarrolladas.

El que nos sitúa en peor posición (25) es el criterio tecnológico,
que incorpora indicadores que miden de forma amplia la utilización
de Internet. La capacidad de conexión que propicia la Red constituye,
efectivamente, una forma de perfeccionamiento de la dinámica de
integración internacional, de reducción de las muy vinculantes
barreras que tradicionalmente imponía la geografía a la
participación en esa dinámica de unificación de espacio
económico y financiero mundial. En la medida en que, a diferencia
de otras tecnologías, las articuladas en torno a la extensión
de la información son relativamente baratas y con efectos suficientemente
importantes sobre distintas áreas funcionales de las empresas,
la disposición de las mismas genera ganancias de eficiencia que
además de traducirse en mayores y más sostenibles tasas
de crecimiento económico, a través de aumentos de la productividad,
hacen más atractivos a esos países para la inversión
directa extranjera.

Señales, en definitiva, las que aporta esta clasificación
de globalización, que, en combinación con otras más
directamente expresivas de la convergencia real de la economía
española con el promedio de la UE, confirman la necesidad de fortalecer
nuestra base de capital, en especial del basado en el conocimiento, en
su más amplia acepción, determinante, como vemos continuamente
en otras clasificaciones, de la capacidad competitiva de las naciones.

Emilio Ontiveros es consejero delegado
de AFI (Analistas Financieros Internacionales), catedrático de
Economía de la Empresa de la UAM y miembro del Consejo Editorial
de FP edición española.

 

 

¿Algo más?
Las fuentes de los datos usados para elaborar el
cuarto Índice anual de la globalización de A.T. Kearney/Foreign
Policy están disponibles en www.esglobal.org y en la página
web del Global Business Policy Council en www.atkearney.com.Una panorámica estadística exhaustiva sobre el crecimiento potencial
mundial de Internet y de la tecnología de la información se puede
encontrar en el informe ¿How much information? 2003, disponible
en la página web de la Escuela de Información y Sistemas de Dirección
de la Universidad de California, Berkeley. El Instituto Internacional
de Investigación sobre la Paz (SIPRI) de Estocolmo examina cómo
ha cambiado la globalización la cara de la guerra moderna en su
anuario SIPRI Yearbook 2002 (Oxford University Press, Oxford, 2002).
El informe especial It is at Risk? Globalisation (The Economist,
2 de febrero de 2002) concluye que la mayor amenaza a la integración
mundial no es el terrorismo, sino la creciente desigualdad entre
países pobres y ricos. En este sentido, es interesante el Informe
sobre Desarrollo Humano 2003 que edita todos los años el Programa
de Naciones Unidas para el Desarrollo en el que se alerta sobre
una distribución más equitativa de los ingresos y de los servicios,
y que se puede consultar en www.
undp.org/hdr2003/espanol
. La Organización Mundial del Trabajo
(OIT) acaba de publicar su primer estudio sobre las consecuencias
sociales de la liberalización de los mercados que llega a una conclusión
demoledora: unos 4.000 millones de seres humanos están excluidos
de los beneficios de la mundialización y está disponible en español
en www.ilo.org/public/spanish.

En los últimos años, la cuestión de la globalización ha suscitado
un auténtico boom editorial. Desde las obras más didácticas,
como La nueva economía: la globalización (Ed. Debate, Madrid,
1996), de Joaquín Estefanía, o El mercado y la globalización
(Destino, Barcelona, 2003), de José Luis Sampedro, hasta trabajos
de figuras como el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz,
quien asegura en El malestar de la globalización (Madrid,
Suma de Letras, 2003) que la mundialización puede ser una
fuerza benéfica para el desarrollo, siempre y cuando sea bien
gestionada. Marwaan Macan-Markar informa sobre cómo el movimiento
antiglobalización encontró nuevos impulsos tras la crisis
de Enron en ‘Las voces antiglobalización suben por los escándalos
de EE UU’ (InterPress Service, 12 de agosto de 2002). Y precisamente
una de las máximas representantes de este movimiento, la canadiense
Naomi Klein, arremete contra contra los fracasos del modelo
económico occidental en Vallas y ventanas: despachos desde
las trincheras del debate sobre la globalización (Paidós Ibérica,
Barcelona, 2003).

El Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte sobre cómo
los desequilibrios comerciales y el creciente déficit público
de EE UU podrían desestabilizar la economía mundial
en Política fiscal de EE UU y prioridades para la estabilidad
a largo plazo (FMI, Washington, 2004). Foreign Policy Edición
española pretende ofrecer desde sus inicios una amplia cobertura
de las tendencias de la globalización económica, política
y cultural. Por ejemplo, Devesh Kapur y John McHale analizan en
‘Salvados por las remesas’ (Foreign Policy edición
española febrero/marzo 2004) el impacto de estos envíos.

 

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