Un soldado nigeriano en la ciudad de Damasak, en el noreste de Nigeria, uno de los lugares más afectados por Boko Haram. (Florian Plaucheur/AFP/Getty Images)

A pesar de que las cifras globales de muertos y ataques mejoraron en 2016, hay otras tendencias preocupantes: más países experimentaron al menos una muerte por terrorismo.

El informe del Índice de Terrorismo Global (ITG) de 2017 elaborado por el Institute for Economics & Peace (IEP) pone de relieve un punto de inflexión en la lucha contra el extremismo islamista radical. El principal resultado positivo muestra un declive global en la cifra de muertes por atentados terroristas, que baja a 25.673, lo que supone una mejora del 22% desde el pico producido en 2014. El terrorismo ha caído de forma significativa en los epicentros de Siria, Pakistán, Afganistán y Nigeria, que son cuatro de los cinco países más afectados por él. Los diez países con los mayores progresos registraron 7.348 muertes menos mientras que los 10 países que más empeoraron sufrieron solo 1.389 muertes por terrorismo. Esto pone de manifiesto la fuerza de la tendencia positiva, además de que el número de personas asesinadas por terrorismo ha caído por segundo año consecutivo.

La mayor mejora se produjo en Nigeria, donde las muertes por terrorismo atribuidas a Boko Haram descendieron un 80% en 2016. Sin embargo, contrarrestando este dato, está el número de muertes por terrorismo atribuidas a Daesh, que creció en un 49% en 2016. La mayoría de estas ocurrieron en Irak, que acumuló el 40% de la subida. El Estado Islámico ha sufrido importantes derrotas en el campo de batalla y como prueba de su desesperación ha aumentado el número de atentados suicida y ataques terroristas contra civiles. El grupo ha sido ahora expulsado de la mayor parte de Irak y en el momento en que se escribe esto ya no controla ningún centro urbano importante en el país.

No obstante, aunque las cifras globales de muertos y ataques mejoraron en 2016, hay otras tendencias preocupantes. Más países experimentaron al menos una muerte por terrorismo. El número es el más alto de los últimos 17 años, y refleja un aumento desde los 65 países de 2015 a los 77 de 2016. Dos de cada tres países del Índice (106 naciones) experimentaron al menos un atentado terrorista. Esto significa una subida respecto a los 95 ataques del año anterior y da como resultado que la puntuación global del ITG haya empeorado un 4% desde 2015. Dejando aparte el aumento del terrorismo en Irak, que está relacionado con las tácticas de Daesh para retrasar su derrota, los mayores aumentos que le siguen son mucho menores. Estos aumentos más pequeños sucedieron en Sudán del Sur, Turquía, Etiopía y la República Democrática del Congo, aunque hay que señalar que la mayoría del terrorismo de Turquía no está relacionado con el Estado Islámico.

Las importantes derrotas militares de Daesh en Irak y Siria en los 18 meses anteriores a junio de 2017 marcaron el comienzo del fin de las ambiciones territoriales y la potencia militar del grupo a largo plazo. A la vez que perdía territorio, ha sufrido una significativa pérdida de ingresos, cuya caída se ha triplicado entre 2015 y 2016. Esta bajada en sus ingresos es probable que continúe durante lo que queda de 2017 y que prosiga en 2018. Debido a la pérdida de territorios el grupo tiene una base de generación de ingresos por recaudación de impuestos acusadamente menor y muchos de sus depósitos petrolíferos se han perdido o han sido destruidos. A medida que sus fracasos en el campo de batalla se han intensificado, muchos combatientes tanto internacionales como locales han desertado y los primeros han intentado regresar a sus países de origen. Estos sucesos fundamentalmente minan la capacidad del grupo para captar nuevos miembros basándose en su actual estrategia de marketing y en su marca, que se ha centrado en parte en dar una imagen de invencibilidad.

Más preocupante es el potencial para que muchos curtidos combatientes y líderes abandonen Irak y Siria y se unan a nuevas permutaciones radicales de Daesh o a existentes filiales en otros países. Esto ha contribuido a la continuidad de la tendencia observada el año pasado de expansión de sus actividades hacia otros países. Sin embargo, aunque el número de países que sufrieron un ataque dirigido por el Estado Islámico subió de 11 en 2015 a 15 en 2016, seis países menos sufrieron un ataque por parte de un grupo vinculado a Daesh.

Soldados iraquíes frente a una bandera de Daesh después de tomar la ciudad de Al Qaim, Irak. (Ahmad Al Rubaye/AFP/Getty Images)

El mayor desafío al que se enfrenta Irak tras el conflicto será el de comprobar si el Gobierno puede construir una sociedad más inclusiva y abordar los motivos de agravio que han alimentado la violencia sectaria y la actividad terrorista. Todavía quedan en el país grandes reservas de armas cortas y de otro tipo de armamento así como muchos antiguos combatientes y personas radicalizadas.

El declive de Boko Haram tras las intervenciones de la Fuerza Multinacional Conjunta ha contribuido a una caída del 80% en la cifra de muertes causadas por el grupo en 2016. Como consecuencia se han producido mejoras sustanciales en el ranking del ITG de Nigeria, Camerún, Níger y Chad. Esto coincidió con la división del grupo en tres facciones diferentes, aunque es muy probable que Nigeria continúe enfrentándose a dificultades ya que 13 grupos distintos cometieron atentados en 2016. Esto incluye ataques en el Delta del Níger, así como otros perpetrados por extremistas fulani en la franja central del país.

El panorama en Afganistán es más complejo. Aunque los talibanes redujeron su empleo de tácticas terroristas en 2016, especialmente contra civiles, el grupo intensificó su conflicto armado convencional con el Gobierno. Los talibanes fueron responsables de casi 18.000 muertes relacionadas con los combates en 2016, lo que supone unas 700 más que en 2015. Esta es la mayor cifra desde el comienzo de la guerra en 2001. Como resultado, el grupo amplió su control territorial directo y a fecha de abril de 2017 controlaba al menos un 11% del país y disputaba al menos un 29% de los 398 distritos de Afganistán.

En Europa y otros países desarrollados, la actividad de Daesh fue la principal causante de la continuidad de una tendencia negativa. El año 2016 fue el más letal para el terrorismo en los países miembro de la OCDE desde 1988; aunque este análisis excluye los ataques del 11 de septiembre. Sin embargo, la disminución de capacidad del Estado Islámico ha coincidido con tendencias positivas en la primera mitad de 2017, y el número de muertes ha caído en 82 en comparación con las 265 de 2016; aunque este análisis excluye a Turquía e Israel. Desde 2014, el 75% de las víctimas por terrorismo en los países de la OCDE han sido por ataques dirigidos o inspirados por Daesh.

En relación con esta tendencia, se produjo un cambio en las tácticas terroristas usadas en los países de la OCDE. Desde 2014, se ha registrado un giro general hacia ataques más simples contra objetivos civiles no tradicionales y más blandos. Los atentados inspirados por Daesh también aumentaron a 68 en 2016 en comparación con los 32 de 2015. Los servicios de seguridad lograron impedir la ejecución de un mayor número de ataques y la mitad de los atentados en los que se emplearon bombas y explosivos fueron frustrados. Hace dos años, solo un tercio de este tipo de ataques pudieron ser desbaratados por los servicios de seguridad. Esta clase de atentados más sofisticados implican la participación de más gente y una mayor planificación, y por lo tanto hay más probabilidades de que sean detectados. Los ataques menos sofisticados pueden ser ejecutados con menos costes y resultan más difíciles de detectar.

Flores en las Ramblas tras el atentado de Barcelona. (Lluis Gene/AFP/Getty Images)

Habría que señalar que los niveles de terrorismo en países de la OCDE en 2016 no carecen de precedentes. Desde 1970 se han producido casi 10.000 víctimas mortales por terrorismo en países de la OCDE, excluyendo a Turquía e Israel, con un 58% de estas muertes registradas antes del año 2000. Daesh es solamente el cuarto grupo más letal y es responsable del 4,7% de las muertes por terrorismo en países de la OCDE desde 1970. Grupos separatistas como el irlandés IRA y los nacionalistas vascos de ETA han asesinado a más de 2.000 personas desde 1970, sumando un 26% de las víctimas totales por terrorismo desde 1970.

El informe de 2017 pone de relieve cómo el terrorismo sigue estando desigualmente repartido por el mundo. América Central y Caribe continúa siendo la región del mundo menos afectada. Solo se registraron 12 muertes en 2016, lo que supone menos de un 0,4% de todas las víctimas por terrorismo. En contraposición, un 94% de todas las muertes por terrorismo están localizadas en Oriente Medio y Norte de África y África Subsahariana y Sur de Asia.

Cuando se examinan las causas que impulsan el terrorismo la presencia de un conflicto armado, la violencia política de los gobiernos, la exclusión política y las reivindicaciones de determinados grupos continúan siendo factores cruciales. El análisis revela que el 99% de todas las muertes durante los últimos 17 años se han producido en países en conflicto o que tienen altos niveles de terror político. El terror político incluye los asesinatos extrajudiciales, la tortura y la prisión sin juicio. Esto muestra que la gran mayoría del terrorismo se usa como táctica en el contexto de un conflicto armado o contra regímenes políticos represivos. Demuestra también los riesgos de la represión política y de las acciones antiterroristas que pueden exacerbar motivos de queja ya existentes e impulsar el extremismo y el terrorismo. Tanto Egipto como Turquía registraron niveles de terrorismo sustancialmente más altos tras episodios de represión por parte del Gobierno.

El impacto económico global del terrorismo en 2016 fue ligeramente menor que en 2015 aunque le sigue costando a la economía global 84.000 millones de dólares. Si bien esta es una cifra considerable en sí misma, es importante señalar que el impacto económico del terrorismo es bajo si se compara con otras formas de violencia. Esta cantidad supone solamente un 1% del impacto económico global total de la violencia, que alcanzó los 14,3 billones de dólares en 2016. No obstante, las cifras relativas al terrorismo son conservadoras, ya que no contemplan los efectos indirectos sobre las empresas y la inversión y los costes asociados con las agencias de seguridad de lucha antiterrorista. Como resultado, el terrorismo es una de las pocas categorías de violencia en la que los costes asociados con la contención con mucha probabilidad superan a los costes de sus consecuencias. Sin embargo, aunque el impacto económico del terrorismo es pequeño, aun así es crucial contenerlo ya que tiene el potencial de extenderse rápidamente y con importantes ramificaciones sociales.