
La cuarta revolución industrial ha desembarcado en Túnez y se afianza entre una población mayoritariamente joven y esperanzada. En especial, la robótica está aunando esfuerzos en el único país magrebí donde la Primavera Árabe ha desembocado en un incierto, pero bien fundamentado puerto democrático.
Son jóvenes, intentan pasarlo en grande con sus semejantes en el tiempo libre y se gastan el dinero de la paga en lo que más les gusta disfrutar. Hasta ahí nada nuevo bajo el sol...tunecino. Ahora bien, se trata de estudiantes de ciencias y sus ahorros dan para reparar material de robots o comprarlo nuevo. A menudo, por falta de financiación de otra clase. “Vamos a participar en una competición (de robots) más tarde este año en Francia. Y este es el tipo de campo sobre el que entrenamos”, dice la estudiante veinteañera Oumaima Taghouti. Muestra una plataforma rectangular sobre la que un autómata con ruedas y ataviado con una cruz roja (una de las misiones requiere saber ser un doctor y administrar la medicina adecuada al paciente) se mueve solícito, teledirigido a distancia.
Estamos en la planta superior de la Facultad del Instituto Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnología (INSAT) de Túnez capital. Aquí, junto a las estanterías donde yacen antiguos proyectos autómatas ya descartados, se halla un marco de pruebas para robots improvisado por los estudiantes, la mayoría mujeres. Una especie de laboratorio experimental de nuevos androides. “En todas las competiciones te dan el mapa del campo (de competición) y qué tipo de deberes se deben cumplir como objetivo”, dice a su vez Ghalia Ben Jemia, otra estudiante avezada en las ciencias. “En el día de la competición pones al robot (sobre la superficie) y lleva a cabo estas tareas”, añade.
Los objetivos son aparentemente sencillos como el construir pequeños montículos, esquivar obstáculos a la par que reunir piezas de diferentes colores y soltarlas fuera del campo. Se trata de saber, en competición, qué equipo es el más ingenioso y el más eficaz a la hora de superar el reto planteado por los organizadores. Y, por qué, no cejar en el empeño de demostrar que la ciencia puede ser también divertida. “Si bien los robots que utilizamos en estas competiciones no sirven en la vida real, los utilizamos para mejorar nuestros colegios en el mundo profesional”, aclara Eya Othmane, otra alumna apasionada por las nuevas tecnologías.
Las mujeres jugarán un papel decisivo en su futuro. Los datos lo avalan. De los estudiantes adscritos a la Direction générale des études technologiques (DGET) el 43,1% eran mujeres en el curso 2012/2013, cuatro años después son un 47,3% (13.130). En la Universidad de Cártago, a la que pertenece INSAT, la proporción ha ascendido en el mismo periodo del 62% al 67%.
Efectivamente, la aparente sencillez esconde que las misiones son programadas a través de algoritmos ideados en la distancia por aspirantes a ser futuros expertos en robótica. Y que, sobre todo, este tipo de ejercicios competitivos son una herramienta ...
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