España, entre otros países europeos, ha aportado tropas a la nueva FINUL, que ha de asegurar la difícil paz en Líbano. Aunque esta vez los cascos azules sí podrán emplear la fuerza letal, si fuera necesario,el éxito no está garantizado. Será complicado defender su credibilidad con firmeza frente a Israel y Hezbolá.

La guerra de 2006 entre Israel y Líbano se recordará tanto por el error de cálculo de Hezbolá (el Partido de Dios), que intentó estirar las reglas del juego con resultados desastrosos, como por la incapacidad de Israel de derrotar a los militantes chiíes. Calculó que podría convertir el sur de Líbano en un matadero, sin civiles, donde podría derrotar por completo a Hezbolá. Sin embargo, el área acabó siendo una zona de desastre humano donde la milicia estaba muy dispuesta a enfrentarse al Ejército israelí, muy superior técnicamente, pero limitado en número de efectivos.

Cuando comenzó el conflicto, ni Israel ni su protector estadounidense llegaron a considerar que los cascos azules pudieran tener un papel serio. Al cabo de 34 días de guerra, durante los cuales las muertes de civiles aumentaron con rapidez (sobre todo en Líbano, donde fallecieron más de 1.200 personas, frente a 41 muertes en Israel) y el clamor internacional exigiendo un alto el fuego se volvió ensordecedor, la perspectiva de contar con una robusta fuerza de la ONU se hizo muy atractiva.

En mayo de 2000, Israel se retiró de Líbano de forma unilateral, tras la presión implacable de una resistencia encabezada por Hezbolá, formación que nació como hija de la revolución islámica iraní después de la invasión israelí en 1982. Si Irán es la madre de Hezbolá, Israel fue su padrastro, porque fue su ocupación, durante dos décadas, la que impulsó y perfiló al grupo armado chií.

En los 90, se desarrollaron unas reglas del juego entre ambos bandos, según las cuales los dos evitarían atacar a civiles y restringirían sus actividades a áreas muy definidas, sobre todo a los Altos del Golán ocupados por Israel, que, aunque pertenecen a Siria, contienen una pequeña porción de tierra considerada territorio libanés [las granjas de Chebaa]. El pasado 12 de julio, Hezbolá intentó forzar las reglas secuestrando a dos soldados israelíes en su propio país. Esperaba utilizarlos para negociar en torno a tres prisioneros libaneses que retenía Israel, cuyo Gobierno, sin embargo, decidió explotar la provocación como un casus belli y emprender una guerra para eliminar a Hezbolá. En realidad, el Tsahal (Ejército israelí) había estado esperando una oportunidad para saldar cuentas con la milicia libanesa, y tanto Israel como EE UU saborearon la oportunidad de devastar a un poderoso representante de Irán.

En los seis años posteriores al final de la ocupación, la frontera entre ambos países se mantuvo más tranquila de lo que había estado en los 30 años anteriores. Durante este periodo, Hezbolá mató a un civil israelí, víctima de los restos de una andanada de fuego antiaéreo contra aviones israelíes que estaban violando el espacio aéreo libanés, y 17 soldados del Tsahal perdieron la vida. Pese a que se produjeron en torno a una docena de incidentes con misiles Katiusha disparados sobre Israel desde el otro lado de la frontera, la mayoría se atribuyó a grupos palestinos. Así, aunque la zona limítrofe distaba de estar tranquila, sí había mucha más calma incluso de lo que predijeron los generales israelíes cuando abandonaron Líbano en 2000. Por supuesto, Hezbolá cometió el error de presuponer que el país vecino estaba satisfecho con el statu quo o despreocupado respecto al impresionante arsenal de misiles que le apuntaban.

La resolución 1.701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que logró el alto el fuego en la guerra entre Israel y Hezbolá, contempla el afianzamiento de las fuerzas de mantenimiento de la paz existentes en el sur de Líbano. Se había permitido que la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL) se redujera a un operativo esquelético de 2.000 efectivos, pero esta resolución estipula una fuerte expansión, hasta alcanzar los 15.000.

Uno de los mayores éxitos de Hezbolá es que se ha labrado tal reputación de fiereza por sus batallas con Israel durante la guerra de este verano que ningún primer ministro sensible quería enviar soldados a hacer lo que Israel estaba demostrando que no podía hacer. Incluso los generales turcos, cuyo Ejército no es precisamente pusilánime, indicaron que no les entusiasmaba la idea de enviar unidades de combate a Líbano [aunque finalmente el Parlamento de Ankara decidió hacerlo]. Después de que Francia evitara despachar un contingente considerable a Líbano, la resolución parecía en peligro. Sin embargo, dos semanas de cuidadosas negociaciones, centradas sobre todo en las reglas de enfrentamiento de la FINUL, consiguieron que París, Roma y Madrid se presentaran como contribuyentes de primera línea [con Berlín detrás]. Francia encabezará la fuerza hasta comienzos de 2007, cuando cederá el mando a Italia.

¿DESARMAR A HEZBOLÁ?
Cuando se desplegó por primera vez, en 1978, la FINUL se encontró con unos beligerantes que no cooperaban. Los militantes palestinos, que entonces controlaban gran parte del Líbano meridional, se empeñaban en mantener posiciones en dos grandes sectores, incluyendo uno justo en el medio de la zona de los cascos azules. Israel también debilitó a la misión al negarse a permitir que se desplegara totalmente. Ese mismo año, Israel entregó un enclave fronterizo a un grupo de desertores del Ejército libanés, y desdeñó las protestas de Naciones Unidas fingiendo que no tenía control sobre el Ejército del Sur de Líbano (ESL), al que pagaba, entrenaba y dirigía.

 


Fuerza letal (reglas de enfrentamiento)

No hay duda de que en términos de fuerza, equipamiento y mandato de las tropas, la nueva FINUL representa una mejora seria de la operación en el sur de Líbano. Cuando se desplegó por primera vez en 1978, las tropas francesas realizaron un gran esfuerzo para cumplir con su mandato con firmeza, pero después de varios encarnizados enfrentamientos con las guerrillas palestinas, que entonces controlaban partes del sur del país, la voluntad de emplear la fuerza fue debilitándose. Algunos contingentes de la misión recibieron órdenes de sus gobiernos de no disparar sus armas, y, en general, la cultura de la FINUL era reticente a emplear la fuerza letal. Por ello, las nuevas reglas de enfrentamiento representan, en principio al menos, una esperanza de que la ONU se imponga.

Se ha pensado cuidadosamente la creación de parámetros que reduzcan lo máximo posible los riesgos de una escalada de la violencia. Las reglas de enfrentamiento de la FINUL se han diseñado para garantizar que ésta tenga la autoridad para hacer frente a desafíos armados, si es necesario, con fuerza letal. El protocolo enfatiza que cuando se haga uso de la fuerza, debe ser proporcional a la amenaza, minimizar la probabilidad de bajas civiles y aplicarse la mínima para afrontar el reto.

Atiborrar a la FINUL de esteroides probablemente sólo logrará congelar la situación en el sur de Líbano. Y esto es un logro, dada la intensidad de la guerra de 2006, pero el trabajo real que hace falta es de carácter diplomático: reconstruir con paciencia un marco de seguridad estable en el sur de Líbano que reconozca que tanto el país de los cedros como Israel tienen intereses de seguridad legítimos.

EXTRACTO DE LAS REGLAS

• El personal armado que sirve en la FINUL está autorizado a emplear la fuerza, incluyendo la fuerza letal, en defensa propia o para defender a otro miembro de Naciones Unidas.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para resistir intentos de secuestrar o detener a miembros de Naciones Unidas, funcionarios o soldados libaneses.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para proteger a las unidades militares libanesas o a funcionarios del Gobierno libanés cuando a la FINUL se le haya asignado su apoyo o acompañamiento.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para defender a los trabajadores humanitarios de una acción hostil o un intento de acción hostil.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para proteger a civiles de una amenaza inminente de violencia física.

• Puede emplearse la fuerza, siempre que no sea letal, para proteger locales, instalaciones y equipo de la ONU contra una acción hostil que no implique una grave amenaza para la vida o daños graves. Cuando existe amenaza de una grave amenaza puede emplearse la fuerza letal.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, contra toda persona o grupo que amenace con emplear la fuerza armada para impedir al personal de la FINUL cumplir con sus obligaciones. Cuando ello sea posible, los soldados de la FINUL deberían pedir permiso para emplear la fuerza a un comandante superior, pero las reglas reconocen que no siempre será posible.

 

A diferencia de los militantes palestinos, una fuerza extranjera que no gustaba a muchos en el sur de Líbano, Hezbolá recluta a muchos de sus miembros entre la población local. Después de más de un mes de bombardeos israelíes, la milicia mantuvo intacto su respaldo. Su impresionante y rápida respuesta a las necesidades de los que perdieron sus hogares y cuyas vidas han sido asoladas (sobre todo, musulmanes chiíes) ha consolidado aún más su impresionante apoyo.

Fuera de Líbano con frecuencia se olvida que los libaneses han sufrido mucho bajo los ataques israelíes durante tres décadas, de modo que una de las principales tareas de los cascos azules es garantizar que se permita a los civiles regresar y reconstruir sus devastados pueblos. Si la FINUL ampliada no puede facilitar el retorno de la población civil, los siguientes meses serán tan sólo una pausa en la guerra de 2006.

La cuestión principal es si la FINUL ampliada operará no sólo de forma competente, sino también de manera justa. La clave para devolver la estabilidad al sur de Líbano es no sólo ver a Hezbolá abandonar la lucha, sino también que la nueva fuerza no sea percibida como un instrumento de la influencia o la ocupación israelí.

Dado el amplio respaldo de Hezbolá y el hecho de que sus partidarios no ven otra fuerza que pueda frustrar a Israel en caso de que este último decidiera reiniciar la guerra, no es realista pensar que los nuevos contingentes internacionales podrán desarmar a los milicianos ni mermar su popularidad. Para que la misión de la ONU tenga éxito necesitará la cooperación y no la animosidad de Hezbolá. Mientras las fuerzas de pacificación y el grupo chií mantengan el acuerdo de ojos que no ven, corazón que no siente no es probable que Hezbolá desafíe a la FINUL de forma coordinada. Aún está por ver si tienen éxito los esfuerzos del Gobierno del país de los cedros por detener el tráfico de armas que provee a Hezbolá con la mejora del control de la frontera con Siria, sumada a los pasos que emprendan de las fuerzas navales comprometidas en la FINUL.

Más probable es, sin embargo, que Israel quiera intervenir en la zona asignada a la FINUL, tal vez para asesinar a un jefe de Hezbolá o para impedir un supuesto movimiento de armas. También es posible que ataque otras partes de Líbano para frustrar envíos de armamento o contra presuntos blancos militares de la milicia. Según datos de la ONU, durante la primera semana de alto el fuego en la guerra de este verano, la mayoría de las violaciones fueron cometidas por Israel, con una proporción de 19 a 1.

En el pasado, Israel ya dejó de lado a la FINUL siempre que quiso y puede que se sienta tentado de hacer valer su derecho a la propia defensa para atacar la zona de Naciones Unidas. Salvo que la FINUL se muestre firme contra Hezbolá, perderá pronto su credibilidad. Las reglas de enfrentamiento definen los medios militares para demostrar su firme resolución, pero es la política lo que permitirá o limitará su actitud. Es inquietante lo fácil que es imaginar que EE UU vaya a tolerar, si no respaldar, acciones por parte de Israel que erosionen, e incluso pongan en peligro la credibilidad de la operatividad de la FINUL.

Al final, la operación probablemente contará en total con no más de 12.000 soldados (en lugar de los 15.000 previstos originalmente), lo que representa el doble de tamaño que en su primer apogeo. Incluso así, tendrá un déficit de primer orden que caracteriza a casi cualquier fuerza internacional: una falta endémica de conocimiento local y de aptitudes lingüísticas. La introducción de hasta 15.000 soldados libaneses debería ayudar a mitigar este problema, sobre todo porque la fuerza de la ONU va a trabajar codo con codo con el Ejército libanés. Los civiles ya han dado la bienvenida a sus Fuerzas Armadas, a las que, además, Hezbolá siempre ha tratado con respeto. Aunque Israel cuenta con un número de armas significativamente superior, el Ejército de Líbano está dirigido por oficiales profesionales y técnicamente competentes.

La resolución del Consejo de Seguridad anticipa que los soldados libaneses desarmarán a Hezbolá, pero no existe ninguna posibilidad de que esto ocurra. Muchos soldados aplauden a la milicia por defender a Líbano, y el Ejército ha recibido órdenes de trabajar "en cooperación con la resistencia".

Si Israel o Hezbolá minan el trabajo de los ‘cascos azules’, el éxito de la FINUL puede depender de la disposición de los gobiernos europeos a aceptar bajas

En algunos círculos es un ejercicio popular castigar a la ONU por sus fracasos, pero ninguna fuerza de mantenimiento de la paz será más eficaz de lo que los contribuyentes le permitan. ¿Dejarán los gobiernos que sus soldados protejan a civiles libaneses de los ataques defensivos de Israel? ¿Se les ordenará montar arriesgadas operaciones ofensivas contra Hezbolá si son necesarias? Es más probable que a estas preguntas respondan los Ejecutivos nacionales que los comandantes de la FINUL. Si Israel o Hezbolá intentan minar el trabajo de los cascos azules, el éxito de la fuerza podría depender de la disposición de los gobiernos europeos a aceptar bajas.

Los cascos azules no resuelven crisis, pero sí estabilizan zonas en crisis. La integración del aparato militar de Hezbolá en el Ejército libanés debe ser un objetivo de la diplomacia. El primer ministro, Fuad Siniora, ya ha sugerido esta solución. El éxito o el fracaso de la FINUL ampliada también dependerá de los acontecimientos externos, incluyendo el contexto del conflicto árabe-israelí, el resultado de los esfuerzos internacionales para detener el programa nuclear iraní y el destino de Irak. En resumen, a pesar del logro de un alto el fuego este verano, no hay razones para estar seguros de que este experimento llegue a buen puerto.

España, entre otros países europeos, ha aportado tropas a la nueva FINUL, que ha de asegurar la difícil paz en Líbano. Aunque esta vez los cascos azules sí podrán emplear la fuerza letal, si fuera necesario,el éxito no está garantizado. Será complicado defender su credibilidad con firmeza frente a Israel y Hezbolá. Augustus R. Norton

La guerra de 2006 entre Israel y Líbano se recordará tanto por el error de cálculo de Hezbolá (el Partido de Dios), que intentó estirar las reglas del juego con resultados desastrosos, como por la incapacidad de Israel de derrotar a los militantes chiíes. Calculó que podría convertir el sur de Líbano en un matadero, sin civiles, donde podría derrotar por completo a Hezbolá. Sin embargo, el área acabó siendo una zona de desastre humano donde la milicia estaba muy dispuesta a enfrentarse al Ejército israelí, muy superior técnicamente, pero limitado en número de efectivos.

Cuando comenzó el conflicto, ni Israel ni su protector estadounidense llegaron a considerar que los cascos azules pudieran tener un papel serio. Al cabo de 34 días de guerra, durante los cuales las muertes de civiles aumentaron con rapidez (sobre todo en Líbano, donde fallecieron más de 1.200 personas, frente a 41 muertes en Israel) y el clamor internacional exigiendo un alto el fuego se volvió ensordecedor, la perspectiva de contar con una robusta fuerza de la ONU se hizo muy atractiva.

En mayo de 2000, Israel se retiró de Líbano de forma unilateral, tras la presión implacable de una resistencia encabezada por Hezbolá, formación que nació como hija de la revolución islámica iraní después de la invasión israelí en 1982. Si Irán es la madre de Hezbolá, Israel fue su padrastro, porque fue su ocupación, durante dos décadas, la que impulsó y perfiló al grupo armado chií.

En los 90, se desarrollaron unas reglas del juego entre ambos bandos, según las cuales los dos evitarían atacar a civiles y restringirían sus actividades a áreas muy definidas, sobre todo a los Altos del Golán ocupados por Israel, que, aunque pertenecen a Siria, contienen una pequeña porción de tierra considerada territorio libanés [las granjas de Chebaa]. El pasado 12 de julio, Hezbolá intentó forzar las reglas secuestrando a dos soldados israelíes en su propio país. Esperaba utilizarlos para negociar en torno a tres prisioneros libaneses que retenía Israel, cuyo Gobierno, sin embargo, decidió explotar la provocación como un casus belli y emprender una guerra para eliminar a Hezbolá. En realidad, el Tsahal (Ejército israelí) había estado esperando una oportunidad para saldar cuentas con la milicia libanesa, y tanto Israel como EE UU saborearon la oportunidad de devastar a un poderoso representante de Irán.

En los seis años posteriores al final de la ocupación, la frontera entre ambos países se mantuvo más tranquila de lo que había estado en los 30 años anteriores. Durante este periodo, Hezbolá mató a un civil israelí, víctima de los restos de una andanada de fuego antiaéreo contra aviones israelíes que estaban violando el espacio aéreo libanés, y 17 soldados del Tsahal perdieron la vida. Pese a que se produjeron en torno a una docena de incidentes con misiles Katiusha disparados sobre Israel desde el otro lado de la frontera, la mayoría se atribuyó a grupos palestinos. Así, aunque la zona limítrofe distaba de estar tranquila, sí había mucha más calma incluso de lo que predijeron los generales israelíes cuando abandonaron Líbano en 2000. Por supuesto, Hezbolá cometió el error de presuponer que el país vecino estaba satisfecho con el statu quo o despreocupado respecto al impresionante arsenal de misiles que le apuntaban.

La resolución 1.701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que logró el alto el fuego en la guerra entre Israel y Hezbolá, contempla el afianzamiento de las fuerzas de mantenimiento de la paz existentes en el sur de Líbano. Se había permitido que la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL) se redujera a un operativo esquelético de 2.000 efectivos, pero esta resolución estipula una fuerte expansión, hasta alcanzar los 15.000.

Uno de los mayores éxitos de Hezbolá es que se ha labrado tal reputación de fiereza por sus batallas con Israel durante la guerra de este verano que ningún primer ministro sensible quería enviar soldados a hacer lo que Israel estaba demostrando que no podía hacer. Incluso los generales turcos, cuyo Ejército no es precisamente pusilánime, indicaron que no les entusiasmaba la idea de enviar unidades de combate a Líbano [aunque finalmente el Parlamento de Ankara decidió hacerlo]. Después de que Francia evitara despachar un contingente considerable a Líbano, la resolución parecía en peligro. Sin embargo, dos semanas de cuidadosas negociaciones, centradas sobre todo en las reglas de enfrentamiento de la FINUL, consiguieron que París, Roma y Madrid se presentaran como contribuyentes de primera línea [con Berlín detrás]. Francia encabezará la fuerza hasta comienzos de 2007, cuando cederá el mando a Italia.

¿DESARMAR A HEZBOLÁ?
Cuando se desplegó por primera vez, en 1978, la FINUL se encontró con unos beligerantes que no cooperaban. Los militantes palestinos, que entonces controlaban gran parte del Líbano meridional, se empeñaban en mantener posiciones en dos grandes sectores, incluyendo uno justo en el medio de la zona de los cascos azules. Israel también debilitó a la misión al negarse a permitir que se desplegara totalmente. Ese mismo año, Israel entregó un enclave fronterizo a un grupo de desertores del Ejército libanés, y desdeñó las protestas de Naciones Unidas fingiendo que no tenía control sobre el Ejército del Sur de Líbano (ESL), al que pagaba, entrenaba y dirigía.

 


Fuerza letal (reglas de enfrentamiento)

No hay duda de que en términos de fuerza, equipamiento y mandato de las tropas, la nueva FINUL representa una mejora seria de la operación en el sur de Líbano. Cuando se desplegó por primera vez en 1978, las tropas francesas realizaron un gran esfuerzo para cumplir con su mandato con firmeza, pero después de varios encarnizados enfrentamientos con las guerrillas palestinas, que entonces controlaban partes del sur del país, la voluntad de emplear la fuerza fue debilitándose. Algunos contingentes de la misión recibieron órdenes de sus gobiernos de no disparar sus armas, y, en general, la cultura de la FINUL era reticente a emplear la fuerza letal. Por ello, las nuevas reglas de enfrentamiento representan, en principio al menos, una esperanza de que la ONU se imponga.

Se ha pensado cuidadosamente la creación de parámetros que reduzcan lo máximo posible los riesgos de una escalada de la violencia. Las reglas de enfrentamiento de la FINUL se han diseñado para garantizar que ésta tenga la autoridad para hacer frente a desafíos armados, si es necesario, con fuerza letal. El protocolo enfatiza que cuando se haga uso de la fuerza, debe ser proporcional a la amenaza, minimizar la probabilidad de bajas civiles y aplicarse la mínima para afrontar el reto.

Atiborrar a la FINUL de esteroides probablemente sólo logrará congelar la situación en el sur de Líbano. Y esto es un logro, dada la intensidad de la guerra de 2006, pero el trabajo real que hace falta es de carácter diplomático: reconstruir con paciencia un marco de seguridad estable en el sur de Líbano que reconozca que tanto el país de los cedros como Israel tienen intereses de seguridad legítimos.

EXTRACTO DE LAS REGLAS

• El personal armado que sirve en la FINUL está autorizado a emplear la fuerza, incluyendo la fuerza letal, en defensa propia o para defender a otro miembro de Naciones Unidas.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para resistir intentos de secuestrar o detener a miembros de Naciones Unidas, funcionarios o soldados libaneses.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para proteger a las unidades militares libanesas o a funcionarios del Gobierno libanés cuando a la FINUL se le haya asignado su apoyo o acompañamiento.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para defender a los trabajadores humanitarios de una acción hostil o un intento de acción hostil.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, para proteger a civiles de una amenaza inminente de violencia física.

• Puede emplearse la fuerza, siempre que no sea letal, para proteger locales, instalaciones y equipo de la ONU contra una acción hostil que no implique una grave amenaza para la vida o daños graves. Cuando existe amenaza de una grave amenaza puede emplearse la fuerza letal.

• Puede emplearse la fuerza, incluso letal, contra toda persona o grupo que amenace con emplear la fuerza armada para impedir al personal de la FINUL cumplir con sus obligaciones. Cuando ello sea posible, los soldados de la FINUL deberían pedir permiso para emplear la fuerza a un comandante superior, pero las reglas reconocen que no siempre será posible.

 

A diferencia de los militantes palestinos, una fuerza extranjera que no gustaba a muchos en el sur de Líbano, Hezbolá recluta a muchos de sus miembros entre la población local. Después de más de un mes de bombardeos israelíes, la milicia mantuvo intacto su respaldo. Su impresionante y rápida respuesta a las necesidades de los que perdieron sus hogares y cuyas vidas han sido asoladas (sobre todo, musulmanes chiíes) ha consolidado aún más su impresionante apoyo.

Fuera de Líbano con frecuencia se olvida que los libaneses han sufrido mucho bajo los ataques israelíes durante tres décadas, de modo que una de las principales tareas de los cascos azules es garantizar que se permita a los civiles regresar y reconstruir sus devastados pueblos. Si la FINUL ampliada no puede facilitar el retorno de la población civil, los siguientes meses serán tan sólo una pausa en la guerra de 2006.

La cuestión principal es si la FINUL ampliada operará no sólo de forma competente, sino también de manera justa. La clave para devolver la estabilidad al sur de Líbano es no sólo ver a Hezbolá abandonar la lucha, sino también que la nueva fuerza no sea percibida como un instrumento de la influencia o la ocupación israelí.

Dado el amplio respaldo de Hezbolá y el hecho de que sus partidarios no ven otra fuerza que pueda frustrar a Israel en caso de que este último decidiera reiniciar la guerra, no es realista pensar que los nuevos contingentes internacionales podrán desarmar a los milicianos ni mermar su popularidad. Para que la misión de la ONU tenga éxito necesitará la cooperación y no la animosidad de Hezbolá. Mientras las fuerzas de pacificación y el grupo chií mantengan el acuerdo de ojos que no ven, corazón que no siente no es probable que Hezbolá desafíe a la FINUL de forma coordinada. Aún está por ver si tienen éxito los esfuerzos del Gobierno del país de los cedros por detener el tráfico de armas que provee a Hezbolá con la mejora del control de la frontera con Siria, sumada a los pasos que emprendan de las fuerzas navales comprometidas en la FINUL.

Más probable es, sin embargo, que Israel quiera intervenir en la zona asignada a la FINUL, tal vez para asesinar a un jefe de Hezbolá o para impedir un supuesto movimiento de armas. También es posible que ataque otras partes de Líbano para frustrar envíos de armamento o contra presuntos blancos militares de la milicia. Según datos de la ONU, durante la primera semana de alto el fuego en la guerra de este verano, la mayoría de las violaciones fueron cometidas por Israel, con una proporción de 19 a 1.

En el pasado, Israel ya dejó de lado a la FINUL siempre que quiso y puede que se sienta tentado de hacer valer su derecho a la propia defensa para atacar la zona de Naciones Unidas. Salvo que la FINUL se muestre firme contra Hezbolá, perderá pronto su credibilidad. Las reglas de enfrentamiento definen los medios militares para demostrar su firme resolución, pero es la política lo que permitirá o limitará su actitud. Es inquietante lo fácil que es imaginar que EE UU vaya a tolerar, si no respaldar, acciones por parte de Israel que erosionen, e incluso pongan en peligro la credibilidad de la operatividad de la FINUL.

Al final, la operación probablemente contará en total con no más de 12.000 soldados (en lugar de los 15.000 previstos originalmente), lo que representa el doble de tamaño que en su primer apogeo. Incluso así, tendrá un déficit de primer orden que caracteriza a casi cualquier fuerza internacional: una falta endémica de conocimiento local y de aptitudes lingüísticas. La introducción de hasta 15.000 soldados libaneses debería ayudar a mitigar este problema, sobre todo porque la fuerza de la ONU va a trabajar codo con codo con el Ejército libanés. Los civiles ya han dado la bienvenida a sus Fuerzas Armadas, a las que, además, Hezbolá siempre ha tratado con respeto. Aunque Israel cuenta con un número de armas significativamente superior, el Ejército de Líbano está dirigido por oficiales profesionales y técnicamente competentes.

La resolución del Consejo de Seguridad anticipa que los soldados libaneses desarmarán a Hezbolá, pero no existe ninguna posibilidad de que esto ocurra. Muchos soldados aplauden a la milicia por defender a Líbano, y el Ejército ha recibido órdenes de trabajar "en cooperación con la resistencia".

Si Israel o Hezbolá minan el trabajo de los ‘cascos azules’, el éxito de la FINUL puede depender de la disposición de los gobiernos europeos a aceptar bajas

En algunos círculos es un ejercicio popular castigar a la ONU por sus fracasos, pero ninguna fuerza de mantenimiento de la paz será más eficaz de lo que los contribuyentes le permitan. ¿Dejarán los gobiernos que sus soldados protejan a civiles libaneses de los ataques defensivos de Israel? ¿Se les ordenará montar arriesgadas operaciones ofensivas contra Hezbolá si son necesarias? Es más probable que a estas preguntas respondan los Ejecutivos nacionales que los comandantes de la FINUL. Si Israel o Hezbolá intentan minar el trabajo de los cascos azules, el éxito de la fuerza podría depender de la disposición de los gobiernos europeos a aceptar bajas.

Los cascos azules no resuelven crisis, pero sí estabilizan zonas en crisis. La integración del aparato militar de Hezbolá en el Ejército libanés debe ser un objetivo de la diplomacia. El primer ministro, Fuad Siniora, ya ha sugerido esta solución. El éxito o el fracaso de la FINUL ampliada también dependerá de los acontecimientos externos, incluyendo el contexto del conflicto árabe-israelí, el resultado de los esfuerzos internacionales para detener el programa nuclear iraní y el destino de Irak. En resumen, a pesar del logro de un alto el fuego este verano, no hay razones para estar seguros de que este experimento llegue a buen puerto.

Augustus R. Norton, catedrático de Antropología y Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston, ha escrito profusamente sobre la política de Oriente Medio y Líbano. Como joven oficial, fue observador militar no armado de la FINUL.