En la encrucijada de Luxemburgo, Francia y Alemania se encuentra uno de los monumentos imprescindibles para definir la Unión Europea actual, aquel que conmemora el Acuerdo de Schengen y que se ubica en el pequeño municipio luxemburgués que le da nombre. La eliminación de las fronteras interiores tiene como resultado que la mayoría de los europeos (nada menos que 400 millones de personas) nos movamos por 25 países sin necesidad de enseñar el pasaporte. La confianza de los unos en los otros es lo que hace posible que este movimiento de personas sea ya algo natural en la ciudadanía europea; superados los recelos, y gracias en parte al flujo de personas, hemos construido sociedades más abiertas y más solidarias. En nuestra mano está que este logro común no se empañe por la idea de que una Europa mejor es aquella con más muros y más fronteras.