
La conquista de la ciudad iraquí, en manos de Daesh, llegará más tarde o más temprano, pero no solucionará el complejo escenario de la región donde se funden una gran variedad de factores que alimentan la violencia.
Mientras tropas de diversa procedencia –básicamente chiíes y kurdos– avanzan hacia el corazón de Mosul, en el norte de Irak, en plena campaña contra las milicias del autodenominado Estado Islámico o Daesh (en su acrónimo en árabe), que se hiciera con el control de la ciudad y su entorno hace más de dos años, se ha transmitido ampliamente la imagen de que el fin de ese grupo insurgente, conocido en todo el mundo por sus atrocidades, está próximo, lo que supondrá la inminente llegada de la paz para Irak.
Sin duda, la mera victoria militar de las fuerzas atacantes es totalmente previsible, antes o después, pues no en vano éstas superan en al menos diez veces en número a las de Daesh y, por si fuera poco, están apoyada por poderosísimos medios aéreos, un potente dispositivo artillero –más de 150 piezas de gran calibre–, capacidades de inteligencia, satélites, aviones espía, drones, personal desplegado y analistas, asesores y fuerzas de operaciones especiales.
El error es de nuevo pensar que exclusivamente con medios militares se va a poder solucionar la conflictividad en Oriente Medio. Ignorar que Daesh no es más que un síntoma de causas mucho más profundas es estar abocados al surgimiento de una nueva conflictividad, seguramente mutada, pero que conservará la esencia del concepto por el que combate. Dicha raíz de la problemática no es más que la marginación sufrida y percibida por los sunníes de Siria e Irak, que fue lo que dio origen, junto con cierto apoyo internacional, a la creación y expansión del Estado Islámico.
No se debe olvidar que se está ante un escenario complejísimo, en el que se dan cita todos los factores belicosos imaginables: religiosos, ideológicos, económicos, políticos, regionales, geopolíticos… y hasta medioambientales. A los que se unen odios y deseos de venganza a los que es imposible poner coto. Tanto es así que bien podría decirse que Daesh, percibido como el principal problema y, por tanto, el único enemigo a batir, en realidad no es más que uno los muchos actores presentes.
En esta parte del mundo existe una enquistada rivalidad entre los seguidores de las dos ramas principales del islam, los suníes y los chiíes, que se extiende, con distinta intensidad, a la mayoría de los países. En el caso de Mosul, hay que añadir a los kurdos, que si bien son en general suníes, en ellos pesa la etnia por encima de la religión.
La cuestión es que Mosul es una zona mayoritariamente suní, que se ve a atacada por los otros dos grupos étnico-religiosos. Estos sunníes, al igual que la mayoría de los del resto del país, perciben al gobierno de Bagdad y a las milicias ...
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