El líder del Movimiento Cinco Estrellas, Beppe Grillo, en una rueda de prensa en Roma. Andreas Solaro/AFP/Getty Images

Un repaso a la situación del partido italiano, así como a sus fortalezas y debilidades ante la posibilidad de gobernar.

La inminencia de unas nuevas elecciones generales en Italia, así como el auge de los movimientos populistas, ha llevado a pensar a más de un especialista en demoscopia en la posibilidad de que el partido conocido como Movimiento Cinco Estrellas (Movimento Cinque Stelle) pueda convertirse en una auténtica alternativa de gobierno y hacerse con la presidencia del Consejo de Ministros. Y es que en este momento lidera la intención de voto con un 30% de apoyo entre los italianos, lo que superaría en casi cinco puntos lo obtenido en las anteriores elecciones generales (un 25,5%).

En ese sentido, lo primero que hay que plantearse es si estamos o no ante un movimiento populista, cuestión sobre la que, por cierto, no existe una unanimidad entre los especialistas en ciencia política. Parece tratarse de un movimiento básicamente transversal (que abarca tanto a derecha como a izquierda, y que también va de arriba abajo desde el punto de vista social) que, más que ser producto del malestar ciudadano ante una situación socioeconómica deteriorada desde hace tiempo, es más bien una respuesta en toda regla a una clase política considerada tan ineficaz como corrupta. Es por ello que se le considere el movimiento “anticasta” por antonomasia, y que naciera en un momento (allá por 2007) en que se alternaban en el poder el centroderecha y el centroizquierda, hasta que el gobierno tecnocrático de Mario Monti rompió esta dinámica allá por noviembre de 2011.

En relación con ello, este movimiento se ha ido conformando a través de representantes de las más variadas profesiones: ingenieros, arquitectos, pequeños empresarios, etcétera. Lo que sí que no aceptaba en el seno de Cinque Stelle eran los llamados “políticos de carrera”, aquellos que habían ido de cargo orgánico en cargo orgánico, y ante los que este movimiento, que se dispone a cumplir 10 años de existencia, se ha rebelado siempre abiertamente. Sólo hay que ver quiénes fueron sus fundadores: por un lado, Beppe Grillo, un cómico genovés muy conocido y de gran éxito; por otro lado, Gian Casaleggio (fallecido el año pasado), un empresario lombardo. Ninguno de los dos tenía pasado político, y así se ha ido realizando la selección a las nuevas generaciones de lo que se conoce como “grillinis”.

De esta manera, el Movimiento Cinco Estrellas apareció en la escena política con un claro intento regenerador en un país que nunca ha terminado de recuperarse de las consecuencias de Tangentopoli, aquel macrocaso de corrupción de comienzos de los 90 que se llevó por delante nada menos que cinco partidos políticos (entre ellos la hegemónica democraciacristiana y el socialismo). Además, desde el primer momento trató de vender la idea de que a la política se venía a servir, y no a servirse de la política: de ahí que Grillo, tras las elecciones de 2013, exigiera a sus diputados y senadores que renunciaran a las prebendas propias del cargo.

Sin embargo, a pesar de que Cinque Stelle se ha distinguido por un bastante aceptable nivel de honestidad en sus representantes públicos, ello no evita la existencia de importantes claroscuros. Uno de ellos es la manera en que se toman las decisiones: tomando el modelo de democracia asamblearia, Grillo consulta a sus bases a través de su célebre blog las decisiones que deben adoptarse, pero la realidad es que no hay ningún tipo de control sobre estas votaciones, de tal manera que lo que Grillo quiere que se haga supuestamente queda legitimado a través del citado blog. Por otra parte, hay un claro componente dictatorial en su manera de funcionar: Grillo aparta del partido a todo aquel que se atreve a disentir de la línea oficial, y ello explica, por ejemplo, que durante la legislatura en curso el grupo parlamentario del Senado, por poner un ejemplo, haya pasado de 54 miembros iniciales a los 35 actuales, marchándose la mayor parte de ellos al grupo mixto.

A todo ello hay que añadir su nula capacidad de diálogo y de pacto: se negaron a pactar con el resto de fuerzas políticas los dos presidentes de la República que ha habido que nombrar en estos 10 años (Giorgio Napolitano en 2013 y Sergio Mattarella en 2015), y también se negaron a cualquier tipo de acuerdo con el resto de fuerzas políticas (aún queda para el recuerdo la bochornosa reunión de Grillo con Matteo Renzi en febrero de 2014, retransmitida en streaming, en la que el líder del Partido Democrático intentó buscar el apoyo de Cinque Stelle para al final, en 10 minutos que duró la reunión, no poder siquiera articular palabra al tiempo que soportaba los contantes insultos de Grillo).

También hay que recordar cuál ha sido su posición dentro de las instituciones europeas, alineándose durante años con partidos eurófobos como son la Liga Norte, el Frente Nacional o el UKIP. Recientemente, Grillo intentó salir del aislamiento buscando un pacto con los liberales, pero al final se llevaron un soberano portazo en sus narices. Lo que por cierto podría generar un importante problema a Italia en caso de que Cinco Estrellas se hiciera con el poder: no olvidemos que, en este momento, son italianos el Presidente del Banco Central Europeo (Mario Draghi), el del Parlamento europeo (Antonio Tajani) y la encargada de dirigir la política internacional (Federica Moguerini), y que además Italia ostenta la condición de país fundador del proceso de construcción europea.

Pero quizá el mayor problema de todos es lograr la confianza de los italianos visto como se están manejando cada vez que acceden al poder. Ya en la pasada legislatura las principales alcaldías que gobernaron (Livorno y Parma) dejaron una gestión muy mejorable, pero el espectáculo que está dándose en Roma de la mano de la joven abogada Virginia Raggi es sencillamente insuperable.

En relación con este asunto hay que decir en favor de Raggi que los problemas de Roma vienen de mucho antes de que ella accediera a la alcaldía de la capital del país, allá por junio de 2016. La gestión de Gianni Alemanno (entre 2008 y 2013), miembro de Alianza Nacional tuvo como resultado la penetración de la Mafia en las principales instituciones de la ciudad, que hace años que se encuentra envuelta en basura, tiene un transporte al borde del colapso y además ha de hacer frente a una astronómica deuda de 14.000 millones de euros. No es extraño que el sucesor de Alemanno, Ignazio Marino, durara tan sólo dos años al frente del ayuntamiento de la capital. Sin embargo, Raggi está superando con creces el listón dejado por sus antecesores.

Y es que hace solo unas semanas tuvo que sentarse ante la Fiscalía de Roma para dar explicaciones de por qué había contratado como jefe de personal tanto a Raffaele Marra (en este momento en prisión por un grave asunto de corrupción municipal) como al hermano de este y, lo más importante, para dar explicaciones acerca de la actuación de otro de sus hombres de confianza en el ayuntamiento, Salvatore Romeo, quien había suscrito meses antes de que Raggi ganara la alcaldía dos pólizas de seguro de vida por valor de 33.000 euros a favor de la alcaldesa (recordemos que Raggi era concejala desde 2013). Y es que en Roma es conocido el romance que la alcaldesa, recién divorciada, mantiene con Romeo, con todas las habladurías que ello está generando. La realidad es que Raggi lleva menos de un año al frente del ayuntamiento del capital (el mismo que sirvió a Francesco Rutelli, en 2001, y a Walter Veltroni, en 2008, para ser candidatos a Primer Ministro en las respectivas elecciones generales que se celebraron) y ya se encuentra imputada por falso testimonio, abuso de poder y malversación de fondos.

En ese sentido, está llamando mucha la atención la clara arbitrariedad con la que Grillo está actuando en este caso, ya que, mientras está apoyando públicamente y en todo momento a Raggi, no fue tan generoso con el ex Alcalde de Parma, Federico Pizzarotti, que fue suspendido del partido al ser investigado por abuso de poder en mayo de 2016: a pesar de que el caso quedó finalmente archivado, no se le permitió recuperar su militancia, mientras, Raggi, en las mismas circunstancias, es ahora defendida a capa y espada por su líder. Y es que Grillo, ante el hundimiento de Forza Italia dada la avanzada edad de Silvio Berlusconi y las fuertes divisiones internas del principal rival (el Partido Democrático del recién dimitido Secretario General Matteo Renzi), ya acaricia el poder con las manos y no quiere que nada entorpezca su camino hacia el Palazzo Chigi, sede de la presidencia del Consejo de Ministros. La pregunta es, así, doble: ¿le otorgarán al fin los italianos su confianza a Cinque Stelle en las próximas elecciones generales? Y, si así sucediera, ¿están realmente en condiciones de gobernar un país en graves apuros? El tiempo lo dirá.