Mujeres hacen cola para votar en Tsenteroi, Chechenia. Oleg Nikishin/Getty Images
Mujeres hacen cola para votar en Tsenteroi, Chechenia. Oleg Nikishin/Getty Images

Las mujeres chechenas nunca se han visto sometidas a una presión como la que soportan hoy. Y, sin embargo, apenas se ha escrito sobre su papel, su lugar en la sociedad y sus derechos.

Durante más de dos décadas desde 1994, el conflicto armado entre el Ejército de Rusia y las insurgencias del Cáucaso Norte se ha situado entre los más letales de Europa, avivado por un círculo vicioso de tensiones religiosas y étnicas sin resolver, una contrainsurgencia brutal, la ausencia de procedimientos democráticos, la desigualdad social y la mala gobernanza. La inestabilidad y la guerra dieron como resultado una drástica erosión de la capacidad del Estado, el debilitamiento de las instituciones públicas y un aumento de la importancia de las prácticas tradicionales y religiosas y de las ideologías intolerantes.

Todo esto ha contribuido a dar forma a las experiencias de las mujeres y a su papel -como víctimas, ofreciendo seguridad y como perpetradoras de violencia- no solo en Chechenia, sino también en las vecinas republicas de Ingusetia y Daguestán.

 

Violaciones de los derechos de las mujeres

Una mujer chechena camina con su hijo en brazos para pasar de Chechenia a Ingushetia. Alexander Nemevov/AFP/Getty Images
Una mujer chechena camina con su hijo en brazos para pasar de Chechenia a Ingushetia. Alexander Nemevov/AFP/Getty Images

Las mujeres y las niñas en Chechenia son susceptibles de sufrir “asesinatos por honor”, violencia doméstica, secuestros con el fin de casarlas y matrimonios siendo muy jóvenes. En algunos pueblos daguestaníes, son sometidas también a mutilación genital. En Chechenia e Ingusetia a muchas se les quitan sus hijos tras el divorcio -invocando una pretendida “tradición” que supuestamente dicta que los niños sean criados por la familia del padre- y a menudo se les niegan los derechos de visita. Algunas llevan años luchando por ver a sus hijos. En Chechenia la violencia sexual ejercida por familiares cercanos con frecuencia ni siquiera es perseguida por la ley; si este tipo de crímenes se hacen públicos la víctima puede llegar a ser asesinada para “limpiar la vergüenza de la familia”.

Las unidades de maternidad en la región están muy por debajo de los niveles aceptables, lo que produce mortalidad materna y lesiones prevenibles. La corrupción también es omnipresente en el sistema sanitario: sin un soborno una mujer embarazada difícilmente puede lograr una ayuda adecuada. E incluso un soborno no puede garantizar una asistencia de calidad: las mujeres con frecuencia se encuentran con médicos incompetentes y negligentes. La mortalidad infantil en el este del Cáucaso Norte prácticamente duplica la de las regiones desarrolladas de Rusia.

En un hospital de Ingusetia se ha informado de varios ejemplos de presunta negligencia criminal, incluyendo casos en los que las madres perdieron a sus bebés y sus órganos reproductores y se produjo la muerte de una mujer. El más reciente de estos casos es de septiembre de 2015. Hasta el momento las investigaciones no han llevado a ninguna parte. En Daguestán, presuntamente murieron tres mujeres en un hospital de la ciudad de Kiziliurt en el último par de meses como resultado de negligencias criminales, según los familiares. A comienzos de este año, el fallecimiento de una mujer en una maternidad de Khasaviurt, en Daguestán, llevó a cientos de manifestantes a las calles y las protestas acabaron con lanzamientos de piedras y disturbios.

La mayoría de estos delitos son punibles bajo la ley rusa. No obstante, Rusia no es capaz de hacer cumplir algunos aspectos de su ley, o es reticente a hacerlo, cuando se refieren a infracciones por motivos de género en algunas de sus repúblicas del Cáucaso Norte, donde los problemas de las mujeres continúan sin ser suficientemente documentados, divulgados y sin ser abordados adecuadamente ni por las localidades centrales ni las locales.

 

Atrapadas en un triángulo legal

La ley rusa es bastante progresista en lo que se refiere a los derechos de las mujeres, a pesar incluso de que la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Contra las Mujeres (CEDAW, en sus siglas en inglés) recomienda que Rusia adopte una legislación más completa para prevenir y abordar la violencia contra las mujeres y señala la ausencia de un mecanismo de queja efectivo para que las éstas puedan reclamar sus derechos. Sin embargo, para una mujer en Chechenia, Ingusetia o Daguestán la situación se complica aún más por el hecho de que la ley rusa es solamente uno de los sistemas legales que coexisten y regulan su posición: el derecho consuetudinario, la ley islámica (sharia) y/o la ley rusa. Todos estos sistemas están abiertos a interpretaciones arbitrarias que pueden conducir a graves vulneraciones de los derechos.

El sistema legal formal ruso sufre de corrupción y problemas para su aplicación. Incluso cuando los tribunales rusos aprueban decisiones en favor de las mujeres, las autoridades locales, especialmente en Chechenia, sabotean abiertamente su implementación. Por ejemplo, ha ignorado órdenes judiciales en favor de mujeres en disputas por la custodia de los hijos alegando razones de “tradición”. En un caso que fue llevado ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el propio Estado ruso citó la “tradición” como obstáculo para hacer cumplir sentencias sobre custodias. Algunas madres han sido ilegalmente separadas de sus hijos durante años.

Las víctimas raramente se atreven a intentar conseguir una reparación y, cuando lo hacen, las agencias regionales encargadas de hacer cumplir la ley con frecuencia no reaccionan o se muestran abiertamente entorpecedoras. En Chechenia la protección del Estado que obtienen las víctimas en ocasiones está en manos de funcionarios que se confabulan con los responsables del delito. El funcionario federal Sergei Bobrov, responsable del comité investigador de Chechenia, intentó investigar asesinatos por honor que implicaban a funcionarios de los cuerpos de seguridad locales, pero recibió amenazas y seis meses después fue apartado de su puesto por el presidente ruso, Vladímir Putin. Moscú no presta suficiente atención a la investigación de crímenes contra las mujeres, ya sea porque ignora el problema o por encontrarlo carente de importancia. “Llevan viviendo así desde siempre, no hay nada que nosotros podamos hacer”, me dijo un funcionario federal de alto nivel que trabaja en derechos humanos.

 

El temporal impacto liberador de la guerra

Hoy las mujeres chechenas están en una situación particularmente vulnerable y expuesta a riesgos.

Las mujeres tuvieron que soportar una carga especial sobre sus hombres durante las dos guerras de la república. Los hombres lucharon en ambos bandos, y para aquellos que no lo hicieron fue muy difícil desplazarse entre los numerosos puestos de control. Podían ser arrestados, secuestrados, torturados o asesinados. Las mujeres se convirtieron en los principales pilares económicos de sus familias a la vez que asumían el cuidado de los niños. Se encargaron de retirar escombros y de reparar las casas dañadas. Fueron ellas quienes negociaron con los militares y, cuando los hombres eran secuestrados por los servicios de seguridad, bloquearon carreteras, protestaron, pasaron días en instituciones oficiales tratando de informarse sobre sus paraderos y buscaron en las fosas comunes. Algunas incluso comenzaron a documentar los crímenes y se convirtieron en activas defensoras de los derechos humanos.

Paradójicamente las extremas condiciones de la guerra fueron liberadoras para ellas. La presión de la tradición se dejó a un lado en un momento en que las condiciones de vida impuestas por el conflicto y la ausencia de hombres creaban una oportunidad para que las mujeres asumieran papeles de liderazgo en la sociedad.

Muchas chechenas siguen siendo quienes sustentan la economía de la familia y aun así continúan encargándose de todo el trabajo doméstico. Pero desde la guerra su estatus en la sociedad ha cambiado a peor de forma radical. Después de que la confrontación militar a gran escala terminara y las tropas federales establecieran su control sobre la totalidad de Chechenia en 2003, el Kremlin lanzó una política de “chechenización”, por la cual la mayor parte de las funciones políticas, miliares y administrativas fueron transferidas a personas de etnia chechena. Moscú entregó el poder a la familia Kadírov, antiguos separatistas, en quienes delegó el cumplimiento de la ley y la gobernanza en la república.

Un grupo de hombres gritan eslóganes a favor del líder checheno, Ranzán Kadírov, en las calle de Grozni. Ilia Varlamov/AFP/Getty Images
Un grupo de hombres gritan eslóganes a favor del líder checheno, Ranzán Kadírov, en las calle de Grozni. Ilia Varlamov/AFP/Getty Images

El dictador de Chechenia, Ramzán Kadírov, de 39 años, declaró que su régimen iba a restaurar los valores y costumbre tradicionales, y en la actualidad ejerce una enorme presión sobre las mujeres. Las ha descrito como propiedad de sus maridos, cuya principal función es dar a luz. En 2007, introdujo un estricto código de vestimenta (pañuelo para la cabeza, camisas de manga larga y faldas largas) en las instituciones públicas, incluyendo los colegios.

Además propugna la poligamia como solución cuando las mujeres van contra las leyes tradicionales afirmando que es “mejor ser una segunda o tercera esposa a que te maten”. Aunque oficialmente ha prohibido el matrimonio de menores de edad y el rapto de mujeres para obligarlas a casarse, se han reportado casos de miembros locales de los cuerpos de seguridad que fuerzan a niñas muy jóvenes a convertirse en segundas esposas o esposas temporales de facto. Activistas por los derechos de las mujeres me contaron que los padres tienen miedo de que sus hijas sean vistas en público, especialmente por la noche, por temor a que capten la atención de gente en posiciones de poder. Las familias no pueden aguantar la presión de personas poderosas relacionadas con las fuerzas de seguridad que podrían querer llevárselas para casarlas.

Los asesinatos por honor también parecen estar convirtiéndose en algo más común en los últimos años. No existen estadísticas estatales específicas sobre crímenes cometidos contra las mujeres en Rusia, una omisión que las institucionales internacionales que supervisan el país han aconsejado repetidamente a las autoridades que corrijan. Los perpetradores tampoco escatiman esfuerzos para ocultar sus delitos. También se han registrado crímenes por honor y violencia doméstica en otras repúblicas aparte de Chechenia. Recientemente, en Daguestán, un padre mató presuntamente a sus hijas por volver tarde a casa, mientras que otra familia encadenó a una mujer por sospechas de algún delito menor.

 

El radicalismo de las mujeres

Las mujeres del Cáucaso Norte no son solo víctimas de la violencia o figuras conciliadoras, a veces también abanderan el radicalismo.

Desde 2000, Rusia ha sufrido 82 atentados suicidas con explosivos cometidos por 125 atacantes de los cuales al menos 52 eran mujeres. Conozco a varias familias en Daguestán en las cuales las mujeres jóvenes se adhirieron a corrientes radicales del islam y después convirtieron a sus hermanos e incluso a sus padres. Uno por uno, los miembros de la familia se unieron a la insurgencia en Rusia y encontraron la muerte o son ahora miembros de Daesh. En los últimos dos años muchas mujeres radicales del Cáucaso Norte se han trasladado a áreas de Siria o Irak bajo control del autodenominado Estado Islámico.

Daesh se presenta a sí mismo como el más exitoso proyecto yihadista del siglo XXI, atrayendo a jóvenes mujeres radicales que quieren casarse con un muyahidín (guerreros santos) con la esperanza de ganarse un lugar en “el paraíso”. En palabras de un popular eslogan yihadista: “es mejor ser la viuda de un shaheed (mártir) que la esposa de un cobarde”. Aunque el radicalismo de las mujeres comparte similares factores de expulsión de su entorno y atracción hacia uno nuevo que los que se registran en el de los hombres, se dan algunas causas específicas: presiones de la sociedad tradicional; falta de oportunidades y de libertad para tomar decisiones sobre sus propias vidas o para explotar su potencial; abusos sexuales; o relaciones traumáticas con maridos, hermanos o padres. Comprender estos aspectos es fundamental para idear estrategias de desradicalización efectivas.

 

¿Cómo afrontar el problema?

Desde el fin de la Unión Soviética el estatus y el papel de las mujeres del Cáucaso Norte han sufrido varias transformaciones. Dos décadas de inestabilidad y conflicto han dado origen a regímenes autoritarios, a políticas tradicionalistas y a ideologías que han tenido como resultado un contexto drásticamente deteriorado para los derechos de las mujeres, especialmente en Chechenia, el área de conflicto más afectada. Los activistas locales intentan alertar sobre el problema y prestan asistencia a las víctimas de abusos, pero sus voces son débiles y la penosa situación de las mujeres en los conflictos del Cáucaso Norte continúa siendo poco conocida.

El Gobierno ruso debería invertir en un esfuerzo sostenido para garantizar una protección igualitaria de las mujeres no solo en Chechenia, sino también en Daguestán e Ingusetia. Entre otras medidas, las autoridades deberían mejorar los servicios sociales y maternales, investigar con eficacia la violencia por razones de género para combatir la impunidad y elaborar estrategias de desradicalización efectivas. Las mujeres del Cáucaso Norte merecen al menos el mismo nivel de protección que las de otras partes del territorio ruso.