Vivimos en un mundo VUCA, de acuerdo con el acrónimo nacido en el US Military War College a comienzos de los 90 del pasado siglo y que encapsula en inglés cuatro fenómenos: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. El entorno operativo de las empresas y las instituciones financieras del siglo XXI se caracteriza hoy por la existencia de estos elementos.
Como en tanto otras ocasiones, este término, y el concepto que engloba, nacido para describir las condiciones de entorno geoestratégico que emergieron al final de la guerra fría y que coadyuvaron a modificar la doctrina, la estrategia, el planeamiento, el despliegue y la táctica militares imperantes en aquel entonces, ha sido trasvasado, felizmente, a las escuelas de negocios internacionales, ya que el entorno operativo de los negocios de este siglo no tiene nada ya que ver con el de la estabilidad, la certidumbre, la simpleza, si se me permite, y la claridad en el que las empresas y las instituciones financieras eran lideradas en el pasado.
Los planes previsionales de ejercicios futuros se solían construir en el mudo pre-VUCA sobre los resultados de un año dado a los que se les sumaba, digamos, por poner una cifra, un 5%. Esa era la manera, a riesgo de exagerar y caricaturizar en exceso para hacer valer el argumento, en que los directivos del siglo XX planeaban sus modelos de negocio cuando el mundo estaba dividido –con los buenos, a un lado, y con los malos, al otro–, el crecimiento del mundo occidental era progresivo, imparable y, como llegamos a creernos, hasta infinito, con algún pequeño obstáculo, eso sí, en el camino en forma de crisis de precios de petróleo o de crisis de exceso de oferta en los mercados, que se solían ajustar con rapidez.

Es una obviedad afirmar que ese mundo se fue. Y se fue para no volver. Los mercados ya no crecen sin parar. La disrupción innovadora de los modelos de negocio está haciendo desaparecer compañías e industrias que pensábamos que eran sólidas y permanentes.
Los netflix, airbnb, uber y amazon de este mundo, utilizando la velocidad vertiginosa de la transformación tecnológica sobre la que galopamos sin silla en estos años, están desestructurando y desagregando pesados y costosos modelos de negocio y sus correspondientes cadenas de valor para apropiarse de lo intrínsecamente valioso de los mismos, es decir, sus pepitas de oro –golden nuggets–, y construir compañías de éxito y de gran valor económico de un día para otro.
No debería sorprendernos, por tanto, que, de acuerdo con Standard & Poor’s 500, la edad media de las quinientas compañías cotizadas más grandes de los Estados Unidos haya bajado de los 75 años en 1957 a los 10, en 2013.
Los inversores y ahorradores y los líderes empresariales y financieros están confusos. No cuentan con los asideros intelectuales de antaño para poder tomar decisiones racionales que generen retornos esperados o superiores al coste de oportunidad, cuando menos, para sus modelos de negocio.
De ahí que la ...
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