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Un hombre en una librería en India. (Noah Seelam/AFP/Getty Images)

¿Cuáles son los retos a los que se enfrentan las pequeñas empresas para sobrevivir en el siglo XXI?

El comercio y la competencia internacional afectan con fuerza a las pequeñas empresas (de entre 10 y 49 trabajadores) aunque no se planteen dar el salto al extranjero. Sus oportunidades de supervivencia dependerán muchas veces de que entiendan los desafíos globales a los que se enfrentan.

No hay ni un minuto para el desconsuelo o la duda. Es cierto que las grandes corporaciones multinacionales cuentan con muchas palancas de poder pero eso no significa que las pequeñas tengan que sentarse a esperar mientras les comen el mercado. Es obvio, por supuesto, que el tamaño suele ser directamente proporcional a unas economías de escala que reducen los costes de producción y distribución y facilitan las ventas en el extranjero. Según un informe reciente de la Fundación para el Desarrollo Estratégico de la Pyme, cuanto más grandes son las empresas exportadoras españolas más se animan a vender en el extranjero: así, de las microempresas exportadoras sólo vende fuera el 17%, de las pequeñas el 32% y de las grandes el 54%.

Naturalmente, un imperio global puede jugar como si fuera un avezado trilero con su factura fiscal quitando beneficios allí donde los tributos sean elevados y poniéndolos donde resulten más bajos. Mientras tanto, la Comisión Europea determinó en 2015 que sólo cinco países europeos (España, Bélgica, Irlanda, Francia y Reino Unido) reducían efectivamente la carga fiscal de las pequeñas empresas para incentivarlas.

Aquí resulta útil la capacidad de presión de las grandes sobre las autoridades locales, que también se traduce en subsidios, ayudas especiales y, en casos extremos, trajes regulatorios a medida. Ofrecen creación de empleo en Madrid o Buenos Aires y una foto espectacular con el político que presumirá de haber atraído millones en inversiones y empleos.

Pedirán a cambio una entrada VIP que nadie les va a ofrecer al propietario de una cadena de tres restaurantes o a un pequeño productor local de componentes de automoción. Esto es un poco irónico teniendo en cuenta que las pequeñas y medianas empresas han creado el 85% de los empleos europeos en los últimos cinco años.

De todos modos, parece innegable que las firmas de gran tamaño tienden a poseer marcas poderosas, que permiten atraer a profesionales descollantes, cobrar como prémium un producto francamente mediocre o dejar a los pequeños operadores locales como si fueran un exotismo low cost y provinciano. No será fácil que un negocio familiar le robe talento a Accenture o IBM. Además, existen muchas cadenas locales de cafeterías capaces de superar el café, las infusiones, las porciones de tarta y hasta los tristísimos sándwiches de Starbucks, pero son muy pocas las que se atreven a subir los precios hasta el umbral de la multinacional estadounidense.

En ocasiones se alega, absurdamente, que conocen peor a sus clientes o que no saben proporcionar experiencias. Las cadenas de hamburgueserías locales –el comienzo ...