
“Lo que está sucediendo en el país es una catástrofe que, en realidad, viene ocurriendo desde hace 11 años”. Desde Vila Somalia, el palacio gubernamental que tantas veces ha intentado destruir Al Shabaab, el presidente somalí Mohamed Abdullahi Farmajo hablaba el pasado febrero para altos cargos de su gobierno, responsables de los cuerpos de seguridad y de los servicios de asistencia humanitaria. El grupo terrorista, asociado a Al Qaeda, había vuelto a atentar en la capital de un país que ha perdido ya la cuenta de sus muertos. La idea de que la misión desplegada hace más de una década por la Unión Africana en Somalia (AMISOM, por sus siglas en inglés) pueda poner fin al conflicto resulta cada día más lejana. Al Shabaab sigue controlando buena parte del sur del país, cuenta con un importante respaldo social y su capacidad ofensiva es suficiente para hacer temblar a toda la región. El propio Farmajo reconoció en su alocución de febrero que la guerra contra el terror en Somalia está lejos de terminar. ¿Ha llegado la hora de empezar a negociar con el grupo terrorista una salida?
La sociedad somalí recela de lo que está por venir. “Cuando nos vayamos, Al Shabaab va a seguir aquí. Entonces, ¿por qué la población iba a acudir a nosotros si saben que nos vamos a ir y tendrán que rendir cuentas a Al Shabaab?”, reflexionaba en 2017 el coronel Chris Ogwal, por entonces máximo responsable del batallón XXI desplegado en Arbiska, en pleno valle del Shabelle, en la primera línea defensa de Mogadiscio.
Lo ocurrido desde entonces no ha hecho más que corroborar esta tesis. Pese a las advertencias de algunos países miembros y de altos cargos de la propia misión, la AMISOM ha iniciado su repliegue, el cual debería completarse entre 2020 y 2021. Mientras, Al Shabaab ha demostrado, una y otra vez, que su potencial devastador sigue intacto: a la masacre de octubre de 2017, la más importante perpetrada desde el retorno de las tropas internacionales en 2007 con más de 500 muertos y 300 heridos, le han seguido infinidad de atentados, incluida la toma de un edificio durante 22 horas en la calle Makka al Murakama que se saldó con una treintena de muertos o el ataque a un hotel en la localidad portuaria de Kisimayo este mismo mes de julio con otros 256 muertos y medio centenar de heridos. Más allá de sus fronteras, las incursiones del grupo en Kenia alimentan el temor de la comunidad internacional.
“El uso de la fuerza no ha funcionado. Al Shabaab ha demostrado su supervivencia durante más de una década, incluso durante los periodos de mayores ofensivas militares contra ellos, incluidos bombardeos”, subraya Akinola Olojo, investigador en amenazas transnacionales y crimen global del Institute for Security Studies (ISS). Desde abril de 2017, Estados Unidos, que colabora estrechamente con la AMISOM ...
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