Pescadores egipcios en el río Nilo cerca de El Cairo. (Mohamed el Shahed/AFP/Getty Images)

Un reflejo actual de la vida de los habitantes de los cinco países bañados por el río Nilo.  

Hijos del Nilo

Xavier Aldekoa

Ediciones Península, Barcelona, 2017

Este no es un libro escrito por un viajero que narra su periplo por Uganda, Sudán del Sur, Etiopía, Sudán y Egipto donde describe sus vivencias personales, Hijos del Nilo es una obra escrita por un periodista conocedor de un continente, que da nombres y apellidos a los diferentes protagonistas de las historias que va relatando,  intercalándolas con narraciones históricas y contextualización. Un trabajo llevado a cabo para que todo aquel, tanto conocedor como no de la región, tenga una aproximación más humana al continente.

Un nombre: Grace, una niña sursudanesa con la que arranca el libro y que da una terrible noticia al autor: “Sudán del Sur vuelve a estar en guerra”. Grace pone nombre y cara al conflicto en el país, un hecho que la separa de sus seres queridos y que se lleva su sueño de ser doctora. “Anhela aprender en paz”, escribe Aldekoa. Desde que estalló la guerra, según datos de UNICEF más de la mitad de todos los niños sursudaneses no van a la escuela – el país tiene la mayor proporción de niños fuera del colegio del mundo. 16.000 han sido reclutados desde 2013. Más de 6 millones de personas, la mitad de la población, dependen de la ayuda alimentaria. Más de 1,1 millones de niños sufren desnutrición aguda y necesitan tratamiento urgente.

Es un libro humano que da vida a las personas que va encontrando a lo largo de sus páginas y de los diferentes países que describe; y es que según el propio autor: el río Nilo no es un río, son personas. Pero no por ello a este trabajo le falta el condimento necesario que hace que sus páginas enganchen y enseñen a la vez. Es un análisis de la situación de estos países, de los intereses internos y de las interferencias externas. Es un recorrido por el pasado, para entender el presente. Por qué algunos de los habitantes de estos lugares deben enfrentarse a situaciones en muchas ocasiones extremas, ya sea de violencia, corrupción, hambre, falta de expectativas o de futuro. Qué les ha llevado a ello y sobre todo y lo más importante, cómo les afecta. ¿Cuáles son sus historias?

La riqueza que baña las orillas del Nilo, que se extiende a lo largo de nueve naciones en cerca de 6.650 kilómetros, es extrema y los habitantes muy variados. El río nace en el África negra y desemboca en el mundo árabe. Arrastrando a su paso historia y cultura. El recorrido comienza en Uganda, donde destaca la sobrecogedora conversación que tiene con Moses Rubangangeyo, uno de los niños soldado, secuestrado durante ocho años por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), ahora ya adulto. Según menciona el propio autor, durante 30 años, Joseph Kony, líder del LRA, secuestró a más de 30.000 menores para convertirlos en combatientes. “Los niños son los mejores soldados. Por eso los secuestraban tan pequeños. Los niños menores de 14 años no temen a nada. Creen lo que les dices; que el aceite mágico les hace invisibles”, en palabras de Rubangangeyo.

La historia de Uganda está repleta de conflictos étnicos y tribales, enquistados desde el dominio colonial inglés y que se han ido perpetuando desde su independencia. Además de haber contado con una serie de líderes brutales y sangrientos. En la actualidad, el presidente, Yoweri Museveni, que no cuenta con un historial mejor, es uno de los dictadores más longevos del continente. Es un país que bebe de su historia y que aún permanece con la herida abierta, con riesgo de inestabilidad en determinadas zonas. Más desde que el Ejército ugandés, que recibía la ayuda del estadounidense, hayan finalizado la infructuosa búsqueda de Kony, que comenzó en 2012.

La segunda parada es Sudán del Sur, un país que nació tras años de conflicto con Sudán y que ahora vive una guerra civil. Aquí da voz a las nadie, cientos de mujeres que fueron violadas en grupo durante horas por soldados del Gobierno a escasos metros del campamento de la ONU. Estos casos, junto a otros también relatados en el libro, donde los militares sursudaneses masacraron abiertamente a las poblaciones refugiadas en los campos, fueron denunciados por diferentes medios de distintos países. Supuestamente, estas personas estaban bajo la protección de la Misión de Naciones Unidas en Sudán del Sur. En el momento en el que estos hechos se sucedieron, había desplegada en el país una fuerza de más de 11.00 cascos azules de China, Etiopía, India y Nepal y 1.117 policías bajo el mandato de proteger a los civiles. Lamentablemente, los sursudaneses, además de todos sus males, también sufren de “ser ignorados” y de resultar indiferentes para el resto del mundo, asegura Aldekoa.

Las páginas dedicadas a su transcurrir de los días por Etiopía muestra como el país vive una calma ficticia que sobre todo al Estado le interesa vender de puertas para afuera. Como el propio autor lo describe, se ha convertido en el “país de los susurros”, donde nadie se atreve a hablar del Gobierno abiertamente en un espacio público. Para criticarlo hay que bajar la voz. Desde abril de 2014, numerosas manifestaciones han ido sucediéndose en la capital, pero también en otras ciudades, el detonador de la actual situación es la expansión de Addis Abeba, que provoca el desplazamiento forzoso de miles de persona que se quedan sin tierras. Las protestas provienen principalmente de las comunidades oromo y amhra, las dos etnias más numerosas de Etiopía (representan casi el 60% de la población) y las que más se han visto afectadas por estas políticas tomadas por el Gobierno etíope. Ambas denuncian las carencias democráticas, la corrupción y el trato de favor a los ciudadanos de etnia tigray (6,1% de la población, pero que representan una pequeña élite que tienen en sus manos al poder y las fuerzas de seguridad). ¿Cuánto tiempo serán los líderes capaces de sostener esta tensa calma?

En su parada en Sudán trata de mostrar esa mezcla que tiene el país al ser, metafóricamente hablando, la puerta de entrada y de salida de los dos universos que viven en el continente: el africano y el árabe. Hasta llegar al faraónico Egipto. En estos dos países además de presentar la realidad de estos dos regímenes autoritarios, es muy interesante el reflejo que hace de la vida de los nubios en Egipto, orgullosos de su pasado, pero afectados directamente por la rampante corrupción y violencia ejercida por el régimen de Al Sisi, y de los nómadas en el norte de Sudán, quienes luchan por permanecer y mantener intactas sus costumbres y forma de vida. Durante una conversación que mantiene el autor con Ahmed Malick, nómada, desconocedor de nuestro mundo, gran conocedor del suyo y protagonista durante unas páginas de este libro, es muy interesante ver cómo para ellos el tiempo y el espacio tienen otro significado:  ¿Cuántos años tienes? Soy el segundo hijo de mis padres. ¿Cuánta distancia hay hasta el próximo pozo? Depende de si vas al paso de camellos, asnos o de cabras; y si están cansados o no. ¿Cuánto tiempo pasas en el pozo? Hasta que el sol empieza a bajar.

En Egipto, evoca a un país en tensión con un Gobierno empantanado entre la amenaza yihadista y la represión a cualquiera susceptible de ser contrario a su quehacer. También herido por la falta de turismo (una de sus mayores fuentes de ingresos antes de las Primaveras Árabes), afectado por la inestabilidad, la represión y el terrorismo. Aldekoa da cifras: en 2010, 14,7 millones de turistas visitaron el país, en 2016 no llegaban a los cuatro millones.

A pesar de las noticias y los documentos que se suelen publicar en occidente sobre África, como reflejo de un continente plagado de conflictos, enfermedades, hambre, guerra y violencia. Que existen. También es justo saber que es la tierra de 54 Estados en los que habitan incontables etnias. Es un espacio donde conviven cultura, tradición y solidaridad. Esto es lo que trata de mostrar Aldekoa en su libro. Existen diferentes grupos de personas con una riqueza cultural extrema interesados en vivir, y también en sobrevivir en algunos casos, no de una manera tan lejana ni dispar a como se hace en otras partes del mundo. Hijos del Nilo está plagado de la historia de personas que luchan y viven a pesar de todo, que ayudan a los demás y que sin saberlo muchos de ellos son héroes que no necesitan capa.