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A: George W. Bush
 
Presidente de EE UU
DE: George Irani
RE: 'Take it easy', amigo
No se precipite. Una nueva aventura militar estadounidense en la zona, ahora contra Irán,
sólo serviría para desatar más conflictos. Y vigile también a los israelíes.
Irán se ha convertido en una de las peores pesadillas para su Administración. Cuando incrementó la presión sobre el régimen de los ayatolás con el refuerzo de las sanciones en octubre, también aumentó varios grados la temperatura de toda la región. Tenga cuidado con lo que hace a partir de ahora si no quiere abrir la caja de
Pandora y esparcir sus males por todo Oriente Medio y
más allá.
Es cierto, Teherán representa un inmenso reto para la seguridad de EE UU por el modo en que alienta el terrorismo, el grado de represión en el interior y su tajante negativa a dar su brazo a torcer en su (supuesta) carrera por las armas nucleares, de la que, por cierto, Mohamed el Baradei, director del Organismo Internacional de la Energía Atómica, no encuentra pruebas. Pero debe tener presente que un ataque militar tendría repercusiones negativas de gran calado, sobre todo en tres de los teatros de operaciones –bélicas o políticas– que más le quitan el sueño (Irak, Afganistán y Líbano).
En Irak, sus políticas no han logrado, al menos hasta ahora, su objetivo. El Gobierno de mayoría chií de Bagdad, respaldado por su Administración, ha demostrado ser incapaz de devolver la estabilidad al país árabe, que se desliza por el peligroso camino de la división en tres entidades: un sur chií, un norte kurdo y un debilitado centro suní de futuro poco claro. Deshacerse de Sadam Husein, un dictador brutal, fue una gran contribución para llevar cierto grado de normalidad al país, pero la falta total de visión militar y política ha condenado a las tropas estadounidenses a sufrir el asedio constante de los grupos insurgentes suníes y el hostigamiento de los chiíes. El coste en víctimas militares y pérdidas económicas es gigantesco. Alrededor de 4.000 soldados estadounidenses y más de un millón de iraquíes han perdido la vida en una guerra que ya no cuenta con el apoyo de la opinión pública de su país. Según datos recientes de la Oficina de Presupuestos del Congreso, las guerras de Irak y Afganistán ya han consumido 600.000 millones de dólares (414.000 millones de euros) y, si sus tropas permanecieran en ambos países durante 10 años más, el coste podría alcanzar los 2,4 billones. Y el régimen de Teherán, cuyo papel en un principio debía consistir en echar una mano a su Administración en el embrollo iraquí, ha terminado por sacar partido del ascenso de los chiíes y la incapacidad de EE UU para imponer su voluntad en Irak y en el golfo Pérsico.
Mientras, en Afganistán los talibanes han regresado al campo de batalla, sobre todo en el sur, y los denodados esfuerzos por arropar y apuntalar el régimen de Karzai no ...
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