El factor energético, como siempre, condicionará el futuro de la región.

 

Las revueltas se catalizaron por el desmoronamiento definitivo de un mundo tallado con el cincel de Yalta, quimera de las sociedades árabes. Hoy, Occidente, ya no es símbolo del progreso material y moral, sino que es el símbolo de crisis. Por otra parte, Oriente, ya no es la alternativa socialista, sino que es la emergencia de una nueva política, Turquía, y de una nueva economía, China. Así, si las revueltas son consecuencia del fin de Yalta, el cómo se resuelvan estará vinculado al lugar otorgado al mundo árabe, entre este Occidente en crisis y la emergencia del nuevo Oriente.

La segunda idea es que, en parte, estas revueltas prosperaron porque Europa abandonó a los líderes que garantizaban los recursos energéticos que ésta necesitaba. Ello ocurre porque el “viejo” modelo petrogasístico está transitando hacia el eléctrico-renovable; lo que requiere un cambio en el poder de los líderes tradicionales, como Gadafi, a los favorezcan el nuevo modelo energético.

Ninguna de ambas ideas va en menoscabo ni de la legitimidad ni de la justicia de las revueltas, pero, desgraciadamente, estos territorios nunca anduvieron solos, fueron parte del Imperio Otomano, de Europa o amigos del Este o del Oeste. El cambio real, sería que siguieran un camino propio, pero me temo que las tormentas de 2012 serán consecuencia del choche entre viejos y emergentes actores regionales que buscan su lugar en un nuevo orden energético-mundial.

 

Aurèlia Mañé Estrada, profesora de la Universidad de Barcelona