Mujeres yazidíes desplazadas que han huido de la violencia del autoproclamado Estado Islámico en Sinjar. Irak. Safin Hamed/AFP/Getty Images

El libro Mi nombre es refugiado es una recopilación de crónicas periodísticas sobre la crisis migratoria europea de 2015 a 2016, la peor desde la Segunda Guerra Mundial. Este fragmento narra el crudo testimonio de una joven yazidí de tan solo 15 años sobre su cautiverio a manos del autoproclamado Estado Islámico en Irak.


Mi nombre es refugiado

Irene L. Savio y Leticia Álvarez Reguera

159 páginas

Editorial UOC

Noviembre de 2016, Barcelona


Le pregunté si sabía que había sido muy valiente por haber sido una esclava sexual del Estado Islámico y ahora estar contándolo. Guardó silencio. Luego, con la inocencia de sus 15años, respondió.

—Estaba sola. Mi mamá y mi papá no estaban. O hacía algo o moría.

A las tres de la tarde habíamos quedado en el edificio en el que vivía desde su exilio en Heilbronn, un pueblo rural de 120.000 habitantes en el estado federado de Baden-Wurtemberg, en el sur de Alemania, al que llegamos perdiéndonos varias veces. Era ya junio de 2016 y Heilbronn, como el resto de las ciudadelas de Alemania occidental, tenía un aire sosegado, prolijo y campesino, ahora salpicado por centenares de ojos negros, teces morenas y ruidosos acentos, reflejo del gran número de migrantes árabes que habían llegado en los últimos meses.

Tocamos el timbre en el anónimo edificio de tres pisos; Samia Sleman Kamal no se encontraba en la casa. Ante nuestra impuntualidad, había aprovechado para recuperar instantes de su infancia robada y se encontraba jugando con sus dos hermanos más pequeños en el patio. Alrededor, la casa se abrió paso ante nuestros ojos como un lugar provisional, despojado de todo adorno y memoria de la familia de yazidíes que ahora la ocupaban: Samia, sus seis hermanos, un tío y la madre, Khalida. Por ser yazidí, una minoría étnicamente kurda y de una religión preislámica, Samia había caído en las garras del Estado Islámico con apenas 13 años, el 3 de agosto de 2014, fecha en la que miles de combatientes del violento grupo de fundamentalistas islámicos asaltaron el distrito de Sinyar (Irak) y varias localidades de Siria en una nueva y salvaje escalada de brutalidades cuyo blanco fueron precisamente los yazidíes. La agresión a Samia fue posterior a la ocupación de la importante y multiétnica ciudad de Mosul, ocurrida dos meses antes. Desde el primer momento, el plan, minuciosamente estudiado y planificado, consistió en una sistemática limpieza étnica de la zona de Sinyar, limítrofe con Siria y antaño hogar de una comunidad de 400.000 yazidíes. En pocas horas, ese 3 de agosto, y luego en los días posteriores, miles de yazidíes hombres y niños mayores de 12 años fueron ajusticiados sumariamente, las mujeres hechas esclavas, vendidas y violadas reiteradamente, y los más pequeños enviados a campos de adoctrinamiento y entrenamiento yihadista. No encontraron resistencia.

“Samia está llegando”, interrumpió el mayor de los hermanos alcanzándonos dos vasos de ...