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Un grupo de personas se manifiesta en favor de ‘Cosi NO’, para decir no al referendum que tendrá lugar para decidir el recorte del número de miembros en las cámaras italianas. (Sirio Tessitore/NurPhoto via Getty Images)

Italia se enfrenta a un doble reto: un referéndum para aprobar la reducción de los miembros de las dos cámaras y unas elecciones para elegir gobiernos regionales. Ambas ponen en jaque a la política del país.

Este mes de septiembre, en que la clase política italiana reinicia su actividad, estará marcado por una doble encrucijada. Y decimos encrucijada porque, por un lado, los italianos deben decidir si quieren o no aprobar una nueva reforma constitucional, tras la fallida del Gobierno Renzi en diciembre de 2016. Y, por otro, si quieren dejar su voluntad manifiesta de que finalice la actual legislatura cuanto antes o si, por el contrario, prefieren que esta siga hasta lo preceptivamente establecido por la Constitución (lo que llevaría a comienzos de 2023, que es cuando se cumplen cinco años desde la celebración de las últimas elecciones generales).

Comencemos por la cuestión del “referéndum” que tendrá lugar el 20 de septiembre. Un “referéndum” que resultaba a todas luces necesario ya que, al haber aprobado el Parlamento italiano la reducción del número de miembros de sus dos cámaras (la baja pasaría de tener 630 a 400 y la alta de 315 a 200), esta disposición del poder legislativo debería ser refrendada por el pueblo italiano toda vez que altera la Constitución italiana de 1948, que establecía la cifra concreta de los miembros de cada una de las dos cámaras, cifra que, como decimos, ahora quedaría alterada.

A partir de aquí, la aprobación de este taglio (corte o reducción) del número de parlamentarios nacionales posee tantas luces como sombras. A favor de la reforma está el hecho de que al país le sobran diputados y senadores: pensemos que España, por ejemplo, con solo catorce millones de habitantes menos, no llega siquiera a los 600 parlamentarios nacionales entre el Congreso de los Diputados y el Senado, mientras las dos cámaras italianas suman 945, todo ello sin olvidar que puede llegar a los 950 si el presidente de la República hace uso de su prerrogativa constitucional de nombrar hasta cinco senadores más por su destacada contribución a la mejora del país. Y que hay numerosos Estados europeos donde se funciona con una sola cámara legislativa, como sucede en Francia, Países Bajos, Dinamarca, Suecia o Finlandia.

A partir de ahí, comienzan a verse importantes sombras. La primera es el evidente carácter populista de este taglio, ya que quien lo impulsó no fue otro que el decadente Movimiento Cinco Estrellas, afirmando que con esta reducción en ambas cámaras se lograría un importante ahorro en el gasto público. Pero los diferentes estudios de economistas reputados han puesto de manifiesto que la cantidad de dinero que se dejaría de gastar equivale al apenas…. 0,001% del conjunto de la spessa pública.

Porque en realidad el problema del país no está en reducir el número de parlamentarios, sino en la grave anomalía, única en Europa, de tener dos cámaras parlamentarias con igual poder legislativo. En efecto, el llamado “bicameralismo perfecto”, que en su momento constituyó una respuesta natural a más de dos décadas de totalitarismo fascista, lleva a que todo proyecto de ley deba ser aprobada por ambas cámaras. Con el añadido de que si, por ejemplo, un texto aprobado en primera lectura en la Cámara baja pasa luego a la alta y se cambia una sola palabra, entonces no sólo tendría que ser aprobado en esa segunda, sino que debería volver a la primera para ser de nuevo votada. Es lo que se conoce como “ping-pong” legislativo, con el problema añadido de que las mayorías en el Senado son más difíciles de lograr que en el Parlamento, lo que dificulta aún más la agilización del proceso legislativo. Por otra parte, otro problema que causaría esta reducción sería el de, por primera vez en la Historia de la República italiana, dotar de un extraordinario poder a los delegados procedentes de las regiones cuando llegara el momento de elegir al presidente de la República, algo que debe hacerse cada siete años: si en la actualidad los miembros de las regiones que participan en las votaciones presidenciales suponen apenas un 10% del cuerpo electoral, ahora, al haber dejado libre el Parlamento nacional casi 350 puestos, pasarían a tener un peso decisivo (los electores del jefe del Estado suman un total de 1.050 cargos públicos en la actualidad y las regiones aportarían casi 500 frente a los 600 formados por diputados y senadores).

Y es que la auténtica reforma del poder legislativo italiano pasa por convertir al Senado, como en tantos otros países, en una auténtica cámara de representación de los territorios, porque en este momento no lo es. Pongamos un caso bien conocido: Matteo Salvini, lombardo de nacimiento y desde sus inicios políticos vinculado a esta región, ahora mismo es Senador por… Calabria, una región meridional que se encuentra a más de 1.000 kilómetros de la capital de Lombardía. Esta anomalía fue precisamente la que intentó corregir Matteo Renzi durante su etapa al frente del Consejo de Ministros, pero su reforma no salió adelante en el “referéndum” celebrado a comienzos de diciembre de 2016 (41% de votos a favor por 59% en contra). En ese sentido, su tentativa de transformar el Senado en Cámara de las Regiones no pudo convertirse en realidad porque Renzi no logró pactarlo con el resto de fuerzas políticas, que vieron en esta cuestión una ocasión perfecta para hacer caer a un político que, a sus 41 años, había logrado mantener en pie uno de los gobiernos más longevos de la historia republicana (1.020 días consecutivos fue primer ministro Renzi). Además, la reforma no estuvo bien planteada (la pregunta que se hacía a la población resultaba extraordinariamente farragosa de cara a lograr un voto favorable) y además venía acompañada de un segundo error: haber aprobado antes una nueva ley electoral (la llamada Italicum) que dotaba de mucho poder al gobierno frente al Parlamento, lo que hizo a muchos temer que, al hacer desaparecer la segunda cámara legislativa (donde además era aún más difícil que un solo partido la controlara), la democracia italiana resultara severamente dañada en el sentido de reducir sus derechos y libertades.

Así que, como conclusión, el taglio puede salir adelante, pero ni el país va a resultar más gobernable ni se va a lograr reducir sustancialmente el gasto en personal político. En principio el “sí” tiene los votos garantizados, ya que lo apoyan casi todos los partidos importantes de ámbito nacional (Cinco Estrellas, Partido Democrático, Liga, Hermanos de Italia, LeU), pero los italianos tendrán la última palabra, y muy en particular los pertenecientes a la Italia meridional, ya que, al exigirse 270.000 votos para tener un escaño, podría darse el caso de una sobrerrepresentación de la Italia septentrional (solo en Lombardía vive el 26-27% de la población total del país) frente a una zona meridional más abandonada que nunca a su suerte. Veremos, en cualquier caso, qué sucede el 20 de septiembre, recordando una vez más lo imprevisible que puede llegar a ser la política italiana.

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Mateo Salvini durante un mitín de capaña por las elecciones regionales en Campania. (Marco Cantile/LightRocket via Getty Images)

La otra encrucijada es la que se encuentra en relación con la elección del gobierno de hasta siete regiones diferentes, convocada igualmente para el 20 de septiembre (también tiene que renovarse, no lo olvidemos, el gobierno de cerca de 1.000 ayuntamientos). Esas siete regiones son el Valle de Aosta, Liguria y Veneto en el norte; Toscana y Las Marcas en el centro del país; y Campania y Puglia en la parte más meridional. La realidad es que se trata de mucho más que de comicios para renovar los gobiernos territoriales: está en juego convocar o no elecciones anticipadas ante la evidencia de que los italianos llevan ya casi tres años pidiendo, a través de comicios locales, que la presidencia del Consejo de Ministros la ocupe la centroderecha, ganadora de todas las elecciones celebradas desde entonces con alguna que otra excepción como Emilia-Romagna, que la centroizquierda fue capaz de retener a finales de enero de este año.

Según las encuestas, en este momento la centroderecha ganaría de manera apabullante en el Veneto, Liguria, Valle de Aosta y Las Marcas. Pero, en cambio, en las otras tres que quedarían en liza todo está mucho más ajustado. En el caso de Toscana, se trata de uno de los principales bastiones de la centroizquierda, como lo es también Emilia-Romagna: no sólo ha sido gobernada por el PD en los últimos años, sino que el mismísimo Matteo Renzi, líder de Italia Viva, es Senador por Toscana y ha sido alcalde de la capital de esta región (Florencia) entre 2009 y 2014. Además, la centroderecha ha presentado una candidata con muy pocas posibilidades, la eurodiputada y pisana Ceccardi: muy joven (tiene solo 33 años), su bagaje personal resulta bastante pobre, ya que no acabó la carrera universitaria en un país que tiene muy en cuenta esta titulación y antes de convertirse en eurodiputada en mayo de 2019 toda su carrera política se había desarrollado en una pequeña población de los alrededores de Pisa, donde fue primero concejala y, finalmente, alcaldesa.

En el caso de Campania, aquí también la centroderecha lo tiene muy difícil para hacerse con el gobierno de la región. Se trata de un bastión de alto valor simbólico a la hora de hacer frente a Italia septentrional, y, entre otras cosas, es la tierra que vio nacer al célebre escritor Roberto Saviano, conocido por su abierto enfrentamiento con Matteo Salvini.

Finalmente, queda Puglia, donde sus habitantes habrán de elegir, no entre lo malo conocido y lo bueno por conocer, sino entre el menos malo de dos candidatos ya sobradamente conocidos. En efecto, los principales cabezas de cartel son Fito, expresidente de la región (la gobernó entre 2000 y 2005) y Emiliano, actual gobernador de Puglia. Fito tiene como principal inconveniente que lleva una década fuera de su región de origen (en la actualidad es eurodiputado), mientras Emiliano no ha logrado evitar que Puglia siga siendo una de las zonas más deprimidas del país.

Lo cierto es que, en principio, cuatro o cinco regiones irían a manos de la centroderecha, mientras la centroizquierda se quedaría con dos o, máximo, tres. Según como sean de contundentes las victorias de la centroderecha, e igualmente como sean de mínimas las derrotas de Salvini y sus compañeros de coalición frente a la centroizquierda, entonces el presidente Mattarella, que es el único que dispone de la prerrogativa de convocar elecciones anticipadas, deberá decidir si quiere finalizar antes de tiempo la legislatura de gobierno, entre otras cuestiones porque la actual coalición de gobierno nacional es bastante débil. La mejor prueba de ello es que esa misma coalición está discutiendo una nueva ley electoral, y en la nación transalpina las leyes electorales tradicionalmente se han aprobado cuando había elecciones generales a la vista.

Así que ahora mismo se presentan dos posibles escenarios: elecciones anticipadas para los primeros meses de 2021 una vez se aprobaran los Presupuestos Generales del Estado, o seguir adelante con la legislatura en curso hasta que la actual mayoría de gobierno dejara de existir. Como podemos observar, una auténtica encrucijada. Y, por encima de todo, un inicio de curso realmente trepidante en el que el siempre polémico y muy controvertido Matteo Salvini vuelve a emerger con fuerza.