¿Qué ha supuesto la visita de Obama a Israel, Cisjordania y Jordania?

 

 

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Ilia Yefimovich/Getty images
Protestas palestinas durante la visita de Obama a Ramala en 2013

 

El presidente de Estados Unidos ha visitado Israel, Cisjordania y Jordania sin grandes ambiciones ni pomposos anuncios de planes de paz, aunque con la firme voluntad de ganarse la confianza de las partes y de intentar generar confianza entre ellas. Barack Obama, que ya estuvo en la zona en 2008 cuando era senador por Illinois y candidato a la presidencia, ha intentado no crear grandes expectativas durante esta breve gira regional, para así no generar ilusiones que luego se puedan convertir en frustraciones. Se ha tomado la visita como una fórmula para desarrollar la interlocución tanto con el Gobierno como con la sociedad civil, buscando la empatía con éstos antes de poner en marcha iniciativa diplomática alguna.

Podríamos decir que el primer mandato de Obama resultó estéril en cuanto al proceso de paz en Oriente Medio se refiere. Tras su discurso inicial del 4 de junio de 2009 en la Universidad Al Azahar de El Cairo –en el que demandó la aceptación e integración de Israel por parte de los países árabes, a la vez que solicitaba que el Estado hebreo acabara con la ocupación de los Territorios Palestinos– y la inmediata respuesta del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, a través de otro discurso pronunciado en la Universidad de Bar Ilán en Tel Aviv –en el que éste aceptó públicamente la solución de dos Estados– Obama generó un gran elenco de expectativas, que subsiguientemente se materializaron en los diez meses de congelación de la construcción de nuevas colonias.

Pero ese prometedor y “nuevo comienzo” (tal y como tituló su discurso en El Cairo, A new beginning) se vio pronto superado por la irrupción de las primaveras árabes y el enquistamiento de posiciones tanto por parte de los palestinos como de los israelíes. Después de juntar a Netanyahu con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) Mahmoud Abbás en la Casa Blanca en septiembre de 2010 para retomar las negociaciones directas, éstas resultaron efímeras, pues se estancaron en cuanto el Gobierno israelí optó por terminar con la moratoria impuesta sobre los asentamientos. Desde ese momento las conversaciones quedaron estancadas y, encima, ambos dirigentes comenzaron a exigir precondiciones. Abbás una nueva moratoria en la construcción de colonias; Netanyahu el reconocimiento formal de Israel como Estado judío.

Vuelta a la agenda diplomática

Además de las buenas palabras del presidente hacia Israel (no en vano el analista político estadounidense Peter Beinart define a Obama como el más proisraelí de todos los presidentes en su conocido libro La crisis del sionismo) quizás el mayor logro de su viaje ha sido volver a situar el proceso de paz en la agenda diplomática, de la cual había desaparecido completamente. Así, las partes se han comprometido –aunque sólo sea verbalmente– a retomar las conversaciones y a aceptar la mediación de EE UU, que será desempeñada por el secretario de Estado, John Kerry, quien llegó a la zona antes que Obama y se marchó después que éste para comenzar a concretar ideas que permitan desbloquearlo.

Aparentemente, Obama desearía hacer coincidir en el tiempo la retirada de sus tropas de Afganistán prevista para finales de 2014 con la creación de un Estado palestino, ya pasadas las elecciones a la Cámara de Representantes y al Senado coincidentes con el ecuador de su segunda legislatura. Este cronograma partiría de la premisa de que la ventana de oportunidad para la aplicación del modelo de los dos Estados se va cerrando progresivamente, dada la imparable colonización de Cisjordania a partir de la expansión de los asentamientos y de la construcción de infraestructuras para éstos.

Para conseguir crear un nuevo proceso que supere el obsoleto marco de Oslo, Kerry tendría que lograr convencer a Abbás de que renuncie a su precondición de que Israel congele otra vez la construcción de asentamientos (algo que con la incorporación del partido más popular entre los colonos, HaBayit Hayehudi, a la nueva coalición de Gobierno constituye una petición imposible) y a sus iniciativas unilaterales dentro del sistema de Naciones Unidas. Por otro lado también tendrá que convencer a Netanyahu de que mueva ficha en el ámbito político y deje de limitarse a hacer pequeños gestos en el campo meramente humanitario (tales como el desmantelamiento puntual de algún check point en Cisjordania o la mayor fluidez en la entrada de mercancías a la Franja de Gaza), mientras continúa ganando tiempo y aplicando su tradicional política de hechos consumados.

Siria e Irán

Dejando a un lado la cuestión palestina, los dos grandes temas que han ocupado la agenda de la visita de Obama han sido la guerra civil siria y el programa nuclear iraní, sobre los que también habló con el Rey Abdalá II de Jordania, a quien visitó tras su paso por Israel y la ANP (estuvo en Ramala y en Belén, donde realizó una simbólica visita a la Basílica de la Natividad), y con el que también quería coordinar posiciones. Pues a fin de cuentas Jordania es el segundo principal aliado de EE UU en la zona, después de Israel.

Aunque tras el reciente cambio de enfoque por parte de Francia y Reino Unido respecto de la transferencia de armas a los rebeldes sirios se especulaba con que Obama podría cambiar de estrategia, lo cierto es que sigue mostrándose reticente a tomar esa medida dado el gran potencial desestabilizador que conlleva. Preguntado en rueda de prensa conjunta con Netanyahu por el supuesto uso de armas químicas en Alepo el pasado día 19 de marzo, el presidente aseguró no disponer de prueba alguna, transmitiendo esa desidia a la hora de verse involucrado en una nueva guerra. Parece que Obama teme que esas armas terminen luego en manos de las milicias yihadistas, aplicando la lógica de que sería peor el remedio que la enfermedad.

En cuanto a la eventual militarización del programa nuclear iraní –percibida como la principal amenaza para la seguridad nacional israelí– Obama dejó claro que prefiere agotar la vía de las negociaciones multilaterales llevadas a cabo por el P5+1 (los cinco miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y Alemania), la aplicación de sanciones económicas y la realización de acciones de sabotaje informático, al menos hasta después de las próximas elecciones iraníes, que se celebrarán a finales de junio. Pero también parece haber alcanzado algún tipo de acuerdo de caballeros con Netanyahu, por el cual éste dejaría de insistir en la supuesta inminencia de la amenaza a cambio de recibir garantías de que EE UU contemplan también la opción militar.

El presidente enfatizó en varios momentos de su viaje que “Israel tiene derecho a defenderse por sí mismo y contra cualquier tipo de amenaza”, lo cual se ha interpretado como una muestra de connivencia con las preocupaciones existenciales israelíes e incluso como la potencial aprobación de un ataque preventivo. Precisamente al reiterar su filosofía de prevención que no de contención para hacer frente al problema, Obama ha logrado mejorar su relación personal con Netanyahu, que siempre había resultado tensa en sus nueve encuentros oficiales previos.

Reconciliación con Turquía

La principal consecuencia inmediata del viaje ha sido el desbloqueo de otra relación que estaba totalmente enrocada, como era la de Netanyahu con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan. Antes de partir rumbo a Jordania, Obama facilitaba una conversación telefónica entre ambos dirigentes, que se ignoraban mutuamente y criticaban abiertamente desde que la Armada israelí abordara el buque Mavi Mármara y matara a nueve activistas turcos pro palestinos en su afán por impedir que la llamada Flotilla de la Libertad arribara a la Franja de Gaza con ayuda humanitaria.

La desastrosa gestión de esa crisis –tanto desde el punto de vista militar y de inteligencia, como político y diplomático– unida al desencuentro personal previo entre Erdogan y el presidente de Israel, Simón Peres, en el Foro Económico de Davos, habían hecho que la antaño estratégica relación entre ambos países hubiera quedado muy deteriorada. Sea por sus nuevos intereses comunes en relación con la guerra civil siria o por la necesidad turca de mejorar sus capacidades aeronáuticas con la tradicional asistencia técnica israelí (sobre todo en el ámbito de los aviones no tripulados o drones y de los aviones para guerra electrónica o AWACS) lo cierto es que sin la capacidad de persuasión y los buenos oficios de Obama esta reconciliación no hubiera sido posible.

 

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