Metas: Fue escrito antes de que el cambio climático se convirtiera en el tema primordial para los defensores del medio ambiente y, por lo tanto, en su lugar de en éste se centra en la “sostenibilidad” -la idea de que se puede lograr el crecimiento económico sin diezmar los recursos naturales. Un objetivo secundario asociado era la reducción del número de especies que desaparecen cada año para 2010. Un segundo componente consistía en reducir a la mitad la proporción de gente que cuenta con acceso a saneamientos y agua potable y mejorar la vida de millones de personas por todo el palneta que habitan en suburbios de chabolas.

Realidad: En una palabra: desastre. El mundo no cumplió con sus objetivos para 2010 de detener la pérdida de especies, y 13 millones de hectáreas de bosque todavía son arrancadas cada año. Y dado que el cambio climático sigue acelerándose, estos problemas podrían perfectamente empeorar antes de empezar a mejorar. Tampoco ha mejorado mucho la vida para los habitantes de los barrios chabolistas, de los cuales hoy hay unos 828 millones, un aumento desde los 657 millones de 1990. Los saneamientos también se han quedado atrás, habiendo mejorado sólo en 8 puntos porcentuales entre 1990 y 2006, según el informe del secretario general previo a la cumbre. Para 2015, 2.400 millones de personas todavía carecerán de sistemas de saneamiento, según cálculos de la Organización Mundial de la Salud -el mismo número que los que carecen de ellos hoy en día.

El fracaso de la cumbre del clima de la ONU en Copenhague en diciembre de 2009 no es un buen presagio para los futuros acuerdos políticos sobre daño medioambiental. Hubo, sin embargo, una buena noticia derivada de ese encuentro: la oferta por parte de los Estados ricos de pagar a los países en desarrollo aproximadamente 30.000 millones de dólares para la conservación de terrenos forestales.

La mejora de los sistemas de saneamiento, mientras tanto, ha resultado ser una de las tareas más difíciles que han encontrado los gobiernos, especialmente en áreas rurales donde la infraestructura a menudo tiene que construirse partiendo de cero. Sólo el 45% de los habitantes de zonas rurales en todo el mundo tienen acceso a estos sistemas de saneamiento. “Es la mayor laguna del sistema global”, dice John McArthur, consejero delegado de Millennium Promise, una organización fundada para contribuir a promover los ODM. Gran parte de las mejoras que se han producido han sido menos técnicas que educativas -la mejora de la concienciación sobre la importancia del saneamiento y sobre los parásitos intestinales.

Pero incluso más crucial que el desafío técnico es el desafío político -y aquí los ODM ofrecen menos ayuda. Las ONG pueden construir pozos, los donantes puedan dar fondos, pero en definitiva regular el agua es una cuestión de los gobiernos. McArthur cita a Senegal como un país que ha hecho avances en esta área, centrándose en los grupos económicos y regionales específicos que están más necesitados de nuevas instalaciones. Otros Estados han pasado apuros para desviar escasos recursos para lo que es un problema caro y a largo plazo. A escala global, se estima que costaría unos 142.000 millones de dólares construir los sistemas de saneamiento que se necesitan y otros 216.000 millones de dólares mantenerlos, según cálculos de la OMS.