Quizá por primera vez desde el surgimiento de los Estados árabes independientes, el mundo exterior comenzará a tomar en serio la opinión pública de estos países.

 

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La primavera árabe con sus consecuencias actuales, y las de un futuro próximo, es una verdadera tormenta. Con el hundimiento de regímenes “fuertes” y respaldados por Occidente, principalmente en Egipto y Túnez, todo un conjunto de paradigmas, percepciones, posturas estratégicas, alianzas y miedos han caído también. Las percepciones del orientalismo clásico, que incluían la “excepcional” aceptación árabe del autoritarismo y la incompatibilidad de su cultural con la libertad y la democracia, se han venido abajo. Las políticas occidentales tuvieron que adaptarse, a regañadientes, a las nuevas realidades y cambiar de bando, dejando abandonados a su propio destino a sus títeres en la región. Este aspecto de la tormenta se manifiesta en cómo las revueltas árabes han obligado a los gobiernos occidentales a ponerse del lado de la opinión pública y contra las élites que tradicionalmente contaban con el apoyo occidental.

Quizá por primera vez desde el surgimiento de los Estados árabes independientes, el mundo exterior comenzará a tomar en serio la opinión pública de estos países. El público de las naciones árabes solía ser ignorado por los poderes locales y extranjeros, mientras que las decisiones estratégicas que afectaban a su vida y su futuro eran monopolizadas por un único individuo y su camarilla. De ahora en adelante las decisiones estratégicas para estos países se tomarán de forma diferente. El temor hizo que las elecciones posteriores a la revolución llevaran a los islamistas al poder.

Hasta el momento, los discursos de estos islamistas, en Túnez y en Egipto, son conciliatorios y no tan agresivos como se esperaba. Los salafistas de Egipto, que eran considerados fanáticos e intolerantes, han mostrado una postura racional que tiene en cuenta el aspecto coste-beneficio en lo que se refiere a aceptar el tratado de paz con Israel, confirmando la prioridad de los “intereses nacionales de Egipto” por delante de otros preceptos ideológicos. Todavía tiene que asentarse mucho del polvo levantado por la tormenta, pero gran parte del panorama político tradicional de Oriente Próximo ha sido trastocado quizá para siempre.

Khaled Hroub, director del Media Programme, Gulf Research Centre, University of Cambridge.