Lo que tiene que preocupar al mundo es el riesgo creciente de violencia étnica en el país surasiático.

 

Mientras que Occidente califica las recientes elecciones en Myanmar (antigua Birmania) de farsa antidemocrática -cosa que fueron, por supuesto-, está ignorando una crisis que tal vez esté fraguándose en las regiones fronterizas del país. Aunque una serie de acuerdos de alto el fuego ha mitigado las guerras civiles que han arrasado Birmania durante gran parte de sus 62 años de independencia, estos conflictos no se han resuelto nunca del todo. En agosto de 2009, las luchas en la región de Kokang, en el nordeste, obligaron a más de 30.000 refugiados a huir a China. Ahora, las tácticas agresivas del Gobierno están incrementando las tensiones en un peligroso juego de política étnica que puede acarrear luchas violentas.

La junta militar que controla este país del sureste asiático no ha tomado nunca en serio las exigencias políticas de sus grupos étnicos, y varios de ellos han empuñado las armas y han formado milicias que controlan extensas franjas de territorio. En abril de 2009, las autoridades dijeron a los grupos étnicos armados que tenían que transformar sus milicias en “fuerzas de guardia de fronteras” y someterse al poder militar central. Estos, que consideran que sus armas son el único instrumento que les queda contra un Gobierno que no les da a cambio, se negaron.

















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Sin embargo, en las últimas semanas, la Junta ha indicado que tal vez esté planeando otra ofensiva para integrar a las minorías étnicas bajo el control central del Estado, lo cual ha elevado las tensiones a su nivel más alto desde la ofensiva de Kokang. Después de la explosión de una mina a mediados de octubre, el Gobierno calificó al Ejército de Independencia kachín (KIA), una organización amplia y bien organizada, de “insurgentes”. Muchos han interpretado que el hecho de que utilice ese término por primera vez desde la firma del alto el fuego con el grupo en 1994 es un preludio al uso de la fuerza. Las tensiones aumentaron todavía más cuando las tropas gubernamentales rodearon tres oficinas del KIA en octubre. Las milicias étnicas están reforzando su presencia en los Estados de Kachín y Shan, y seis de ellas han llegado a un acuerdo para unir sus fuerzas en caso de que la Junta lance otro ataque.

Aunque las elecciones podrían haber sido una oportunidad para restaurar la calma mediante una mayor participación política de los grupos étnicos -que representan aproximadamente un tercio de la población-, los últimos acontecimientos han frustrado esas esperanzas. Unos sectores considerables de las minorías wa, shan y karen han decidido no acudir a las urnas, porque creen que no van a cambiar en nada su situación. Y la comisión electoral ha quitado el voto a cientos de miles de miembros de esos grupos étnicos, al cancelar ...