Guita busca sus pertenencias entre las ruinas de su casa. 70% de las casas de Sanagaum Village se derrumbó cuando un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter golpeó Nepal el sábado 25 de abril 2015. (Pablo Tosco / Oxfam Intermón)
Guita busca sus pertenencias entre las ruinas de su casa. 70% de las casas de Sanagaum Village se derrumbó cuando un terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter golpeó Nepal el sábado 25 de abril 2015. (Pablo Tosco / Oxfam Intermón).

La intervención de las ONG internacionales en contextos de guerra o catástrofes naturales, como un ciclón o una sequía, no tiene sentido si no trabajan con la población local. Eso incluye al gobierno del país afectado, al regional, a las organizaciones civiles pero, sobre todo, a las personas que sufren las consecuencias del desastre.

Todos estos actores son el primer eslabón de ayuda humanitaria en situaciones de crisis. Conocen el entorno mejor que nadie y las consecuencias más directas y, a fin de cuentas, son los que se quedarán cuando las agencias internacionales se vayan.

Tras el terremoto que sacudió Nepal en abril de 2015, el 90% de las casas del distrito de Gorkha quedaron completamente destruidas. La gente se quedó durmiendo al raso, sin acceso a alimentos ni a agua potable. Era una situación límite. Sin embargo, las ONG internacionales, llegadas de todo el mundo para responder a esta emergencia, no sabían cómo llegar a la zona afectada, situada en medio de altísimas y escarpadas montañas, hasta que se dieron cuenta que podían recurrir a los guías de montaña locales. Ellos conocían muy bien la zona damnificada y tenían las habilidades necesarias para llegar a las víctimas. Así que fueron ellos quienes finalmente se encargaron de facilitar refugio y alimentos a cientos de personas que se habían quedado sin nada.

Este es un ejemplo claro de la importancia que tiene la coordinación entre los actores internacionales y los locales. Una coordinación necesaria porque hace que la intervención sea más eficaz pero, sobre todo, porque permite que sean las comunidades afectadas quienes decidan en última instancia cómo actuar ante una emergencia. Son las principales involucradas, las que mejor conocen el contexto y las que tendrán que seguir gestionando los “daños colaterales” cuando los agentes externos no estén.

Por todo ello, siempre que sea conveniente, el poder, los recursos y la responsabilidad de la acción humanitaria deben trasladarse de los actores internacionales (agencias de Naciones Unidas, Oxfam y otras ONG internacionales, Movimiento de la Cruz Roja y la Media Luna Roja) a los actores locales (gobiernos y ONG locales y nacionales, secciones locales de la Cruz Roja y la Media Luna Roja y organizaciones de la sociedad civil, incluyendo a los grupos que defienden los derechos de las mujeres).

Crisis provocadas por desastres naturales

Este tipo de colaboración es especialmente deseable en los países más expuestos a los desastres provocados por catástrofes naturales, donde los costes humanos y económicos van en aumento.

Cada año durante las últimas dos décadas, una media de 218 millones de personas se han visto afectadas por desastres, cuyo coste anual para la economía mundial supera los 300.000 millones de dólares (unos 270.000 millones de euros).

En estos contextos, normalmente la población y el gobierno local son los primeros en responder a la catástrofe. Además, conocen el terreno, incluyendo las normas sociales y las dinámicas culturales, religiosas y étnicas que deben tenerse en cuenta para actuar. Al final, intervenir con ellos hace que los costes de viajes, alojamiento de personal externos, entre otras, sean menores y por lo tanto se puedan destinar más recursos a atender a las víctimas.

Crisis provocadas por conflictos

El acceso a zonas inseguras en determinados conflictos depende cada vez más de las organizaciones locales. Si bien la capacidad de las mismas difiere enormemente entre un conflicto y otro, son los trabajadores humanitarios locales quienes están en mejores condiciones de lidiar ante cualquier tensión o sensibilidad, basándose en su conocimiento del contexto local.

Por ejemplo, en países como Irak, donde es imprescindible para prestar asistencia sortear las divisiones sectarias y políticas, es importante tener conocimiento del contexto local. Es fundamental contar con un personal muy diverso con orígenes étnicos diferentes. Darfur es otra muestra, allí el trabajo con ONG locales ha permitido cubrir algunos de los vacíos dejados tras la expulsión de varias organizaciones internacionales en 2009. A finales de 2010 y principios de 2011 estallaron fuertes enfrentamientos armados en la ciudad de Shangil Tobay y la organización sudanesa Dar el Salam Development Association (DDA) respondió sin interrupción.

Por supuesto, en cualquier conflicto, tanto las ONG locales como las internacionales deben demostrar su imparcialidad, independientemente de su carácter local o internacional.

Apoyar desde lo local

Tal y como ha declarado el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki- moon, la acción humanitaria debe ser tan local como sea posible y tan internacional como sea necesaria. La capacidad de las organizaciones internacionales para satisfacer las necesidades de las comunidades afectadas seguirá siendo esencial, sobre todo cuando las capacidades locales se vean sobrepasadas por fenómenos naturales, o destruidas por conflictos. No obstante, las ONG internacionales deben apoyar a la sociedad civil local y, siempre que sea necesario, actuar como facilitadoras y generadoras de vínculos de esta sociedad civil. Deberán fomentar la creación de redes que las hagan más fuertes.

Las ONG internacionales, las agencias de Naciones Unidas y los países donantes deben centrarse en mayor medida en fortalecer las capacidades de los actores locales, así como en establecer alianzas sólidas y eficaces que les permitan desempeñar un papel clave en la toma de decisiones en todas las fases, desde la evaluación de las necesidades a la planificación, ejecución y evaluación posterior.

En definitiva, los actores internacionales deben esforzarse más por reconocer las capacidades locales y las distintas experiencias que los diferentes actores aportan al trabajo humanitario, además de mostrarse abiertos al aprendizaje mutuo con el objetivo de crear un sistema basado en las fortalezas de las alianzas colaborativas. Hay que garantizar que las ONG locales puedan ser socias en pie de igualdad y no meras ejecutoras de las decisiones que vienen de fuera.

Para ello, los actores locales necesitan una financiación básica que les permita crecer de manera sostenible, por ejemplo, ayudándoles a captar sus propios fondos de fuentes locales siempre que sea posible. Los actores locales, incluyendo los gobiernos nacionales, recibieron tan sólo el 1,87% de la ayuda humanitaria internacional entre 2007 y 2013. En general, los donantes internacionales y las organizaciones no siempre trabajan con la capacidad que existe en el terreno. Sería importante destinar al menos el 10% de la financiación humanitaria directamente a organizaciones locales o nacionales para 2020. Hay casos que demuestran que si los gobiernos de los países afectados disponen de recursos económicos, se obtendrán buenos resultados a largo plazo. Por ejemplo, tras el tsunami de 2004, Indonesia ha realizado cuantiosas inversiones en la respuesta y preparación ante desastres, así como en iniciativas para reducir el impacto de los mismos. De hecho, asumió su responsabilidad y actuó debidamente ante las inundaciones, erupciones volcánicas y terremotos que se han ido produciendo en los últimos tiempos pero que nunca han ocupado los titulares de la prensa internacional.

Por otro lado, los líderes mundiales deben garantizar que las personas afectadas por las crisis humanitarias y, especialmente, los colectivos vulnerables y aquéllos que sufren discriminación, puedan influir en las decisiones que les afectan, facilitando la elección del tipo de ayuda que desean recibir.