La tarea de impulsar una Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN) en la región.

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Aunque Estados Unidos y la Unión Europea tienen diferencias notables en materia de medio ambiente, la abolición de la pena de muerte o la competencia financiera entre el euro y el dólar, ambas regiones comparten visiones similares en temas esenciales para el equilibrio del sistema internacional tales como la seguridad internacional, la aplicación del Derecho Internacional, el combate al terrorismo y a la proliferación de armas de destrucción masiva.

Las cuestiones de seguridad que afectan a ambas regiones han situado los focos de los medios internacionales en Oriente Medio, una zona fundamental no solo para la seguridad europea por las cuestiones migratorias y de tráfico de drogas, sino también por la seguridad energética. Por esto, los métodos para lidiar con las cuestiones de terrorismo y de proliferación de armamento en Oriente Medio han puesto en jaque la relación transatlántica en más de una ocasión. Basta recordar la división en Europa ante la invasión estadounidense a Irak en 2003, cuando los gobiernos de España y Reino Unido apoyaron la iniciativa de George W. Bush mientras los representantes de Alemania y Francia señalaron dicha estrategia como poco prudente para la seguridad internacional.

Habida cuenta de las diferencias en cultura estratégica y la asimetría del poder militar de un lado del Atlántico al otro, es frecuente encontrar analistas que dicen que Estados Unidos prefiere que Europa se mantenga marginada de las cuestiones militares que Washington emprende en Oriente Medio para lidiar con lo que EE UU define como “problemas de seguridad internacional”. En ellas lleva a cabo, no en pocas ocasiones, intervenciones armadas disfrazadas de algunos conceptos como “intervención de ayuda humanitaria”, “guerra preventiva” u “operaciones quirúrgicas”, entre otros, con los que Europa no suele estar a favor completamente.

Por tal motivo, y debido a que la cuestión nuclear de Irán en Oriente Medio se encuentra en el top de los temas que preocupan a la seguridad no solo de Estados Unidos y Europa sino de otros actores del sistema internacional, una de las ideas que pueden contribuir al diálogo transatlántico en términos de seguridad para lidiar con esta preocupación radica en la construcción de una Zona Libre de Armas Nucleares (ZLAN) en Oriente Medio, idea tomada de las experiencias de muchas regiones en el mundo, principalmente, de la experiencia latinoamericana, otro actor transatlántico que goza de mucha experiencia en el tema.

Aunque no se trata de una idea nueva, este planteamiento sí lo es. Una ZLAN ofrecería garantías tanto de no proliferación nuclear para asuntos militares (preocupaciones de Israel y Occidente), como de no intervención armada (principal preocupación de Irán), mediante sólidos compromisos de cumplimiento y solución de controversias que aseguren el final de la ambigüedad del arsenal nuclear irano-israelí y la garantía del uso de la tecnología nuclear para fines pacíficos, todo con base en el derecho internacional, otro pilar más de la agenda transatlántica.

Una ZLAN es un instrumento de cooperación regional para mantener y preservar la paz y la seguridad internacionales al suprimir las investigaciones en armamento atómico y sus pruebas, al tiempo que las potencias nucleares se comprometen a respetar y garantizar el cumplimiento de dichos acuerdos en aquellos espacios geopolíticos. Actualmente, este mecanismo está implementado en varios países no solo en ambos lados del Atlántico sino también del Pacífico, haciendo de dichas zonas regiones libres de problemas relacionados con la expansión de arsenal nuclear y de otras armas de destrucción masiva, así como de intervenciones militares bajo el pretexto de una amenaza nuclear.

La idea de una ZLAN en Oriente Medio tiene la ventaja de ver a países como Egipto, Argelia, Libia, Marruecos, Túnez y Sudán dentro de una ZLAN en el continente africano, hecho que ha sido una experiencia más de un diálogo transatlántico sur-sur al ver la experiencia latinoamericana materializada en un éxito rotundo en cuanto a dichos temas. Por tanto, América Latina y África se constituyen como grandes antecedentes empíricos para demostrar que una ZLAN en Oriente Medio no solo es viable, sino deseable como un instrumento de prevención de guerras preventivas. Esto implica también que se evite todo el preámbulo que conlleva su operatividad, desde régimen de sanciones hasta embargos comerciales, mecanismos que han dañado gravemente a  la propia población iraní. Este tipo de mecanismos regionales iría en consonancia con el trabajo realizado por instituciones como la OTAN, el Centre for Strategic and International Studies de Washington o el Parlamento Europeo,  instituciones que han trabajado en marcos comunes para alcanzar la paz en Oriente Medio y resolver el denominado tema de la cuestión nuclear mediante la aplicación del consenso alcanzado en el nuevo Acuerdo de Asociación Transatlántica que entró en vigor en 2007 y que insta en sus puntos 18 y 19 a “mantener una política coherente con respecto a la región en su conjunto, centrándose tanto en la población y la democracia para alcanzar la paz regional”.

Algunos intelectuales y políticos cuestionan la viabilidad de establecer una ZLAN en Oriente Medio por la imposibilidad de que Israel pueda renunciar a su actual postura nuclear. Sin embargo, la posición oficial israelí no tendría que ver con malos ojos la implementación de una ZLAN en la región dado que podría conseguir lo que tanto ha anhelado desde su existencia en 1948: el reconocimiento de facto como Estado por parte de sus vecinos, y la seguridad de que habrá relaciones políticas en una zona comprometida a la no utilización de tecnología nuclear para fines militares.

Ante esto, es claro que Israel tendría que declarar la existencia o no de su arsenal nuclear, lo que le daría una legitimidad internacional más allá de lo esperado, principalmente por el mundo árabe,  ya que esto constituiría un verdadero diálogo entre elites políticas y sociedad civil dispuestas a abandonar el temor y la disuasión que justifican la existencia de movimientos de insurgencia político-militares en sus fronteras, para dedicarse así al verdadero reto que plantea la democracia y la rendición de cuentas ante los ciudadanos.

Una ZLAN en Oriente Medio debe contar con la participación de Israel y de Palestina, pues de lo contrario el Estado israelí estaría ratificando su aislamiento político y diplomático de la región tal como ocurrió con el caso de la aceptación de Palestina como miembro de la Unesco en noviembre de 2011 y como observador de la ONU en 2012, cuando Tel Aviv y algunas potencias perdieron credibilidad en su discurso de paz con respecto al conflicto al rechazar la decisión que tomó la comunidad internacional a través de la Asamblea General de dicha organización.

Después de todo, Israel es el Estado que recibe  más dinero para gastos militares de EE UU, el país que no está incorporado al TNP y el que ha participado periódicamente en operaciones bélicas de agresión contra sus vecinos, lo que ha dado lugar a varias ocupaciones militares a lo largo de la historia. Así, la participación israelí sería más que necesaria para alcanzar este ambicioso acuerdo que, por cierto, no contraviene documentos y tratados internacionales como el TNP o los tratados contra el terrorismo y el crimen organizado, los derechos humanos, la seguridad energética, económica, humana y ambiental, entre otros.

Una ZLAN tiene atractivas y prudentes ofertas para cambiar la mentalidad política no solo en la región sino también a escala transatlántica, ya que se trata de un mecanismo que promovería la jubilación del militarismo que ha reinado en las relaciones entre Estados Unidos y el denominado mundo islámico por décadas, y promovería un proyecto en sintonía con las demandas de los movimientos de liberación y justicia promovidos desde la calle árabe en los últimos años.

Hacer de Oriente Medio un lugar seguro de armas nucleares es de interés para Europa y Estados Unidos, ya que millones de dólares y euros podrían ser ahorrados en políticas de seguridad regional. Políticas que no siempre han derivado en la seguridad de las personas y de unos recursos que no siempre son usados para sus fines, en tanto que han ido a parar a los bolsillos de líderes corruptos y clientelares. Dirigentes que en éstas épocas de la historia han ido cayendo uno por uno por la ciudadanía.

Una ZLAN delegaría un verdadero reto a las elites gubernamentales de ambos lados del Atlántico y de Oriente Medio, esto es, enfrentarlos, como garantes del poder, a la satisfacción de las necesidades y demandas de sus respectivas sociedades. Para ello, deberán utilizar los parámetros culturales y sociales de que dispongan, además del esfuerzo por el cumplimiento de las promesas que nos han hecho durante décadas a unas sociedades plantadas en una crisis económica y social a raíz de, ciertamente las malas gestiones, la corrupción y el clientelismo; pero también, y con mucho peso además, a las guerras, golpes de Estado y demás intervenciones militares en nombre de la salvaguarda de la seguridad nacional y la existencia de armas de destrucción masiva.

 

 

 

 

 

 

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