La paz posible. El papel de la comunidad internacional en
el conflicto israelo-palestino centra la reunión organizada por FRIDE
en Madrid.
Tiene solución el conflicto de Oriente Medio? Como ocurrió durante
la guerra en la antigua Yugoslavia, da la impresión de que bastantes
gobiernos occidentales, políticos de ambos bandos y muchos intelectuales
se han resignado, aunque sin decirlo, a que esta pregunta tenga una respuesta
negativa tras el estallido de la segunda Intifada. Sin embargo, en los últimos
meses y pese a las sombras que arroja el muro de separación levantado
por Israel, representantes moderados palestinos e israelíes, así
como miembros de la sociedad civil, se han negado con más fuerza que
nunca a caer en el fatalismo y han puesto en marcha una serie de iniciativas
de paz, de encuentros para dialogar, con el objetivo de acabar con la sangría
que envenena esta región y, como efecto colateral, todo el planeta. La
Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior
(FRIDE), en colaboración con el Fórum Barcelona 2004 y la Fundación
Ortega y Gassett, organizó en el madrileño Círculo de Bellas
Artes una conferencia bajo el título ¿Una solución internacional
para Palestina?, que se enmarca dentro de esta serie de movimientos de quienes
se niegan a tener un no por respuesta.
En el encuentro, que se celebró el 28 y el 29 de noviembre, estuvieron
presentes personalidades israelíes y palestinas, así como expertos
en intervenciones internacionales, como el francés Bernard Kouchner,
antiguo administrador de la ONU en Kosovo, o el español Miguel Ángel
Moratinos, ex enviado especial de la UE en Oriente Medio. Este foro, que tuvo
lugar en vísperas de la presentación del plan de paz conocido
como los Acuerdos de Ginebra, se enmarca dentro de una nueva ofensiva de la
sociedad civil para tratar de salir del atolladero en que se encuentra la zona.
De hecho, ha sido muy bien acogida por sectores moderados de uno y otro bando.
“De repente, hay sangre y vitalidad fluyendo por las venas del proceso
de paz… Hay contactos en Palestina, negociaciones en Madrid, Londres y Ginebra.
Se nota que está emergiendo algo nuevo por encima de los políticos
profesionales”, aseguraba Talal Okal, articulista del diario palestino
Al Ayyam. “Londres, Madrid y Ginebra son los nombres de las ciudades que
albergan conversaciones en un tiempo en que nuestro pueblo está siendo
asesinado. Como ciudadano palestino interesado en la paz, me pregunto a mí
mismo y a quienes en Europa están detrás de estos proyectos: ¿se
puede conseguir algo?”, decía, a su vez, el comentarista de Al
Hayat Al Jadidah, un periódico editado en los territorios ocupados.
El encuentro de Madrid, una ciudad simbólica porque allí arrancó
en 1991 el proceso de paz para Oriente Medio, intentó ser algo más
que un espacio de diálogo entre actores del conflicto que llevan demasiado
tiempo sin hablar con un horizonte claro; sino que quiso responder a una serie
de preguntas clave para que puedan realizarse avances sustanciales: ¿hace
falta una internacionalización del conflicto?, ¿cuándo?,
¿quienes impondrían la paz?, ¿es necesaria una fuerza internacional?
Se ha dicho que el secreto de los Acuerdos de Ginebra reside en su capacidad
para dar respuestas a problemas concretos, y en Madrid se intentó avanzar
en el mismo sentido.
El ambiente entre las delegaciones palestina e israelí (no oficiales
y esta última integrada por miembros del Partido Laborista, excepto un
parlamentario del gobernante Likud) fue cordial. Casi todos los expertos coincidieron
en reclamar una participación de la sociedad internacional en la pacificación
de la crisis, un concepto con el que no están de acuerdo muchos israelíes,
aunque sí bastantes palestinos. Sin embargo, no hubo acuerdo sobre qué
tipo de intervención internacional (las propuestas iban desde la simple
mediación hasta la presencia de tropas) y su magnitud. Una excepción:
el ex ministro de Asuntos Exteriores laborista, Shlomo Ben Ami, quien abogó
incluso por el establecimiento de un protectorado, y que protagonizó
uno de los debates más sinceros junto a Mohamed Dahlan, ex ministro de
Estado para Asuntos de Seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). “Los
israelíes no confían en una tercera parte porque creen que estaría,
en principio, en su contra”, dijo Dahlan, considerado como uno de los
sucesores de Yasir Arafat.
Ambos bandos diferían sobre el momento en que la mediación debía
producirse. Para los palestinos, debía ser previa a cualquier acuerdo,
mientras para los israelíes sólo podía ser posterior. “La
intervención internacional debe servir para supervisar y controlar un
proceso donde ya se ha producido un acuerdo previo entre las partes, pero en
ningún caso puede ser impuesta”, dijo el parlamentario laborista
Daniel Yatom. “No se puede imponer un acuerdo, pero sí un proceso”,
apuntaba el también israelí Pini Median, ex consejero del primer
ministro laborista Ehud Barak. Pero, para llegar a este punto, Peter Bartu,
ex consejero político de la ONU para Oriente Medio, identificó
cinco obstáculos: la incoherencia política de la ANP, el incremento
de los asentamientos israelíes, la construcción del muro, el estatus
de Jerusalén Este y la mala gestión de Gaza y Cisjordania.
El punto más espinoso fue dilucidar un marco adecuado para esa hipotética
intervención. Con la Hoja de Ruta del Cuarteto en pleno atasco y la inminencia
de las elecciones en Estados Unidos, la impresión general fue que la
paz deberá esperar al menos hasta 2005. “Por lo menos ya no abandonamos
la sala cuando se mencionan estos temas, algo que para Oriente Medio no está
nada mal”, aseguró Ben Ami. “Pero, para alcanzar la paz,
cualquier fase debe ir acompañada de una idea clarísima sobre
cuál será el resultado definitivo”.
La paz posible. El papel de la comunidad internacional en
el conflicto israelo-palestino centra la reunión organizada por FRIDE
en Madrid. Cecilia Ballesteros
Tiene solución el conflicto de Oriente Medio? Como ocurrió durante
la guerra en la antigua Yugoslavia, da la impresión de que bastantes
gobiernos occidentales, políticos de ambos bandos y muchos intelectuales
se han resignado, aunque sin decirlo, a que esta pregunta tenga una respuesta
negativa tras el estallido de la segunda Intifada. Sin embargo, en los últimos
meses y pese a las sombras que arroja el muro de separación levantado
por Israel, representantes moderados palestinos e israelíes, así
como miembros de la sociedad civil, se han negado con más fuerza que
nunca a caer en el fatalismo y han puesto en marcha una serie de iniciativas
de paz, de encuentros para dialogar, con el objetivo de acabar con la sangría
que envenena esta región y, como efecto colateral, todo el planeta. La
Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior
(FRIDE), en colaboración con el Fórum Barcelona 2004 y la Fundación
Ortega y Gassett, organizó en el madrileño Círculo de Bellas
Artes una conferencia bajo el título ¿Una solución internacional
para Palestina?, que se enmarca dentro de esta serie de movimientos de quienes
se niegan a tener un no por respuesta.
En el encuentro, que se celebró el 28 y el 29 de noviembre, estuvieron
presentes personalidades israelíes y palestinas, así como expertos
en intervenciones internacionales, como el francés Bernard Kouchner,
antiguo administrador de la ONU en Kosovo, o el español Miguel Ángel
Moratinos, ex enviado especial de la UE en Oriente Medio. Este foro, que tuvo
lugar en vísperas de la presentación del plan de paz conocido
como los Acuerdos de Ginebra, se enmarca dentro de una nueva ofensiva de la
sociedad civil para tratar de salir del atolladero en que se encuentra la zona.
De hecho, ha sido muy bien acogida por sectores moderados de uno y otro bando.
“De repente, hay sangre y vitalidad fluyendo por las venas del proceso
de paz… Hay contactos en Palestina, negociaciones en Madrid, Londres y Ginebra.
Se nota que está emergiendo algo nuevo por encima de los políticos
profesionales”, aseguraba Talal Okal, articulista del diario palestino
Al Ayyam. “Londres, Madrid y Ginebra son los nombres de las ciudades que
albergan conversaciones en un tiempo en que nuestro pueblo está siendo
asesinado. Como ciudadano palestino interesado en la paz, me pregunto a mí
mismo y a quienes en Europa están detrás de estos proyectos: ¿se
puede conseguir algo?”, decía, a su vez, el comentarista de Al
Hayat Al Jadidah, un periódico editado en los territorios ocupados.
El encuentro de Madrid, una ciudad simbólica porque allí arrancó
en 1991 el proceso de paz para Oriente Medio, intentó ser algo más
que un espacio de diálogo entre actores del conflicto que llevan demasiado
tiempo sin hablar con un horizonte claro; sino que quiso responder a una serie
de preguntas clave para que puedan realizarse avances sustanciales: ¿hace
falta una internacionalización del conflicto?, ¿cuándo?,
¿quienes impondrían la paz?, ¿es necesaria una fuerza internacional?
Se ha dicho que el secreto de los Acuerdos de Ginebra reside en su capacidad
para dar respuestas a problemas concretos, y en Madrid se intentó avanzar
en el mismo sentido.
El ambiente entre las delegaciones palestina e israelí (no oficiales
y esta última integrada por miembros del Partido Laborista, excepto un
parlamentario del gobernante Likud) fue cordial. Casi todos los expertos coincidieron
en reclamar una participación de la sociedad internacional en la pacificación
de la crisis, un concepto con el que no están de acuerdo muchos israelíes,
aunque sí bastantes palestinos. Sin embargo, no hubo acuerdo sobre qué
tipo de intervención internacional (las propuestas iban desde la simple
mediación hasta la presencia de tropas) y su magnitud. Una excepción:
el ex ministro de Asuntos Exteriores laborista, Shlomo Ben Ami, quien abogó
incluso por el establecimiento de un protectorado, y que protagonizó
uno de los debates más sinceros junto a Mohamed Dahlan, ex ministro de
Estado para Asuntos de Seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). “Los
israelíes no confían en una tercera parte porque creen que estaría,
en principio, en su contra”, dijo Dahlan, considerado como uno de los
sucesores de Yasir Arafat.
Ambos bandos diferían sobre el momento en que la mediación debía
producirse. Para los palestinos, debía ser previa a cualquier acuerdo,
mientras para los israelíes sólo podía ser posterior. “La
intervención internacional debe servir para supervisar y controlar un
proceso donde ya se ha producido un acuerdo previo entre las partes, pero en
ningún caso puede ser impuesta”, dijo el parlamentario laborista
Daniel Yatom. “No se puede imponer un acuerdo, pero sí un proceso”,
apuntaba el también israelí Pini Median, ex consejero del primer
ministro laborista Ehud Barak. Pero, para llegar a este punto, Peter Bartu,
ex consejero político de la ONU para Oriente Medio, identificó
cinco obstáculos: la incoherencia política de la ANP, el incremento
de los asentamientos israelíes, la construcción del muro, el estatus
de Jerusalén Este y la mala gestión de Gaza y Cisjordania.
El punto más espinoso fue dilucidar un marco adecuado para esa hipotética
intervención. Con la Hoja de Ruta del Cuarteto en pleno atasco y la inminencia
de las elecciones en Estados Unidos, la impresión general fue que la
paz deberá esperar al menos hasta 2005. “Por lo menos ya no abandonamos
la sala cuando se mencionan estos temas, algo que para Oriente Medio no está
nada mal”, aseguró Ben Ami. “Pero, para alcanzar la paz,
cualquier fase debe ir acompañada de una idea clarísima sobre
cuál será el resultado definitivo”.
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