Los dilemas, presentes y futuros, que supone la pandemia del Covid-19 para nuestras sociedades desde una perspectiva histórica y global.

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La primera vez que escuché que la pandemia estaba causando una situación de guerra, sinceramente me asusté. Las guerras producen muertes, sufrimiento y choques bruscos en la economía, pero además (y esto no se tiene mucho en cuenta) provocan cambios en los marcos jurídicos que rigen las sociedades, sin hablar de las consecuencias éticas y culturales. Es cierto que la Segunda Guerra Mundial condujo a la integración europea años después, pero antes se habían visto profundas transformaciones constitucionales en Alemania, Francia e Italia, entre otros muchos países. Todavía es pronto para valorar las consecuencias que tendrá esta crisis, pero muy probablemente irá seguida de modificaciones sustanciales en nuestras sociedades, en los Estados, en la Unión Europea y en la gobernanza global. Estos comentarios provisionales intentan llamar la atención sobre algunos aspectos del futuro posible, con perspectiva histórica y global, planteando más preguntas que respuestas.

Las guerras obligan a decisiones terribles sobre la vida y la muerte, decisiones a las que nuestras democracias no estaban acostumbradas. En tiempo de guerra hay que decidir si lanzar un desembarco en el que morirán miles de personas, dónde, cómo y cuándo hacerlo, o si bombardear una ciudad, porque eso puede acelerar el fin de las hostilidades. En la guerra, los parámetros éticos y jurídicos son distintos a los del tiempo de paz. Aunque no nos demos cuenta, tal diferencia está presente en nuestras sociedades democráticas y pacíficas a través del Derecho Internacional. Los países europeos son contrarios a la pena de muerte, por ejemplo, pero al mismo tiempo aceptan las muertes causadas en una guerra justa, según los principios básicos del uso de la fuerza militar, que son la legítima defensa del territorio y las actuaciones coercitivas del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Es decir, nuestras sociedades avanzadas y defensoras de derechos aceptan la posibilidad del empleo de la fuerza militar de manera legal, cuando sea necesario, y en esos casos, el resultado de muerte y destrucción está amparado por el derecho, del mismo modo que el Derecho Penal justifica una multa o el ingreso en prisión de los individuos.

Afortunadamente, nuestros países no han debido tomar muchas decisiones de este tipo en las últimas décadas, y solo se aceptó el uso legal de la fuerza militar contra Sadam Husein en 1991, en los Balcanes, y en algunos casos más. En tales supuestos estábamos luchando guerras internacionales, fuera de nuestras fronteras, y enviábamos a nuestros compatriotas quizás a matar o a morir por una causa justa. La guerra que estamos luchando ahora se verifica dentro de nuestro territorio y en nuestras sociedades, pero tiene las características de una guerra. Da igual que el enemigo sea un virus invisible, porque la lucha también está obligando a sacrificios personales en nombre de la comunidad y de nuestros principios. Los médicos, enfermeros, personal sanitario y fuerzas de seguridad que están dando sus vidas por ...