La afirmación de Robin Cook de que una pandemia de gripe tan grave o más que la de 1918 parece inminente es más propia de la ficción barata que de una revista seria como Foreign Policy Edición española (‘Peste: Un nuevo thriller de la pandemia que viene’, diciembre de 2009/enero de 2010). Cook pasa por alto o minimiza los factores clave que reducen la posibilidad de que, hoy en día, pueda llegar a producirse una pandemia de la misma magnitud que la de 1918.

Para empezar, en la actualidad, la comunidad internacional posee una comprensión científica mucho mayor sobre la gripe y los riesgos que puede plantear. Se han gastado miles de millones de dólares para reforzar los planes y la capacidad de preparación nacional, aspectos que se han visto enormemente favorecidos por el desarrollo de un sistema de salud público en los últimos 60 años. La Red de Vigilancia Global de la Gripe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que incluye a más de 130 laboratorios en 99 países, funciona como mecanismo de alerta global para la emergencia de virus de la gripe con potencial pandémico. Otra diferencia es la disponibilidad de nuevas contramedidas médicas –vacunas, antivirales y antibióticos–, que pueden reducir la morbosidad y la mortalidad de una pandemia de gripe.

Asimismo, Cook pasa por alto el papel clave de la Primera Guerra Mundial en el agravamiento del impacto de la gripe de 1918. El hacinamiento y las condiciones insalubres en las trincheras, así como el continuo flujo de tropas de todo el mundo para reemplazar a los fallecidos, los heridos y los enfermos crearon un ambiente que favoreció la aparición de una cepa de gripe muy virulenta. La guerra también dificultó la respuesta médica y de la salud pública a la pandemia, debido a la derivación de doctores y enfermeras de los sistemas de atención sanitaria civiles al Ejército. La censura en tiempos de guerra y las autoridades, que estaban más preocupadas por la moral pública que por la salud pública, también obstaculizaron la respuesta.

No deseo minimizar los enormes estragos que otra pandemia de gripe podría provocar en la humanidad. Pero es vital que llevemos el debate más allá de las analogías simplistas y de los escenarios más catastróficos. La respuesta a la pandemia de gripe debería guiarse por sólidos argumentos científicos, evaluaciones de riesgos realistas y adecuadas políticas públicas.

  • Gregory Koblentz
    Profesor asistente de Asuntos
    Públicos e Internacionales,
    Universidad George Mason,
    Fairfax, Virginia, Estados Unidos

 

Robin Cook responde:

La principal razón por la que escribí mi artículo fue la falta general de respeto por el modesto virus de la gripe y la complacencia resultante que genera esa opinión. Koblentz minimiza la amenaza potencial destacando el dinero que se ha gastado en la vigilancia y en la preparación frente a la gripe. Aunque ese dinero podría ayudarnos a ver llegar los nubarrones con antelación, no va a tener un efecto importante en la morbosidad potencial. También contradice descaradamente lo que estamos observando en la actualidad: lo mal preparado que está el mundo en cuanto a la vacunación contra la gripe porcina, un virus de la gripe relativamente leve.

En lo que respecta a los antivirales que Koblentz menciona, creo que nos encontramos en una fase muy temprana de desarrollo, con medicamentos que parecen moderar los síntomas pero que no curan. Además de esto, parece que el virus tiene la capacidad de desarrollar resistencia muy rápidamente. Y, aunque los antibióticos suelen resultar efectivos en el caso de las infecciones secundarias, como la neumonía bacteriana, no tienen ningún efecto en la fase inicial de la gripe A.

Koblentz no menciona que, aproximadamente a lo largo de los últimos 25 años, se ha producido una disminución del número de camas en los hospitales debido a recortes presupuestarios en Estados Unidos, así como en la mayoría de los demás países industrializados, y tampoco hace referencia al escaso número de aspiradores de presión positiva de nuestros hospitales. Ambos instrumentos serán cruciales a la hora de abordar una plaga mundial de gripe porcina y aviar.

Creo que es importante considerar un escenario catastrófico porque sin duda es posible, al coexistir en la actualidad la gripe porcina y la aviar en sus respectivos reservorios animales en las mismas zonas del mundo. Estoy plenamente de acuerdo en que la respuesta apropiada deberá basarse en sólidos argumentos científicos y en adecuadas políticas públicas. En este caso, esa política deberá consistir en producir vacunas para el mundo. Yo personalmente voy a pertrecharme de alimentos, vino, Tamiflu y máscaras N95 en mi aislada casita de esquí.