Nombre: Pablo Maximiliano Herkenroth Llorente
Paz, estabilidad y prosperidad

En política, la creación de narrativas es crucial tanto para movilizar sociedades civiles como para mantener sus lealtades. La Unión Europea no está exenta de esta realidad para garantizar su supervivencia (más aún en tiempos de crisis). A pesar de ello, en muchas ocasiones olvidamos que la realidad que nos rodea está marcada por innumerables limitaciones que no pueden ser mágicamente eliminadas con decretos o decisiones políticas. La UE se enfrenta a numerosos desafíos, desde política internacional y economía; hasta demografía y cambio climático. La diversidad y peso de estos factores hace parecer que la juventud europea se enfrenta a retos nunca antes vistos. Pero generaciones anteriores también confrontaron grandes desafíos y pudieron solventarlos. Por lo tanto, la única prioridad que la UE ha de tener respecto de la juventud europea es el estricto respeto hacia los valores que hicieron a esta unión un ejemplo para el mundo: paz, estabilidad y prosperidad.

Nuestro continente, extremadamente beligerante históricamente, se ha transformado en uno de los territorios más pacíficos y prósperos. Esto fue posible gracias al reconocimiento y adhesión a los principios de libre tránsito de personas, bienes y capitales; así como al respeto de las diferentes soberanías nacionales que conforman la Unión. Actualmente, simbolizamos la premisa asociada al pensador francés Frédéric Bastiat que decía “allí donde el comercio entra, no entran las balas”. El marco legal y burocrático creado a partir de 1945 incentivó la colaboración pacífica entre los Estados; pero al mismo tiempo mantuvo la descentralización política tan característica de Europa, piedra angular del espectacular desarrollo de nuestra región.

En momentos de crisis, inestabilidad o incertidumbre (marco en el cual nos desenvolvemos desde 2008), aparecen fuertes impulsos que piden la supeditación del individuo a la colectividad; así como la paulatina eliminación de la descentralización política en favor de su contrario. Si Europa quiere mantener un marco en el cual los jóvenes prosperen, no han de mantener el proyecto europeo en sintonía con los tiempos, sino los tiempos en sintonía con el proyecto europeo (en la medida de lo posible). Extrapolando a Ortega y Gasset, si Bruselas no comprende y se adapta a las fuerzas centrípetas que conforman la Unión, su supervivencia podría peligrar seriamente.

Es por ello que la prioridad de la Unión respecto de la juventud ha de centrarse en el mantenimiento de una política monetaria coherente (euro como patrón oro); la utilización de sus instituciones como espacios de debate, puesta en común y respeto hacia las diferencias nacionales; el mantenimiento de una política exterior descentralizada y pacífica, aún reconociendo la necesidad de una defensa común; el mantenimiento del libre mercado para proveer de prosperidad y luchar contra el cambio climático, en contraposición a una posible y muy “atractiva planificación central” (más que demostrado su poca eficacia)…

Hoy más que nunca, los representantes nacionales y europeos no solo han de permitir la libre y voluntaria asociación entre las diferentes comunidades que conforman nuestro proyecto, sino que han de confiar en los beneficios que esto trae.