Kahden ja yhden yön tarinoita
(Cuentos de dos y una noches)

Riku Korhonen
261 págs., Sammakko, Turku, 2003 (en finés)
Sinun lapsesi eivät ole sinun
(Tus hijos no son tuyos)

Laura Honkasalo
320 págs., Gummerus, Helsinki, 2001 (en finés)

En un momento en que el precio de las acciones del capital social de la compañía de telefonía Nokia cae en picado, los finlandeses se están dando cuenta de que viven en una república bananera de la alta tecnología. La revolución de la telefonía móvil de los 80 y 90 conectó para siempre los destinos de Nokia y Finlandia, cuando los móviles sin tapa catapultaron al discreto país nórdico al corazón del mercado global. Nokia, que debe su nombre a un río finés, acapara cerca del 38% de las transacciones de la Bolsa de Helsinki y una quinta parte de las exportaciones del país. Sin embargo, aunque el eslogan de Nokia, Connecting People (conectamos personas), simboliza la conquista global de la telefonía móvil, muchos jóvenes se sienten más desconectados de sus compatriotas que nunca. Varios escritores treintañeros buscan algún sentido a las cosas más allá del materialismo de la impredecible industria de la tecnología de la información.

Dos de las más destacadas contribuciones provienen de autores noveles finlandeses que captan el desencanto moral e ideológico de una generación. La novela negra de Riku Korhonen, especie de collage narrativo sobre un complejo urbanístico finlandés, Cuentos de dos y una noches, le valió el prestigioso Premio Helsingin Sanomat Debut. La obra de Laura Honkasalo Tus hijos no son tuyos refleja las incómodas maniobras de Finlandia para mantener el complicado equilibrio entre las influencias soviéticas y las occidentales durante la guerra fría, una experiencia que dejó a muchos finlandeses aislados en un nuevo mundo de euros y mercados libres.

Korhonen retrata las vidas de unos treintañeros urbanos empleando mayores dosis de realismo de las que muchos lectores pueden tolerar. Varios personajes perecen en oscuras circunstancias, algunos de ellos suicidándose (el índice de suicidio de Finlandia está entre los más altos de Europa). Los más afortunados sobreviven de forma miserable, siendo víctimas de violaciones, extraños accidentes o simplemente del acoso y la crueldad. Su complejo urbanístico fue construido precipitadamente con la fiebre de la ambición y la nueva riqueza. Sin embargo, cuando algunos de los residentes mueren de cáncer, se descubre que el complejo se levantó sobre un vertedero de residuos tóxicos, lo que deja sin hogar a muchos de sus habitantes. Para una generación marcada por el desastre de Chernóbil en 1986, la ficción de Korhonen resulta muy familiar.

Gracias a las oportunidades sin precedentes y al clima de libertad, los jóvenes recogieron los frutos de la
prosperidad de la sociedad posindustrial. Ahora se quejan de carecer de valores que les sirvan de orientación

¿Cuál es la razón de la amargura de la nueva intelectualidad finlandesa? Su trauma se asemeja en muchos sentidos al desconcierto de los jóvenes de Alemania oriental tras la caída del muro de Berlín en 1989, y de los rusos después del desmembramiento de la Unión Soviética. Estos acontecimientos hicieron que los jóvenes finlandeses se sintieran huérfanos tanto por lo que ocurría en otros países como por los valores en entredicho de sus progenitores, sentimiento que se acrecentó con la profunda crisis económica de principios de los 90. Gracias a las oportunidades sin precedentes y al clima de libertad reinante, los jóvenes finlandeses recogieron los frutos de la prosperidad de la sociedad posindustrial. Ahora se quejan de carecer de valores morales que le sirvan de orientación.

Una de las protagonistas de Korhonen, Anni, una estudiante, se hace eco de ese anhelo preguntándose: "Si hacerse adulto exige seguir las tradiciones, ¿son esas tradiciones un camino para alienarse del mundo, o deberían, por el contrario, hacer del mundo tu hogar? ¿Se han convertido esas tradiciones en rarezas individuales?". La novela llega en un momento en que los valores tradicionales de los finlandeses –el patriotismo, el trabajo duro y la honestidad– parecen carecer de sentido ante el desmantelamiento de las viejas industrias y el dominio del mercado por parte de los empresarios cosmopolitas que fundan sus propios negocios. Aunque Nokia no triunfó de la noche a la mañana, su éxito aceleró el mito del "año cero", un corte limpio con los viejos tiempos. Lo más brillante y granado de la generación de Chernóbil dirigió sus esfuerzos a los negocios internacionales, la tecnología de la información y los medios de comunicación, abandonando la política nacional y la administración pública, antiguos caminos hacia el éxito profesional. Sin embargo, tampoco se puede confiar en el boom de Nokia como llave de la felicidad a largo plazo. "Si los cimientos de Nokia se tambalearan, los temblores se dejarían sentir en toda Finlandia", advertía el Financial Times recientemente.

El pasado ideológico finés sólo contribuye a aumentar la confusión. Después de resistir al Ejército Rojo durante varios meses en la guerra de invierno ruso-finlandesa en 1939, Finlandia salió de las negociaciones de paz en 1947 con una soberanía frágil y prosoviética. Los políticos y los servicios secretos mantenían fuertes lazos con Moscú, y la integración en la Unión Europea o en la OTAN ni se barajaba. Aunque, en teoría, democrática y libre, durante cuatro décadas Finlandia trató de complacer a los dos bandos del telón de acero, trocando el pluralismo auténtico por una precaria seguridad. No es de extrañar que muchos padres del baby boom se convirtieran en entusiastas comunistas en los 60 y 70 –una especie de síndrome de Estocolmo (afecto hacia el opresor)–, educaran a sus hijos para resistirse a "símbolos imperialistas" como el chicle y la CocaCola, despreciar las barbies y temer al arsenal nuclear de Estados Unidos, y bautizaran a las armas nucleares soviéticas "armas de la paz".

Ahora esa generación debe afrontar que sus familias estaban en el lado equivocado de la historia. Tus hijos no son tuyos recrea la educación de estilo soviético que recibieron muchas de las personas de la generación de la autora. Su publicación suscitó un debate nacional sobre el legado del comunismo finlandés, que dominó las universidades, los medios de comunicación y los círculos culturales en los 70. El título del libro juega con una máxima soviética que subrayaba la responsabilidad colectiva de criar a los hijos. Honkasalo utiliza la frase con sarcasmo, dando un toque de atención a los ex revolucionarios y a los rígidos ex comunistas que desprecian a sus hijos cuando se lanzan en pos de una carrera profesional y abrazan el capitalismo. La madre de Nelli, una joven traductora que pasa apuros con sus trabajos mal pagados a tiempo parcial, rompe con su pasado ideológico. Mucho tiempo atrás, su padre abandonó a la familia para emprender una carrera académica en Canadá. Su hermano menor, Juri –por el famoso astronauta Yuri Gagarin–, la acusa de vagar sin rumbo en una "burbuja nostálgica" de elegancia comunista. "Fiestas rojillas en la New Student House, radicalismo izquierdista, pop retro estalinista, ¡venga ya, madura!", la reprende. Ella replica: "El izquierdismo no es necesariamente nostalgia patética". Lidiar con el final de la guerra fría fue más fácil para los adultos que para sus hijos; los más jóvenes se vieron ante la paradoja de que la Finlandia de su niñez era demasiado soviética para aceptarla y demasiado occidental para rechazarla. Korhonen y Honkasalo tachan a la vieja generación de materialista, codiciosa y desesperada por el ascenso social tras décadas de conformismo. A los jóvenes les quita más el sueño la posibilidad de una caída de las acciones de Nokia que la remota posibilidad de una guerra nuclear. En medio de la aparente abundancia, esta generación sufre la ansiedad y el cinismo, y, como corresponde a la era del capital-riesgo, busca estrategias de salida.

CRÍTICAS DE LOS LIBROS MÁS DESTACADOS PUBLICADOS EN EL MUNDO.

Perdidos en la era Nokia. Timo Harakka

Kahden ja yhden yön tarinoita
(Cuentos de dos y una noches)
Riku Korhonen
261 págs., Sammakko, Turku, 2003 (en finés)

 

Sinun lapsesi eivät ole sinun
(Tus hijos no son tuyos)
Laura Honkasalo
320 págs., Gummerus, Helsinki, 2001 (en finés)

En un momento en que el precio de las acciones del capital social de la compañía
de telefonía Nokia cae en picado, los finlandeses se están dando
cuenta de que viven en una república bananera de la alta tecnología.
La revolución de la telefonía móvil de los 80 y 90 conectó
para siempre los destinos de Nokia y Finlandia, cuando los móviles sin
tapa catapultaron al discreto país nórdico al corazón del
mercado global. Nokia, que debe su nombre a un río finés, acapara
cerca del 38% de las transacciones de la Bolsa de Helsinki y una quinta parte
de las exportaciones del país. Sin embargo, aunque el eslogan de Nokia,
Connecting People (conectamos personas), simboliza la conquista global
de la telefonía móvil, muchos jóvenes se sienten más
desconectados de sus compatriotas que nunca. Varios escritores treintañeros
buscan algún sentido a las cosas más allá del materialismo
de la impredecible industria de la tecnología de la información.

Dos de las más destacadas contribuciones provienen de autores noveles
finlandeses que captan el desencanto moral e ideológico de una generación.
La novela negra de Riku Korhonen, especie de collage narrativo sobre
un complejo urbanístico finlandés, Cuentos de dos y una noches,
le valió el prestigioso Premio Helsingin Sanomat Debut. La obra de Laura
Honkasalo Tus hijos no son tuyos refleja las incómodas maniobras
de Finlandia para mantener el complicado equilibrio entre las influencias soviéticas
y las occidentales durante la guerra fría, una experiencia que dejó
a muchos finlandeses aislados en un nuevo mundo de euros y mercados libres.

Korhonen retrata las vidas de unos treintañeros urbanos empleando mayores
dosis de realismo de las que muchos lectores pueden tolerar. Varios personajes
perecen en oscuras circunstancias, algunos de ellos suicidándose (el
índice de suicidio de Finlandia está entre los más altos
de Europa). Los más afortunados sobreviven de forma miserable, siendo
víctimas de violaciones, extraños accidentes o simplemente del
acoso y la crueldad. Su complejo urbanístico fue construido precipitadamente
con la fiebre de la ambición y la nueva riqueza. Sin embargo, cuando
algunos de los residentes mueren de cáncer, se descubre que el complejo
se levantó sobre un vertedero de residuos tóxicos, lo que deja
sin hogar a muchos de sus habitantes. Para una generación marcada por
el desastre de Chernóbil en 1986, la ficción de Korhonen resulta
muy familiar.

Gracias a las oportunidades sin precedentes
y al clima de libertad, los jóvenes recogieron los frutos de la
prosperidad de la sociedad posindustrial. Ahora se quejan de carecer de
valores que les sirvan de orientación

¿Cuál es la razón de la amargura de la nueva intelectualidad
finlandesa? Su trauma se asemeja en muchos sentidos al desconcierto de los jóvenes
de Alemania oriental tras la caída del muro de Berlín en 1989,
y de los rusos después del desmembramiento de la Unión Soviética.
Estos acontecimientos hicieron que los jóvenes finlandeses se sintieran
huérfanos tanto por lo que ocurría en otros países como
por los valores en entredicho de sus progenitores, sentimiento que se acrecentó
con la profunda crisis económica de principios de los 90. Gracias a las
oportunidades sin precedentes y al clima de libertad reinante, los jóvenes
finlandeses recogieron los frutos de la prosperidad de la sociedad posindustrial.
Ahora se quejan de carecer de valores morales que le sirvan de orientación.

Una de las protagonistas de Korhonen, Anni, una estudiante, se hace eco de
ese anhelo preguntándose: "Si hacerse adulto exige seguir las tradiciones,
¿son esas tradiciones un camino para alienarse del mundo, o deberían,
por el contrario, hacer del mundo tu hogar? ¿Se han convertido esas tradiciones
en rarezas individuales?". La novela llega en un momento en que los valores
tradicionales de los finlandeses –el patriotismo, el trabajo duro y la
honestidad– parecen carecer de sentido ante el desmantelamiento de las
viejas industrias y el dominio del mercado por parte de los empresarios cosmopolitas
que fundan sus propios negocios. Aunque Nokia no triunfó de la noche
a la mañana, su éxito aceleró el mito del "año
cero", un corte limpio con los viejos tiempos. Lo más brillante
y granado de la generación de Chernóbil dirigió sus esfuerzos
a los negocios internacionales, la tecnología de la información
y los medios de comunicación, abandonando la política nacional
y la administración pública, antiguos caminos hacia el éxito
profesional. Sin embargo, tampoco se puede confiar en el boom de Nokia
como llave de la felicidad a largo plazo. "Si los cimientos de Nokia se
tambalearan, los temblores se dejarían sentir en toda Finlandia",
advertía el Financial Times recientemente.

El pasado ideológico finés sólo contribuye a aumentar
la confusión. Después de resistir al Ejército Rojo durante
varios meses en la guerra de invierno ruso-finlandesa en 1939, Finlandia
salió de las negociaciones de paz en 1947 con una soberanía frágil
y prosoviética. Los políticos y los servicios secretos mantenían
fuertes lazos con Moscú, y la integración en la Unión Europea
o en la OTAN ni se barajaba. Aunque, en teoría, democrática y
libre, durante cuatro décadas Finlandia trató de complacer a los
dos bandos del telón de acero, trocando el pluralismo auténtico
por una precaria seguridad. No es de extrañar que muchos padres del baby
boom
se convirtieran en entusiastas comunistas en los 60 y 70 –una
especie de síndrome de Estocolmo (afecto hacia el opresor)–, educaran
a sus hijos para resistirse a "símbolos imperialistas" como
el chicle y la CocaCola, despreciar las barbies y temer al
arsenal nuclear de Estados Unidos, y bautizaran a las armas nucleares soviéticas
"armas de la paz".

Ahora esa generación debe afrontar que sus familias estaban en el lado
equivocado de la historia. Tus hijos no son tuyos recrea la educación
de estilo soviético que recibieron muchas de las personas de la generación
de la autora. Su publicación suscitó un debate nacional sobre
el legado del comunismo finlandés, que dominó las universidades,
los medios de comunicación y los círculos culturales en los 70.
El título del libro juega con una máxima soviética que
subrayaba la responsabilidad colectiva de criar a los hijos. Honkasalo utiliza
la frase con sarcasmo, dando un toque de atención a los ex revolucionarios
y a los rígidos ex comunistas que desprecian a sus hijos cuando se lanzan
en pos de una carrera profesional y abrazan el capitalismo. La madre de Nelli,
una joven traductora que pasa apuros con sus trabajos mal pagados a tiempo parcial,
rompe con su pasado ideológico. Mucho tiempo atrás, su padre abandonó
a la familia para emprender una carrera académica en Canadá. Su
hermano menor, Juri –por el famoso astronauta Yuri Gagarin–, la
acusa de vagar sin rumbo en una "burbuja nostálgica" de elegancia
comunista. "Fiestas rojillas en la New Student House, radicalismo
izquierdista, pop retro estalinista, ¡venga ya, madura!",
la reprende. Ella replica: "El izquierdismo no es necesariamente nostalgia
patética". Lidiar con el final de la guerra fría fue más
fácil para los adultos que para sus hijos; los más jóvenes
se vieron ante la paradoja de que la Finlandia de su niñez era demasiado
soviética para aceptarla y demasiado occidental para rechazarla. Korhonen
y Honkasalo tachan a la vieja generación de materialista, codiciosa y
desesperada por el ascenso social tras décadas de conformismo. A los
jóvenes les quita más el sueño la posibilidad de una caída
de las acciones de Nokia que la remota posibilidad de una guerra nuclear. En
medio de la aparente abundancia, esta generación sufre la ansiedad y
el cinismo, y, como corresponde a la era del capital-riesgo, busca estrategias
de salida.

Timo Harakka es enviado especial
de YLE, la empresa pública de radiodifusión finesa, y director
del documental Follow the Money (Siga al dinero), sobre la globalización.