
El poder de los medios se ve minado hoy por el cambio de modelo de negocio, las noticias falsas y la fragmentación, generada sobre todo por las redes sociales. En este contexto, ¿cómo pueden los medios construir y difundir narrativas globales?
Durante el siglo pasado, los gobiernos y los líderes políticos desempeñaron un papel fundamental en la construcción de consensos globales. Hoy, sin embargo, hay cada día más actores que tratan de hacerse oír. En este nuevo escenario está emergiendo una incipiente conciencia global en torno a algunos temas liderados por campeones de todo tipo, impulsada por la participación ciudadana que facilita la tecnología. Un nuevo papel para los medios puede ser identificar a dichos campeones y ayudar a hacer oír sus voces en medio del ruido circundante.
Ya era un best-seller, pero cuando el fundador de Facebook, Marc Zuckerberg, citó El fin del poder, de Moisés Naím, como uno de sus libros favoritos, la obra cobró relevancia mundial. Lo que Naím describe es cómo el poder en todos los ámbitos, desde la política a la empresa, desde las ideas a la religión, está cada día más fragmentado. Es más fácil que nunca alcanzarlo, pero también es igual de fácil perderlo. Y es un proceso que se acelera día a día.
Le está ocurriendo también a los medios. El que fuera un más que poderoso sector -la prensa, uno de los pilares de la democracia- está sometido a diversos terremotos simultáneos. Por una parte, el cambio de modelo de negocio impulsado por la crisis económica en general, la crisis de la publicidad en particular y el nacimiento de Internet, con su inmensidad de contenido gratuito. Por otro lado, la creciente amenaza de las noticias falsas, gracias a la ingente capacidad que ofrece la tecnología digital para manipular imágenes, sonidos y vídeos, y nuestra nueva capacidad de compartir hechos alternativos a gran escala. Y es cierto que la manipulación y la distorsión no son en absoluto fenómenos nuevos. Pero la emergencia de un ejército de trolls y bots, capaces de difundir mentiras flagrantes a una audiencia mundial, así como la certera sospecha de que algunos gobiernos podrían estar detrás de ellos, han minado la confianza del público en los medios.
Pero hay un tercer elemento que está contribuyendo a la fragmentación del poder de los medios: las redes sociales. Los periódicos, las emisoras de radio y los canales de televisión fueron durante mucho tiempo los que fijaban la agenda. Lo que aparecía en sus portadas o las noticias que abrían sus programas determinaba a qué había que prestar atención. Hoy, cada vez más gente se informa por medio de un paisaje diseminado de redes sociales, sin ningún tipo de jerarquía que ordene la información. Este entorno actúa a menudo como cámaras de resonancia en las que las opiniones y las preferencias se ven ratificadas, raramente confrontadas. ...
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