¿Ollanta Humala construirá consensos y gobernará para todos en un país donde existe una fuerte división entre ricos y pobres?

 

AFP/Getty Images

 

El 5 de junio, los peruanos eligieron entre el populismo de derechas y el populismo de izquierdas. Por estrecho margen, ganó el segundo: Ollanta Humala consiguió más del 50% de los votos. Las presidenciales en Perú señalaron nuevamente que, después del retorno a la democracia y la estabilidad económica, América Latina está inmersa en una tercera gran transformación: la justicia social. En algunos países, esta apuesta se ha realizado a través del populismo a costa de la democracia, en otros por la vía de la socialdemocracia a la Lula da Silva.

Perú eligió la primera opción. Tan sólo los nombres de los partidos que participaron en estas elecciones presidenciales, “Gana Perú”, “Fuerza 2011”, “Alianza por el Gran Cambio” o “Despertar Nacional”, indican la crisis de la democracia representativa. En el país del APRA, los iniciales de los candidatos y los lemas electorales sustituyen a partidos programáticos e institucionalizados. Con ello, Perú sigue la tradición de Ecuador y Venezuela.

Ninguno de los dos candidatos tiene una trayectoria democrática limpia. Ambos representan la tentación populista y autoritaria: Keiko Fujimori refleja el legado de su padre Alberto que gobernó el país entre 1990 y 2000 y fue condenado a 25 años de cárcel por violaciones de derechos humanos y corrupción. El ex militar Ollanta Humala participó en un intento de golpe de Estado, y parte de su programa se lee como una copia del chavismo.

En esta campaña han estado en juego dos modelos económicos que coexisten en toda América Latina: el de libre mercado y el de capitalismo estatal. Después de un primer mandato populista, el todavía Presidente Alan García se inclinó por el primero. El balance es positivo: en el último lustro, la economía de Perú creció por encima del 5% anual, la inflación es baja y las cuentas están saneadas. Mientras que Keiko Fujimori representa la continuidad de este modelo, el futuro Presidente Ollanta Humala promete lo segundo. Es por ello que la clase media alta, que en la primera vuelta electoral votó a Pedro Pablo Kuczynski, apoyó a Keiko. Y los más pobres (un 31% y un 54% en las zonas rurales), que se beneficiarían de una economía con una mayor intervención estatal, apostaron por Humala.

Es esta división entre pobres y ricos se ha traducido en división política, no sólo en Perú, sino en toda la zona andina. En vez de consensuar políticas y buscar un nuevo pacto social, como el que se logró en Brasil, las sociedades se polarizan en torno a la línea divisoria de los ingresos y oportunidades. Es parte de la transformación social que en unos casos es traumática y en otros, habitualmente en los países con instituciones sólidas, consensuada.

Caer en la tentación del autoritarismo en un país política y económicamente dividido con una oposición que bloqueará las iniciativas del nuevo presidente es fácil

El escritor Mario Vargas Llosa, candidato presidencial contra Fujimori en 1990, ha sido parte de la campaña electoral. Como concesión a su origen de izquierdas, movilizó a todos aquellos que rechazan el pasado autoritario y corrupto de Fujimori que cerró el Parlamento y gobernó con figuras tan siniestras como el Jefe de los servicios secretos, Vladimiro Montesinos. Al escritor peruano no le habrá sido fácil elegir entre lo que él  llamaba “el cáncer y el sida”. Finalmente optó por Ollanta Humala que en las elecciones presidenciales anteriores le mereció el cualitativo de populista y autoritario.

Aunque su campaña fue similar y le asesoró un brasileño, Ollanta Humala no es Lula. Su plan de gobierno sugiere una gran transformación basada en un modelo postneoliberal y una democracia directa que en el caso de Ecuador y Venezuela se caracteriza ante todo en el liderazgo unipersonal del presidente. Caer en la tentación del autoritarismo en un país política y económicamente dividido con una oposición que bloqueará las iniciativas del nuevo presidente es fácil. Más difícil es construir consensos y gobernar para todos. Si Keiko Fujimori representaba el retorno a un pasado autoritario, Ollanta Humala aun no se ha decantado por ser antidemócrata y promete “un gobierno de concertación nacional”. Por otra parte, anunció transformar el país, y los que le votaron esperan resultados inmediatos que difícilmente se conseguirán por la vía democrática en una sociedad  polarizada.

A pesar de su carácter populista, han sido elecciones limpias reconocidas por la Unión Europea que había enviado una misión de 70 expertos para observar la segunda vuelta electoral. ¿Por qué en Perú y no en países donde la limpieza de las elecciones es más dudosa, como en Venezuela? La principal razón es la reciente firma de un acuerdo de libre comercio entre Perú y la UE. Las tasas de crecimiento y los vínculos comerciales con Asia-Pacífico convierten al país andino en un socio económico atractivo.

Desde la perspectiva de la UE, un presidente Ollanta Humala abre más incertidumbre en cuanto al modelo económico y a la institucionalidad democrática, pero también representa mayor justicia social y el fortalecimiento de los derechos indígenas reclamados por la Unión. En su diálogo con Perú, la UE debería velar que la transformación social no se realice por la vía populista. El éxito da la razón al modelo socialdemócrata que han elegido los brasileños y no al modelo populista de Chávez.

 

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