La falta de empoderamiento de las lenguas africanas, su ausencia en Internet y, especialmente, su exclusión en las escuelas del continente, auguran un futuro desolador.

Clase de lengua en Nairobi, Kenya. (ictures Ltd./Corbis via Getty Images)

Algunas veces leemos o escuchamos que el origen de la humanidad está en África, y que este es el continente, de hoy y del futuro, porque en él encontramos valores culturales de los que carecemos ya en nuestras actuales sociedades mercantilistas, consumistas, globalizantes, etcétera. También leemos que África, que cuenta hoy con 1.300 millones de habitantes, tendrá unos 4.000 millones en 2099, según el Índice de Desarrollo Humano. Esto nos podría hacer pensar en una garantía para la supervivencia tanto de las lenguas como de las culturas africanas. Pero no es así si tenemos en cuenta las observaciones que hace el profesor Mbuyi Kabunda Badi en su artículo “El desarrollo humano en África”, publicado en la revista Mundo Negro en 2020. Según él, el porcentaje de adultos alfabetizados (en alguna de las lenguas europeas en África) ha pasado del 15,7% en 1960, al 42% en 2020. Esto provoca una gran pérdida de las lenguas y culturas africanas al incrementarse exponencialmente el número de africanos no alfabetizados en sus propias lenguas. ¿Nos hacen falta nuestras lenguas para comunicarnos como africanos? ¿Nos hacen falta nuestras culturas para significarnos en el mundo? Veamos.

Según el sitio web de Ethnologue (enciclopedia de referencia sobre las lenguas), en el mundo existen un total de 7.139. Los continentes asiático y africano son los que más lenguas indígenas tienen. De estas, unas 2.000 se hablan en África, y representan unas 2.000 culturas diferentes, cada una con su identidad, su singular cosmovisión o manera de ver e interpretar  el mundo, etcétera.

Podemos clasificar estas 2.000 o más lenguas africanas en tres grupos, a saber: las autóctonas o “nacionales” (como wolof, amhárico, twi, amazigh, zulú, bubi…); las extranjeras u “oficiales” (como francés, inglés, español, portugués y árabe…) y aquellas vehiculares o de comunicación (como swahili, pidgin-english, lingala, afrikaans, ga…).

Entre estos tres grupos encontramos insalvables diferencias en cuanto a su nivel de aceptación y/o empoderamiento. Las lenguas y culturas del primer grupo sufren una falta de reconocimiento institucional, al estar excluidas de los espacios formativos y administrativos de una amplísima mayoría de los países africanos (Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial, Angola, Uganda, etcétera). Son aquellas cuya supervivencia depende de la implicación de las generaciones de los hablantes adultos, llámense madres, padres, abuelas, vecinos…

Las del segundo grupo gozan de prestigio socioeconómico y político-cultural, incluso científico, en todos los sectores de las sociedades donde están estatutariamente empoderadas. Esto es así porque la escuela en África se ha convertido en el centro de adquisición y apropiación de todas ellas.

Las del tercer grupo gozan de un reconocimiento social y su función es servir de lenguas de comunicación en espacios pluriculturales y plurilingües dentro de un mismo país, o en Estados diferentes (como Sierra Leona, Liberia, Nigeria, Ghana, Guinea Ecuatorial… con el pidgin-english; o como Kenia, Tanzania, República Democrática del Congo, Uganda, Mozambique… con el swahili). Incluso algunas nacionales se han convertido en lenguas de comunicación. Este es el caso del wolof en Senegal, del twi en Ghana, etcétera.

Volvamos a las lenguas y culturas del primer grupo. Si visitamos la página web de endangered languages (lenguas en peligro de extinción), observamos que no existe prácticamente ningún país africano que no tenga alguna lengua amenazada, en situación de riesgo, en peligro de extinción o en grave peligro de extinción. Estas lenguas forman parte, según el periodista Eduardo Molano, del 74,8% de las que están en moderado o en grave peligro de desaparición. Se trata de un estado provocado por el poder condigno (término creado por el economista John K. Galbraith) o de sumisión pura y dura que las lenguas y culturas extranjeras o alóctonas imponen a las lenguas y culturas autóctonas africanas.

La falta de empoderamiento de las lenguas africanas, su ausencia en los espacios cibernéticos y, sobre todo, su exclusión de los currículos escolares africanos, auguran un futuro desolador. Ya lo dijeron el lingüista francés Claude Hagège y el escritor camerunés Gastón Kelman, cada uno a su manera: “enseña tu lengua a alguien [desde su más tierna infancia] y controlarás su forma de pensar”.

La Unesco señala que cada 14 días desaparece o muere una lengua, generalmente africana. Eso significa que deja de existir la última persona que la hablaba, que conocía sus ritos, danzas, creencias, indumentaria, sociedad, etcétera. Pero parece que no todo está perdido ante esta situación si observamos detenidamente nuestros entornos autóctonos y alóctonos. Como obsesionados usuarios del buscador de Google, nos percatamos de que su traductor incluye 13 lenguas africanas, a saber: afrikaans (en Suráfrica, con 16 millones de usuarios), amhárico (en Etiopía, con 22 millones), chichewa (en Malaui, con 10 millones), hausa (en Nigeria, en Níger… con unos 150 millones), igbo (en Nigeria, con 25 millones), kinyarwanda (en Ruanda, con 20 millones), malgache (en Madagascar, con 22 millones), sesoto (en Lesoto, con 5 millones), shona (en Zimbabue y Botsuana, con 12 millones), somalí (en Somalia, con 20 millones), swahili (en Kenia, Tanzania, Mozambique, Uganda, Zambia… con unos 100 millones), yoruba (en Nigeria, Benín y Togo, con unos 30 millones) y zulú (en Suráfrica, con unos 30 millones). Sin embargo, esta presencia en el traductor de Google debería cubrir las necesidades comunicativas de los usuarios alfabetizados en alguna de dichas lenguas.

Aprovechando los avances tecnológicos, muchos africanos empiezan a crear espacios de resistencia en Internet para aprender lenguas africanas a raíz de la creciente concienciación que ha motivado la pasividad de los gobernantes del continente. El nigeriano Emmanuel Gabriel, creador de software, ha desarrollado la plataforma OBTranslate capaz de traducir más de 2.000 lenguas africanas.

Una niña leyendo a su madre en su idioma wolof local en Senegal. (Jonathan Torgovnike via Getty Images)

Pero hace tiempo que esta resistencia ante la desaparición o muerte de las muchas lenguas africanas se convirtió en una fuerte motivación para la creación literaria. Fue el caso del senegalés Yere Dooro Jallo, que firma la obra Darol Ndikkiri Jom Molo, escrita en fulfuldé; del keniano Ngugi wa Thiong’o, autor de Matigari, libro en gikuyu; o de la beninesa Agnès Agboton, creadora de poemarios bilingües españolgun. Todas estas obras escritas en “lenguas africanas” utilizan el sistema del alfabeto latino impuesto por los países colonizadores.

Isidoro Merino señala en su blog “El viajero astuto” que “cuando muere una lengua no se pierden solo sus palabras, sino todo el universo cultural al que daban forma: siglos de historias, leyendas, canciones transmitidas de generación en generación que se desvanecen, junto a valiosos conocimientos prácticos sobre las plantas, los animales, los ecosistemas, el firmamento…”.

África, con sus 55 Estados, es un continente muy rico no solamente por sus recursos naturales. También lo es por su alta diversidad lingüístico-cultural. Sin embargo, su máxima organización, la Unión Africana tiene como lenguas oficiales el árabe, el francés, el inglés, el español, el portugués y el swahili. Las cinco primeras son extranjeras, mientras que la última es una lengua de relación no enteramente autóctona, a pesar de que en el artículo 19 de la Carta del Renacimiento Cultural de África (firmada en Jartum, Sudán, en 2006) se lea que “Los Estados africanos llevarán a cabo e implementarán reformas para introducir las lenguas africanas en el currículum escolar…”.

Algunos países africanos como Suráfrica (con sus nueve lenguas oficiales) o Tanzania, Kenia, Senegal, etcétera, han iniciado la carrera de empoderar algunas de sus tantísimas lenguas para adquirir una verdadera soberanía lingüística. Otros han introducido la enseñanza de algunas de sus lenguas en la educación primaria. Tal es el caso de Ghana, Burundi, Uganda, Burkina Faso… Con este tipo de políticas lingüísticas no solamente se pretende salvar las lenguas, sino también salvar las culturas y las identidades etnoculturales que los muchos Estados unitarios africanos pretenden ignorar. Con la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas y culturas del continente pueden evitarse las disonancias cognitivas que caracterizan a los habitantes de los Estados africanos. Esto es muy fácil de entender. Por ejemplo, un camerunés que sea de etnia Beti tiene una  lengua oficial y de enseñanza que es el francés. Aquí observamos un claro desajuste entre gentilicio, lengua, etnia, cultura… Ejemplos como este abundan en África. Los gobernantes del continente deberían africanizar las escuelas si quieren realmente construir unas verdaderas identidades africanas y evitar la muerte de sus lenguas y culturas. O la muerte de África.