He aquí las complicadas decisiones económicas pospandemia a las que se enfrenta en régimen cubano.

Los tribunales cubanos están repletos de manifestantes que se levantaron contra su gobierno el pasado mes de julio durante las mayores protestas que ha presenciado la isla desde la Revolución Cubana. Estos ciudadanos, que ahora están acusados ​​de sedición y pueden recibir sentencias de décadas de prisión, pedían más libertades, además de más acceso a alimentos y a otros productos de primera necesidad. Se suponía que el 15 de

Cuba
Un cubano vendiendo bananas en las calles de La Habana. Sven Creutzmann/Mambo photo/Getty Image

noviembre de 2021 la oposición celebraría el “segundo acto” para demostrar su continuo descontento con el régimen de Miguel Díaz-Canel. Pero, anticipándose a las manifestaciones, el Gobierno cubano arrestó rápidamente a los disidentes e incluso manipuló el precio del pollo para evitar reuniones organizadas. Como consecuencia, hubo una notable ausencia de multitudes en las calles cubanas el día de la convocatoria.

El 15 de noviembre, casualmente o no, también era la fecha en la que el país planeaba reabrir sus puertas a los visitantes internacionales. Desde ese día, a los extranjeros vacunados que llegan a Cuba se les permite entrar en la isla sin presentar un test negativo ni someterse a cuarentena obligatoria. Desde el comienzo de la pandemia de la COVID-19, el turismo ha sido prácticamente inexistente en la isla. La escasez de turistas se agravó el año pasado cuando el país tomó medidas extremas para combatir la variante Delta. En la actualidad, a pesar de las cifras relativamente bajas de casos de COVID-19, los turistas aún no han regresado. Los bajos ingresos del turismo fueron uno de varios factores que provocaron que el PIB de Cuba cayera un alarmante 11% en 2020.

En la pandemia, se ha hecho aún más evidente hasta qué punto la economía cubana depende del turismo. Con las cifras de llegadas de visitantes internacionales reducidas aproximadamente una décima parte de lo que fueron en 2019, la dependencia de Cuba del turismo plantea un desafío apremiante al régimen de Díaz-Canel: ¿Debe la isla reorientar su actividad económica para depender menos del turismo? ¿O tiene que reforzar aún más su inversión en este sector con la esperanza de que los visistantes regresen? Cualquiera de las dos opciones creará importantes presiones económicas para el Estado insular caribeño en la actual atmósfera de conflicto político.

 

La sequía turística

La industria del turismo de Cuba ha sufrido enormes pérdidas debido a la pandemia. Si bien la primera ola de la COVID-19 no tuvo grandes efectos en la isla, la variante Delta del año pasado causó la saturación de los hospitales, complicó la campaña de vacunación y provocó escasez de artículos de primera necesidad. El descenso general del turismo ha sido impresionante. Antes de la pandemia, Cuba recibía una media de cuatro millones de visitantes internacionales al año. Esta cifra se redujo a 254.922 visitantes en noviembre de 2021, una disminución de algo más del 93%.

Antes de la crisis sanitaria global, los turistas canadienses y europeos dominaban el mercado turístico cubano y frecuentaban populares ciudades de playa como Varadero. Las llegadas de rusos han alcanzado recientemente sus niveles de 2018 y 2019. En contraste, las llegadas de canadienses y europeos todavía representan solo alrededor del 3% de sus  cifras antes de la pandemia. Por lo tanto, si bien los rusos han regresado en las mismas cantidades que antes de la Covid-19, el mercado turístico recibe solo una diminuta fracción de sus principales clientes.

La falta de turistas no solo amenaza al sector turístico. Cuba utiliza los ingresos del turismo para gestionar el valor de las divisas, subvencionar la producción de alimentos e importar materiales utilizados en actividades agrícolas y manufactureras. De hecho, el país gasta cinco veces más en importaciones de lo que recibe en exportaciones. El presidente Díaz-Canel se refirió a esta práctica explicando que “lo que tenemos semanalmente para pagar créditos, comprar materias primas e invertir, viene del turismo”. Sin embargo, una estadística preocupante reveló recientemente que las importaciones que contribuyen a la producción y procesamiento de alimentos han caído casi un 40% desde que comenzó la pandemia. A causa de esta, el turismo ha dejado de ser el sostén económico que una vez fue para Cuba.

Para agravar la incapacidad de pagar las importaciones, otros sectores de la economía también se han enfrentado a condiciones desfavorables en los últimos años. Además de las restricciones al turismo provenientes de EE UU establecidas por las administraciones de Trump y Biden, las exportaciones que normalmente sustituyen al turismo se han vuelto menos lucrativas. Las exportaciones en las que Cuba tiene una ventaja, como el azúcar y el níquel, se han visto afectadas por la bajada de los precios mundiales, y otros productos de exportación cubanos han sufrido la disminución de la demanda global debido a la COVID-19. Por último, este precario entorno económico viene acompañado del aumento de las sanciones de Estados Unidos a las remesas y de la crisis económica venezolana. Estos reveses subrayan la gravedad y la situación de urgencia creada por la cuesta abajo del mercado turístico.

 

¿Aguantar o rendirse?

¿Regresarán los turistas lo suficientemente rápido como para reactivar la economía de la isla? Esta es la pregunta apremiante a la que se enfrentan los políticos cubanos en este momento. Según estimaciones del Gobierno, el mercado turístico no alcanzará los niveles previos a la pandemia hasta al menos 2023 o 2024. Con la cada vez más frecuente escasez de alimentos y una decreciente capacidad para pagar productos básicos, el régimen debe decidir entre dos caminos: reorientar la economía alejándola de una dependencia excesiva del turismo o comprometerse aún más con el turismo y esperar a que pase la tormenta los próximos años.

Una reorientación de la economía estatal podría diversificar las exportaciones del país y reducir las importaciones de alimentos. Para lograrlo, Cuba podría transferir recursos del sector del turismo a su poco desarrollado ámbito agrícola. Este cambio lograría una mayor producción nacional de alimentos. El Gobierno también podría mitigar las pérdidas asociadas con la reorientación aumentando la producción de sus productos de exportación más rentables, como el tabaco, el azúcar, el ron, el níquel y el zinc, con la esperanza de que su demanda mejore con la recuperación global tras la pandemia. Por último, el régimen también podría reenfocar sus esfuerzos hacia la exportación de tecnología y servicios médicos, considerando que Cuba tiene la mayor cantidad de médicos per cápita del mundo.

Pese a que existen estas alternativas, cualquier cambio para distanciarse del turismo será arriesgado. En primer lugar, el mercado turístico representaba el 10,6% del PIB de Cuba antes de la pandemia. En comparación, las exportaciones de productos básicos solo aportaban un 1,2%. Por lo tanto, alejarse del turismo reemplazando esta industria por las exportaciones podría acabar siendo un reto prácticamente insuperable. En segundo lugar, la pérdida de ingresos del turismo disminuirá la capacidad de pagar por las importaciones de alimentos en la isla. La reorientación puede reducir o incluso eliminar los excedentes de alimentos obtenidos mediante la producción de más alimentos en el país. Por último, un abandono del turismo a favor de estas alternativas probablemente reducirá el contacto de Cuba con las democracias liberales, en particular Europa y Canadá, y conducirá al país a estrechar lazos económicos con Nicaragua y Venezuela, aliados que están dispuestos a impulsar la economía cubana y el suministro de alimentos.

La decisión de reorientar la economía lejos del turismo también exigiría enfrentarse a poderosos intereses dentro del Estado cubano. Si bien el Ministerio de Turismo comparte la propiedad con algunas de las mayores cadenas hoteleras extranjeras, y se permiten los bed and breakfast locales propiedad de ciudadanos cubanos, el Ejército posee la mayor parte de las habitaciones de hotel en la isla y se beneficia de la industria.

Por otro lado, un mayor compromiso con el sector turístico permitiría que Cuba mantenga buenas relaciones con las democracias liberales, pero expondría la economía a una apuesta económica arriesgada. Actualmente, el Gobierno está realizando esfuerzos para expandir la capacidad turística en la isla y buscando formas de mejorar la industria. La reinversión pública continua podría ofrecer grandes dividendos si los turistas regresan en masa a Cuba. Sin embargo, la inversión turística no ofrecerá un rendimiento al nivel de los tiempos anteriores a la pandemia durante al menos unos años, lo que disminuirá la capacidad del país para pagar las importaciones. Esto no paliará el hambre de los cubanos y reducirá la capacidad del régimen para pagar su creciente deuda.

El gobierno de La Habana se enfrenta por tanto a dos desagradables opciones. La reorientación lejos del turismo puede aumentar la producción nacional de alimentos, diversificar las exportaciones y acercar al país a sus aliados no democráticos. Esa decisión puede poner en peligro la disponibilidad de alimentos en la isla, amenazar intereses creados dentro de Cuba y agriar las relaciones con los países de la UE y Canadá. Volver a comprometerse con el turismo ayudaría a mantener los lazos con las democracias liberales y ofrecería un retorno de las inversiones en caso de que los visitantes internacionales regresen en cantidades que no se han vuelto a ver en la isla desde antes de la pandemia. Pero esta ruta pondría en peligro tanto la disponibilidad de alimentos como la economía en su conjunto si los turistas no regresan. Cualquiera que sea el camino que elija tomar el Gobierno, la economía cubana se encuentra en su posición más vulnerable desde la caída de la Unión Soviética. Sin duda, al pueblo de Cuba le esperan años difíciles mientras la isla intenta revitalizar su economía tras la pandemia.

La versión original de esta artículo se publicó con anterioridad en Global Americans. Traducción Natalia Rodríguez.