La oportunidad de votar sí o no a la reforma de la Carta Magna del país abre la posibilidad de superar el trauma chileno.

No es tanto ella el problema sino su padre, quien la hizo nacer en 1980. Es la Constitución chilena, que si bien ya fue enmendada en 19 ocasiones, matizando y mejorando el texto, tiene un fallo inicial, sigue siendo la “Constitución de Pinochet”.

La actual presidenta de Chile, Michelle Bachelet, abrió hace un año el proceso para una nueva carta magna y recientemente comenzó a darse la discusión formal en la sociedad civil. Nadie se muestra enfáticamente en contra del proyecto, pero al mismo tiempo los apoyos que recibe son tibios.

 

Paso a Paso

Activista en el congreso chileno pidiendo la reforma de la Constitución. Martín Bernetti/AFP/GettyImages
Activista en el congreso chileno pidiendo la reforma de la Constitución. Martín Bernetti/AFP/GettyImages

Cuando la Jefa de Estado anunció el inicio del proceso de reforma explicó que se daría en varias etapas.

Una primera fase ha pretendido educar. Duró algunos meses y tuvo que ver con una “serie de instancias de formación ciudadana en temas cívico-constitucionales”. Constó en la práctica de unos cuantos spots televisivos, carteles en la vía pública y panfletos repartidos en las esquinas. Para los analistas chilenos el objetivo fue en realidad instalar el tema en la agenda.

Una segunda etapa busca la participación y, con este fin, están celebrándosediálogos ciudadanos” del 23 de abril hasta el 23 de junio en el que todos los chilenos de 14 años, extranjeros residentes y que viven en el exterior pueden aportar propuestas y debatir ideas en encuentros locales. Este es un paso muy significativo porque abre el juego a un pueblo que, más allá de algunos sectores estudiantiles, está desacostumbrado a participar en política. De allí surgirán las “bases ciudadanas”, un documento que será entregado a la Presidenta y, con él como base, se formulará un proyecto de nueva constitución. Un “consejo ciudadano de observadores” (miembros de ONG locales e internacionales nombrados por Bachelet) serán quienes supervisarán los “diálogos ciudadanos” y le darán formato jurídico.

El tercer paso serviría para “descongelar”.  La Constitución actual no contempla un mecanismo de reemplazo realista, fue diseñada con intenciones pétreas. Por eso será necesario primero modificar la actual Constitución para hacer posible el proceso legislativo que implique una nueva carta magna. Esta reforma se enviará desde el Ejecutivo al Congreso en algún momento durante el segundo semestre del 2016. Los parlamentarios votarán a favor o en contra. De aprobarse, discutirán bajo qué  mecanismos se encarará la reforma. Las opciones serán: una comisión bicameral (representantes de ambas cámaras, es decir, de diputados y senadores), una convención mixta (organizaciones de la sociedad civil y parlamentarios) o una asamblea constituyente (habrá elecciones en dónde se elegirán los representantes constituyentes como sucedió, por ejemplo, en Argentina antes de la reforma de 1994). Si no hay acuerdo sobre la forma, se contempla un “plebiscito ciudadano” en el que a través de comicios nacionales se definirá el cómo.

Por último llegará la hora de votar. Una vez que se haya ...