La política exterior de un país con grandes ambiciones dentro de la Unión y complejas relaciones con Moscú.

FotoliaPara Polonia, situada en Europa central, la política internacional siempre ha seguido dos direcciones fundamentales: el este y el oeste. Hoy, el oeste significa la Unión Europea, y el este, sobre todo, Rusia.

Por lo que respecta a la UE, todo parece ir bien, como muestra la elección de Donald Tusk para el importante puesto de presidente del Consejo Europeo. Eso no quiere decir que la dirección occidental de la política exterior polaca esté libre de problemas. En el caso de Rusia, la situación es la peor que ha habido desde que Polonia recuperó su independencia en 1989, después de años de comunismo, Rusia es una amenaza, no teórica, sino muy real.

 

Un momento de malestar en la UE

Para los polacos, el nombramiento de Donald Tusk como presidente del Consejo Europeo no es solo un triunfo técnico de la negociación política, sino un símbolo muy claro de que el país tiene la madurez suficiente como para que sus representantes puedan dirigir organismos internacionales de gran importancia. Lo mismo ocurre con la designación de Elżbieta Bieńkowska, que va a asumir un cargo importante en la UE, el de comisaria del mercado interior. Son grandes logros en el camino de Polonia hacia Occidente y el final del periodo de espera en la incorporación a la UE. Sin embargo, los polacos no deben dejar que la satisfacción les nuble las ideas. La tarea oficial de Tusk será organizar las reuniones del Consejo Europeo y, en muy menor medida, establecer la agenda política. Y Bienkowska no va a estar entre los vicepresidentes de la Comisión Europea, el núcleo político y de decisiones en torno a Jean-Claude Juncker.

A este análisis más moderado de la influencia política de Polonia hay que añadir la lista de retos a los que se enfrenta o se va a enfrentar como Estado miembro. Algunos de ellos van a ser difíciles. En primer lugar, Polonia está fuera de la eurozona, lo cual hará que le resulte difícil intervenir directamente en muchas decisiones cruciales sobre coordinación macroeconómica, política fiscal y la unión bancaria. No hay ningún indicio de que Polonia vaya a incorporarse a corto plazo al euro. Según Ewa Kopacz, la nueva Primera Ministra, ese hecho se producirá “cuando seamos fuertes y la eurozona también sea fuerte”; en otras palabras, como pronto, en 2020. Para Polonia, una recién llegada ambiciosa, eso va a significar un difícil intento de mantener el equilibrio entre las periferias de Europa y el núcleo más integrado.

El segundo desafío es el relativo al clima y la política energética. Desde el punto de vista polaco, el principal problema actual es la seguridad del suministro, más que el riesgo medioambiental, que domina las preocupaciones, por ejemplo, de Alemania y Francia. Esta opinión resulta fácil de comprender si se tiene en cuenta que el país depende de la importación de hidrocarburos de una Rusia cada vez más impredecible y que la industria basada en un uso intensivo de la energía representa una parte importante del PIB polaco. Muchos temen que los ambiciosos objetivos de la vieja Europa lleven a Polonia a la ruina. Pero, a pesar de los convincentes argumentos a favor de su postura, a Varsovia no le será fácil obtener apoyos. Incluso es posible que la política energética sea un área más en la que Polonia se distancie del núcleo de la UE.

La tercera cuestión importante para Polonia es cómo conseguir que el Reino Unido se mantenga en la Unión. Por numerosas razones, la salida de los británicos sería un hecho muy preocupante e incluso peligroso. Debilitaría la comunidad transatlántica, de la que Londres y Varsovia son grandes defensores. No solo está en juego la presencia de la infraestructura de seguridad de Estados Unidos en Europa, sino también el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversiones. Sin el Reino Unido sería más difícil llevarlo a la práctica, ya que Francia y Alemania lo observan con bastante escepticismo. Además, Polonia considera que Gran Bretaña es un socio importante por su actitud respecto a varias políticas de la UE. Londres exige menos regulación del mercado interior y menos intromisión de la burocracia de Bruselas, y es partidario de dar más margen a la competencia y las fuerzas del mercado. Varsovia apoya esta posición, porque las regulaciones dificultan la expansión de las empresas polacas a otros mercados de la UE. Desde el punto de vista estratégico, Londres puede ser un aliado a la hora de impedir la extensión de una política económica más intervencionista, que es lo que prefieren Francia y los países del sur de Europa.

 

Rusia no va a perdonar lo de Ucrania

La agudización de los problemas en las relaciones entre Polonia y Rusia tiene sus raíces, por supuesto, en la crisis de Ucrania. La anexión de Crimea y la invasión rusa del este de Ucrania fueron muy mal recibidas en Varsovia, por varios motivos. Para empezar, al actuar así, Rusia ha violado gravemente el orden internacional. En segundo lugar, desde el punto de vista polaco, la existencia de Ucrania como Estado independiente (y posiblemente democrático y próspero) es muy importante. Además, el objetivo fundamental de Moscú no es la separación del Donbass ni la formación de una región autónoma en el este de Ucrania, sino asumir el control total del país y garantizar que no se integre en la Unión Europea. Rusia quiere que Ucrania entre a formar parte de la Unión Económica Euroasiática de Vladímir Putin.

En los últimos 25 años, las relaciones con Moscú nunca han sido perfectas. En parte, por motivos históricos, porque los polacos tienen muy presente el recuerdo de la dominación soviética, así como la agresión de la URSS, en connivencia con Hitler, en septiembre de 1939. Recuerdan también el periodo anterior, desde la intervención de Rusia en las particiones de Polonia en el siglo XVIII hasta la guerra polaco-bolchevique de 1920. A su vez, muchos rusos creen que Polonia traicionó a la comunidad de naciones eslavas al aliarse con Occidente.

Varsovia y Moscú tienen intereses económicos diferentes, y el caso de Ucrania no es del todo nuevo. Los polacos apoyaron la Revolución Naranja (entre 2004 y 2005), mientras que los rusos estuvieron en contra. Pero los acontecimientos ocurridos en Ucrania en 2014 han dado una dimensión totalmente nueva a la situación.

Una consecuencia práctica de la agresión rusa contra Ucrania son las sanciones impuestas por la Unión Europea (y Estados Unidos) a Rusia. Polonia las respaldó. En represalia, Rusia prohibió la importación de alimentos (frutas, hortalizas, carne, aves, pescado, leche y productos lácteos) de la UE. Las manzanas polacas se han convertido en un símbolo de los productos más perjudicados. Aunque Rusia no compra más que el 5,3% de las exportaciones totales de Polonia, en el caso de las manzanas, de los 340 millones de euros que recibían los agricultores polacos, 240 millones procedían de Rusia. Es un mercado difícil de sustituir.

Otro problema es la seguridad, porque Polonia comparte frontera con Kaliningrado. Y no nos referimos a una amenaza de las mencionadas en la reunión entre Putin y el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, al discutir sobre la posibilidad de atacar Polonia, ni a las hipótesis de los analistas occidentales sobre la posibilidad de un ataque nuclear ruso contra Varsovia. En la región de Kaliningrado, un “portaaviones invencible”, según decían en tiempos de la Unión Soviética, se instaló hace poco un nuevo radar de alerta temprana. Antes, Moscú había anunciado que había estacionado allí misiles balísticos Iskander, y que tiene planes de colocar muchos más misiles de ese tipo en las fronteras occidentales de Rusia.

Aunque Kaliningrado es una amenaza para Polonia, también es, paradójicamente, uno de los pocos símbolos positivos de las difíciles relaciones entre Varsovia y Moscú. Tanto Rusia, en este enclave, como Polonia, en zonas limítrofes como Gdańsk y Olsztyn, son partidarios de que se desarrolle el llamado Pequeño Tráfico Fronterizo entre Polonia y Kaliningrado (consistente en que las personas que cumplen determinados requisitos no tienen necesidad de visado). Hay que subrayar que sigue adelante la labor del Grupo de trabajo Polaco-Ruso sobre Problemas Difíciles, que aborda sobre todo los asuntos más importantes y controvertidos de la historia de la relación entre los dos países (desde el punto de vista de Varsovia, por ejemplo, la dramática historia de la ciudad rusa de Katyn, próxima a Smoleńsk, donde, en abril y mayo de 1940, soldados soviéticos del NKVD mataron a más de 20.000 oficiales polacos).

 

Cómo tener un papel importante

En cierto sentido, las relaciones entre Polonia y la UE y Polonia y Rusia están conectadas. Para la Unión, Polonia es un país que limita con Rusia, y la opinión de Varsovia cuenta cada vez más para decidir la política oriental de la UE. Por otra parte, a la hora de tratar con Moscú, Varsovia no está totalmente sola, sino que trabaja en colaboración con otros países de la Unión Europea.

En definitiva, a pesar de todas las dificultades, tanto dentro de la UE como en relación con los dramáticos problemas al este de sus fronteras, Polonia está en mejor situación que nunca. Los políticos del país son muy conscientes de ello, pero eso no quiere decir que tengan que esforzarse menos para alcanzar sus objetivos.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.