Manifestantes en Varsovia con carteles que dicen "constitución" protestando contra la reforma del sistema judicial. Anek Skarzynki/AFP/Getty Images

Aunque hayan aparecido fisuras en el bando del Gobierno, la agitación en Polonia dista mucho de haber llegado a su fin.

Polonia acaba de protagonizar una grave crisis que se ha prolongado durante una semana a causa de tres controvertidos proyectos de ley para la reforma del poder judicial. Las leyes pasaron a toda velocidad por el Parlamento para su aprobación en un intento de dar al actual partido en el Gobierno, Ley y Justicia (PiS, en sus siglas en polaco), el control del Tribunal Supremo, el Consejo Nacional del Poder Judicial y los tribunales inferiores. En resumen, representaban un claro asalto a la separación de poderes y el Estado de derecho.

El lunes, sin embargo, mientras cientos de miles de personas se manifestaban en las calles, el presidente Duda vetó dos de las tres leyes. A pesar de las fuertes protestas que se venían produciendo, sus vetos han causado una gran sorpresa entre los observadores. Duda proviene del partido gobernante (PiS) y la mayoría le consideraba una marioneta en manos de Jaroslaw Kaczynski, el poderoso líder del PiS. Kaczynski había declarado de forma inequívoca que el PiS cumpliría con su promesa de reformar la justicia. Punto final. El ministro de Justicia, Zbigniew Ziobro, aseguró tajantemente a los manifestantes que ya se podían olvidar de sus sueños de que se produjera un veto presidencial. Todo parecía estar bien atado.

Así que, ¿por qué vetó estas leyes el presidente Duda? ¿Ha cambiado de opinión Kaczynski? ¿O finalmente la supuesta marioneta presidencial se ha rebelado contra el titiritero? ¿Y qué nos dice este incidente sobre el futuro de la democracia liberal en la convulsionada Polonia?

En la declaración con la que Duda acompañaba al veto, argumentaba que las leyes propuestas socavarían la independencia judicial, que habían sido sometidas al Parlamento sin consultarle y que no iban a lograr aumentar la sensación de seguridad de la población. Señaló también las tensiones que habían generado y manifestó que no quería que esas tensiones se agravaran.

Y la tensión desde luego ha sido extremadamente alta. Las protestas masivas han puesto de manifiesto la creciente furia de la gente ante las medidas del Gobierno. Algunos miembros del PiS mostraron su desprecio hacia los manifestantes tachándolos de comunistas, exagentes de los servicios de seguridad comunistas y traidores, o afirmando que eran solo personas que habían salido a dar un agradable paseo veraniego. Además se burlaron de la idea de que la gente pudiera haberse leído en su totalidad las 140 páginas del proyecto de ley del Tribunal Supremo para saber sobre qué estaban protestando exactamente. Mientras, en el Parlamento, Kaczynski gritaba a la oposición que eran unos sinvergüenzas que habían “destruido y asesinado” a su hermano gemelo. El entonces presidente Lech Kaczynski murió en un trágico accidente de avión en Rusia en abril de 2010, y las investigaciones sobre el caso han concluido que se trató de un accidente.

Pese a los enfurecidos desprecios del Gobierno, las protestas han sorprendido por igual al PiS y a la oposición por su perseverancia, tamaño y composición. Han abarcado un amplio espectro de generaciones y han estado protagonizadas por unas cifras sin precedentes de jóvenes, a los que hasta ahora se consideraba en general bastante indiferentes a la erosión de la democracia en Polonia. El Presidente debe de haberse percatado de que cientos de miles de manifestantes no son una minoría insignificante o compuesta de traidores, sino una fuerza real, con preocupaciones legítimas sobre el futuro de la democracia polaca.

Por lo tanto, Duda se enfrentaba a una decisión: continuar apoyando al gobierno en su rumbo de colisión contra el electorado o enemistarse con los mismos líderes que contribuyeron a colocarle en el poder. Pero Duda también sabe que él necesita más del 50% de los votos para ser reelegido y, por lo tanto, debe permanecer en el centro. El apoyo al PiS nunca ha roto el techo del 40% y actualmente se mueve en torno al 38%. Este nivel de aprobación es suficiente para que el PiS conserve el Ejecutivo, pero quizá no para que Duda siga siendo presidente. Las protestas masivas han cambiado la matemática política del presidente, que ahora difiere de la de Kaczynski.

Las reacciones del PiS revelan que el partido está tan conmocionado por el veto como todos los demás. La primera ministra Beata Szydło anunció que el Gobierno no cederá a la presión, ni a la de la calle ni a la que llega desde el exterior. Se lamentó de que el veto haya ralentizado la reforma. El PiS está dispuesto a debatir sus detalles, pero los tribunales deben ser controlados, y ese es un principio sobre el que no van a hacer concesiones. No obstante, lo que no explicó es cómo planea ahora el PiS conseguir la reforma judicial basada en ese principio.

Lo más probable es que trate de anular el veto presidencial, pero para lograrlo necesitaría obtener una mayoría de tres quintos en el Parlamento, y eso significaría que el PiS tendría que declararle la guerra a su propio presidente. Aunque hayan aparecido fisuras en el bando del Gobierno, la agitación en Polonia dista mucho de haber llegado a su fin.

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